Guasón 2: Folie à Deux – Crítica de la película
Esta esperada secuela es una cinta tremendamente ambiciosa que, al tratar de abarcar varios temas, termina banalizándolos.
Si hay algo que queda claro al analizar la trayectoria de Todd Phillips, director de Guasón (2019), que ahora repite esta labor con la película secuela Guasón 2: Folie à Deux, es que tiene una ambición desmedida. Fue él quien, tras hacerse un nombre mediante varias comedias guarras y desenfrenadas como Aquellos viejos tiempos (2003), ¿Qué pasó ayer? (2009) y Todo un parto (2010), le hizo un pitch a Warner Bros. para una cinta que reimagina al icónico villano de DC como parte de una producción solemne y sórdida que explora la naturaleza de la violencia y las discapacidades psicosociales.
La apuesta, que en su momento fue cuestionada por muchísimas personas, resultó exitosa y la entrega no sólo le dio al realizador otro estatus ante la industria, alejándolo de los chistes simplones, sino que, además, se alzó con el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia durante su edición de 2019. Por si eso fuera poco, el filme se convirtió, en ese entonces, en el más taquillero con clasificación para adultos, recaudando más de $1,000 millones de dólares alrededor del mundo.
Era de esperarse, pues, que Phillips volviera a echar mano de su ambición –quizás ahora más monetaria que imaginativa, pero ambición después de todo– para regresar al universo de Arthur Fleck en una continuación más grande, pero que batalla por justificar ese cambio de escala.
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En esta ocasión, seguimos a Arthur (Joaquin Phoenix) en su día a día como paciente del instituto psiquiátrico Arkham, mientras aguarda su juicio por los atroces asesinatos que cometió hace algunos años, entre ellos el del conductor televisivo Murray Franklin. Todo el poder que por unos breves momentos tuvo el estelar, quien terminó la primera entrega como símbolo de una revolución antisistema, ahora se ha esfumado, por lo que su existencia, ya como recluso, es miserable. Las cosas cambian cuando, durante su clase de música, Fleck conoce a Lee Quinzel (Lady Gaga), otra paciente. Ambos se enamoran perdidamente del otro, aunque por razones opuestas.
Lejos de traducirse en pantalla como una expansión orgánica de las ideas de su predecesora, la película Guasón 2: Folie à Deux se siente más bien como un capricho. Como si Phillips y el coguionista, Scott Silver, emocionados por el éxito de su experimento inicial, dijeran: “Es momento de llevar las cosas al siguiente nivel”. Así, confeccionaron un largometraje que trata de todo y de nada.
Crítica de la película Guasón 2: Folie à Deux
De entrada, es un musical –70% del metraje transcurre entre canciones y bailes–, pero también un drama judicial –las escenas del juicio del protagonista, con todo y la presencia de Harvey Dent (Harry Lawley), que pudo haber sido un fiscal desconocido, ya que el hecho de que sea ese personaje no cambia la trama ni la hace avanzar de forma especial–, y de vez en cuando se asoman accidentadas críticas al papel de los medios en la glorificación de figuras ominosas –el juicio se transmite en TV y en cuatro ocasiones o más se menciona que se hizo una película basada en la vida de Arthur–, todo enmarcado en una historia de amor. ¡Ah! Con una introducción animada al estilo Looney Tunes.
Es importante mencionar de nuevo la ambición. Por supuesto que las intenciones de los involucrados son merecedoras de aplausos. Un salto de fe como este es refrescante, sobre todo cuando el cine basado en cómics está falto de creatividad.
De hecho, en la forma, todo es sobresaliente: los números musicales, si bien algunos desentonan con el resto del conjunto, son vibrantes y vigorizantes; la fotografía de Lawrence Sher envuelve con su turbia perfección y las interpretaciones de los estelares son hipnotizantes. Phoenix sigue dándolo todo, haciendo de Arthur alguien perturbador, y Gaga le da al trastorno de Lee (Harley) un bienvenido toque de vulnerabilidad. Eso sí, contrario a lo que indican los adelantos, esta es una “locura de uno”, pues el personaje de Quinzel aparece en contados momentos, sin la oportunidad de despegar del todo. Este es un viaje que, en su mayoría, le pertenece al titular.
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Lo que deja mucho que desear es el fondo. Mientras la primera cinta ofrecía interesantes lecturas sobre los peligros de la indiferencia de las sociedades ante las personas que se desenvuelven en su entorno de formas poco comunes, esta secuela banaliza esas lecturas, convirtiéndolas en torpes, predecibles y obvias lecciones moralmente ambiguas sobre quiénes merecen, o no, justicia. Es muy probable que esto levante más polémica que hace cinco años.
Al final, la película Guasón 2: Folie à Deux es un extraño remate para un chiste que estaba ganando impulso, pero que se cae al no definir bien cuál es la reacción que quiere causar en el público.