Párvulos: Hijos del apocalipsis – Crítica de la película
Con sólidas actuaciones y valores de producción, la nueva película de Isaac Ezban es aterradora no sólo por lo que muestra, sino por todo aquello en que nos hace pensar.
Para hacernos reflexionar, nada mejor que una película apocalíptica. Desde problemas sociales hasta desastres naturales, el séptimo arte nos ha hecho pensar –y temer– sobre lo que seríamos capaces de hacer ante escenarios catastróficos. Luego de que el mundo enfrentara una situación aterradoramente similar hace algunos años, Isaac Ezban presenta Párvulos: Hijos del apocalipsis, su más reciente película, y en la cual reúne todo lo que mejor sabe hacer para mostrar su propia versión del fin del mundo.
En un mundo desolado por el ataque de un virus, tres hermanos (Salvador, Oliver y Benjamín) viven solos en una casa abandonada en medio del bosque. Pasan sus días esperando el supuesto regreso de sus padre, escuchando el mismo disco y cazando para alimentar a los “monstruos” que ocultan en el sótano. Cuando la necesidad y la curiosidad los llevan a explorar más allá del territorio que conocen, los tres se enfrentan a situaciones que desafiarán su inocencia y la rutina que han creado.
Desde su concepción, Isaac Ezban señaló una de sus más grandes inquietudes a la hora de hacer esta película. Quería contar una película sobre el fin del mundo, pero sin enfocarse en la grandilocuencia de la destrucción o los tópicos que todas las películas así favorecen. El mexicano prefirió ahondar en una pregunta al mismo tiempo dolorosa y cuya respuesta no llega fácil. ¿Qué pasaría si la infección o la tragedia se acercan a los seres que uno ama?
Al frente de Párvulos: Hijos del apocalipsis están Félix Farid, Mateo Ortega y Leonardo Cervantes, el trío de hermanos que debe enfrentar el miedo a ese virus que arrasó con todo, y también el pavor a crecer y asumir un nuevo rol. La química entre ellos es fascinante, y aun cuando enfrentan secuencias intensas a nivel físico y emocional, su interpretación nos mete de inmediato en la desolación. Los tres sobresalen en aquellos momentos donde la dinámica familiar va del horror a la inocencia, y del drama a la risa. Ni por un segundo se duda sobre el parentesco que comparten.
Junto a ellos podemos ver el trabajo de Carla Adell, perfectamente bien integrada para ofrecer esperanza y crecimiento a Salvador. También están Juan Carlos Remolina en una de las secuencias más brutales de la película, y Noé Hernández con un nivel interpretativo que quizá en idea se entendía mejor, pero en la cinta desentona con lo mostrado previamente.
El guion, escrito por Ricardo Aguado-Fentanes y el mismo Ezban, resulta muy convincente a la hora de abordar el apocalipsis en un nivel más personal. Párvulos: Hijos del apocalipsis es una destacada cinta de terror no sólo por los jumpscares y esos monstruos que se ocultan en el sótano. Genera aún más tensión por los miedos que enfrentan los hermanos: desde no tener para comer, hasta no saber si estarán juntos un día más. Ezban, experto en hablar sobre los miedos, construye un relato que inspira buenos sustos, pero brilla al convertirse en un poderoso coming of age.
En medio del virus que se expandió terriblemente mal, Salvador se transforma en una figura paterna para sus hermanos. Sin embargo, él ni siquiera se ha convertido en hombre. Oliver está por llegar a la adolescencia, y al mismo tiempo debe ser un equilibrio entre la rudeza del hermano mayor y la inocencia de Benjamín. Este, el más pequeño, brilla por sus decisiones erráticas que podrían resultar en la muerte de todos. El vínculo familiar que muestran da pie a una tensión constante, y también plantea algunos dilemas morales cuya resolución sobresale por su crudeza.
Como vimos en El incidente, Los parecidos y Mal de ojo, Isaac Ezban no teme en llevar a sus protagonistas al extremo. Párvulos: Hijos del apocalipsis es una prueba todavía más notable de ello, y de su evolución como cineasta. Aunque las películas de zombies cuentan, por default, con sangre, momentos viscerales y momentos dignos de impacto, en esta todo se siente aún más orgánico.
Junto a los hermanos protagonistas, el espectador va descubriendo poco a poco más detalles de este mundo vacío. La mitología alrededor de la infección resulta creíble en su gran mayoría, y también nos lleva a amargos recuerdos sobre su parecido con la realidad. En manos de otro cineasta, el tema podría parecer hasta forzado, pero Ezban y su coguionista toman la correcta decisión de trabajarlo con respeto.
Técnicamente, Párvulos: Hijos del apocalipsis es una película muy competente y meritoria de una sala de cine. El manejo de cámara, los encuadres y sus imágenes desaturadas nos trasladan, desde su primera secuencia, a un entorno sin esperanza. Un entorno que sobrevive gracias a las pocas especies que quedan, y a los recuerdos. La música de Camilla Uboldi (Casi el paraíso) y Edy Lan (El incidente) no se queda atrás y ayuda a incrementar la tensión sin caer en la estridencia. Como buena película de zombies, el maquillaje, prostéticos y los efectos especiales no se quedan atrás. Las criaturas tienen un diseño correcto, y aunque su participación es mesurada, encajan en este doloroso apocalipsis.
Por más interesante que resulte este universo y los personajes que luchan en él, es inevitable no pensar que el ritmo tiene algunos problemas. Una vez establecidas las reglas de la dinámica, el camino al tercer acto se siente pesado. Hay secuencias que no fluyen con la solvencia del principio, y cerca del final se hacen presentes elementos y personajes que inclinan la historia en otra dirección. Estos no surgen de la nada, pero tampoco se sienten como parte integral de la trama. Llevan incluso a momentos innecesarios y hacen que algunos momentos en el clímax pierdan efectividad. Sin duda, una mejor exploración e integración de todo ello pudo dar mejores resultados.
Párvulos: Hijos del apocalipsis deja un muy grato sabor de boca. Funciona como película de terror, es una gran adición a las películas de zombies, y cautiva en su faceta de coming of age. Con brillantes protagonistas y un notorio esfuerzo técnico, es una propuesta que merece ser vista en la pantalla grande. Aunque su final es lo menos convincente del producto, Isaac Ezban ha creado una experiencia memorable. Un apocalipsis íntimo y efectivo donde el mayor miedo no está en los infectados o los jumpscares, sino en los pensamientos más escabrosos a los que nos puede llevar lo desconocido.