Amor, mentiras y sangre – Crítica de la película con Kristen Stewart

A lo largo de su historia, el cine le ha dado más de un tratamiento al amor. Están las historias clásicas, esas que exudan romanticismo, las que lo mezclan con otros géneros, y aquellas donde se le da más de una interpretación. Amor, mentiras y sangre, la nueva película de Rose Glass (que encantó a la crítica con Saint Maud), es una mezcla de todo lo anterior. Pero también guarda varios ases bajo la manga. Tras su paso por la más reciente edición del Festival de Cine de Sundance, las expectativas crecieron como la espuma, pero, ¿realmente estamos ante una película tan revolucionaria como se dijo?

Lou, la solitaria encargada de un gimnasio, se enamora perdidamente de Jackie, una ambiciosa fisicoculturista que se dirige a Las Vegas en busca de su sueño. Pero su amor y su entorno encienden la violencia, arrastrándolas peligrosamente en la red criminal de la familia de Lou.

Aunque pueda parecer trillado, esta es una de esas películas donde es mejor no saber mucho de la trama. En esencia, el tráiler y todo el material promocional nos venden un relato de amor imposible asediado por el crimen y los alcances de la violencia. Sí, hay mucho de ello en la cinta, pero también una ambición visual y narrativa a la que no se le ha hecho gran eco. Quienes esperen sólo un romance adulto se llevarán una gran sorpresa.

A estas alturas, decir que Kristen Stewart es una gran actriz sería caer en la redundancia. Lou es una mujer con semblante triste, aburrida de su presente, y con un sórdido pasado a sus espaldas. Pero conforme avanzan los minutos tiene un tremendo despertar. Este no sólo viene gracias a Jackie, sino también a la incesante violencia que amenaza con destruirla junto a todos quienes ama. Stewart cumple con creces en su papel, y demuestra por qué es una de las actrices más sobresalientes en el cine indie.

Su trabajo no sería lo mismo sin una réplica como la de Katy O´Brian. La también experta en artes marciales es una estupenda compañera para Stewart, y hace de Jackie el personaje más interesante a lo largo de la película. Es, al mismo tiempo, una mujer capaz de todo físicamente, pero arrastra consigo varias heridas que sólo pueden sanar estando con Lou. Juntas tienen una química explosiva, y demuestran ese amor y deseo de forma verosímil. Quizá lo apresurado de su romance no conecte con todos, pero ayuda a entender esa urgencia en ambas de por fin tener un “final feliz”.

En el reparto también deambulan Jena Malone y Dave Franco como la hermana y el cuñado de Lou, respectivamente, pero es Ed Harris quien se lleva las palmas como el padre de Lou. Su papel no dista mucho del típico villano en el cine neo-noir (género del que la película bebe notoriamente), pero está sumamente bien escrito y resulta atemorizante por muchas razones. Es uno de esos villanos que, con una mirada, literalmente, logra inspirar miedo.

El guion, escrito por Rose Glass y Weronika Tofilska, no tiene miedo de abordar sus ideas por más audaces que parezcan. Amor, mentiras y sangre juega con los tres elementos que conforman su título, y los lleva a sus límites más extraños. Por un lado, el amor de Lou y Jackie está lleno de toxicidad e inseguridades, pero de algún modo funciona; juntas se ven envueltas en un camino de mentiras que pone a prueba su lealtad y lo que están dispuestas a sacrificar. Glass y Tofilska logran una tensión latente, que provoca la misma inquietud vivida por sus protagonistas, y también crea algunas secuencias oníricas.

La sangre no podía faltar en un relato como este. Amor, mentiras y sangre se gana a pulso esa clasificación C. Hay escenas donde la violencia es totalmente explícita y justificada (en la trama), e incluso otras donde se retrata con una perturbadora elegancia. Del mismo modo, hay algunos momentos que pretenden ser disruptivos, pero se sienten gratuitos. Su ausencia no habría afectado el resultado. Aunque, en general, el guion tiene personajes con perfiles y arcos muy comunes, su desarrollo es efectivo y demuestra que no se necesita encontrar el hilo negro para sobresalir; sólo hay que contar bien las historias.

Visualmente, la película no tiene desperdicio alguno, y sorprende que con un bajo presupuesto (algo característico de A24), tenga una identidad visual tan marcada. Puede parecer extraño, pero pocas veces una película sobre crimen, inmundicia y personajes deshumanizados había lucido tan bien. Incluso en los momentos más oscuros de los personajes, una tremenda fotografía (a cargo de Ben Fordesman) se encarga de enmarcar su perdición. Aspectos como el diseño de producción y el vestuario, que oscilan entre la podredumbre y la sangre, son más que cumplidores al hablarnos de los personajes. El único “pero” recae en el uso de los efectos visuales, especialmente rumbo al final de la cinta. Hay inquietantes momentos de body horror, y otros donde la ejecución de las ideas no resulta tan convincente. Se entiende la intención de la directora, pero no deja de ser una realización llamativa.

Con una mezcla de erotismo, violencia, rareza y hasta fantasía, Amor, mentiras y sangre presenta la historia de amor más bizarra de los últimos años. Es cierto que sus temas se han visto en decenas de producciones, pero su propuesta en términos de lenguaje cinematográfico vale totalmente la pena. Gracias a su brillante puesta en escena, Rose Glass se posiciona como una cineasta a la que vale la pena tener en la mira. Puede que el final provoque opiniones divididas, pero en una historia donde el amor es el peligro más grande, ese es el menor de los males.  

Juan José Cruz. Soy de los que siempre defendió a Robert Pattinson como Batman y puede ver la misma película en el cine hasta 7 veces. ¿Mi gusto culposo? El cine de terror de bajo presupuesto.