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CRÍTICAS

Napoleón – Crítica de la película de Ridley Scott

23-11-2023, 6:55:44 PM Por:
Napoleón – Crítica de la película de Ridley Scott

Las inexactitudes históricas son lo de menos. El problema de Napoleón, de Ridley Scott, es que no tiene ni idea de a qué aspira. 

Cine PREMIERE: 2.5
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Cuando Ridley Scott dice: “Haré una película con espadas y caballos”, uno sí o sí tiene que prestar atención. Este director es prácticamente una eminencia en lo que concierne a largometrajes ambientados en siglos pasados, inspirados en mitos, leyendas o auténticos pasajes de la historia humana donde el plato fuerte son los enfrentamientos cuerpo a cuerpo o las batallas de dimensiones épicas, mismas que Scott suele resolver sin escatimar en ningún recurso a favor del espectáculo. Así pues, al momento de ocupar su butaca para ver Napoleón, el público hará bien en esperar secuencias bélicas implacables e impecables que cautivan el oído y la mirada. No hay decepción cada que los cañones resuenan; ésa viene una vez que los rugidos se detienen.

Casi cincuenta años después de su ópera prima Los duelistas (1977), Scott retorna al contexto de las Guerras Napoleónicas, ahora para contar la historia del mismísimo líder francés que dio nombre a tales incursiones militares, las cuales pusieron el continente europeo en la palma de su mano y conllevaron la muerte de millones de personas a comienzos del siglo XIX.

De esta película, sin embargo, no hay que esperar una amena lección de historia, como bien ha señalado el también director de Gladiador y El último duelo. Abarcando casi tres décadas en la vida de Napoleón Bonaparte, el relato deviene particularmente apresurado en el abordaje de los acontecimientos importantes —a pesar de sus dos horas y media de duración— y poco amigable para aquellos espectadores que no tengan tan presente lo aprendido de sus libros de historia universal. El propósito de Scott era explorar más bien la idiosincrasia del personaje titular y su turbulenta relación con Josefina Bonaparte, lo cual sonaba muy atractivo en papel, pero en pantalla no consigue funcionar.

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La manera de retratar al general francés vuelto emperador es de mínimo descuidada en la biopic. Se percibe una intención (muy válida) de exhibir al protagonista como un hombre de muchas caras, pero al no profundizar en ninguna, cero oportunidad existe de adentrarnos en su psique. La versión de Ridley Scott es a veces la del estratega sereno y valeroso, a veces la del mandatario ambicioso y berrinchudo, y a veces la del marido celoso y lascivo, mostrado por medio de una serie de viñetas vanas y pobremente hiladas.

Éste es un Napoléon “pequeño”, aunque no por la baja estatura con que se le ha representado en otras expresiones artísticas, sino por el nulo interés en construirlo a través de una narrativa sólida y bien articulada. Cansan, por ejemplo, los repentinos saltos en el tiempo de una escena a otra, sumados a una carencia de ritmo desconcertante. ¿Y para colmo se dice que existe un corte del director de cuatro horas y media de duración? Ojalá al menos esas dos horas extra realmente sirvan para encadenar, distribuir y dosificar apropiadamente los momentos de romance, guerra y política aquí dejados tan a la deriva.

Del lado favorable, Joaquin Phoenix logra darle a Napoleón cierto grado de personalidad unificadora que contrarresta lo disperso del montaje y del guion. Dicho sea de paso, su actuación podría recordar a la de Daniel Day-Lewis en El hilo fantasma por el modo en que ambos lidian con personajes encumbrados y engreídos, de talento innegable, pero inseguros y propensos a hacer rabietas que —conforme a la etiqueta— no cuadran con su estatus.

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El tono es un aspecto en el que Ridley Scott ya renqueaba desde La casa Gucci y tristemente su cojera no ha sanado. Con Napoleón, el cineasta británico da indicios en más de una ocasión de querer ridiculizar al comandante nacido en Córcega; caso curioso pues fueron los mismos ingleses quienes hace 200 años optaron por hacer caricaturas de aquel dirigente rival y en ellas subrayaban, entre otras cosas, su supuesta pequeñez. Sin embargo, Scott finalmente evita entregarse por completo a la sátira y decide mejor homenajear —mediante los vistosos encuadres de su director de fotografía Dariusz Wolski— un par de afamadas pinturas al óleo donde lejos de mofarse de Napoleón, se exalta su imagen de emperador y conquistador.

La película cobijada por Apple TV Plus falla también en establecer un vínculo significativo entre la carrera militar del protagonista y su relación con Josefina Bonaparte. El planteamiento del director era que con sus campañas, Napoleón pretendía o ganarse el corazón de su amada, o destruirla al saberse rechazado. Pero ni las cartas leídas en voz en off ni las escenas que se intercalan acerca de su vida matrimonial sirven para sentir una conexión orgánica entre Josefina y la guerra librada por Napoleón en el extranjero. La emperatriz termina muy relegada, con un hermetismo que al menos Vanessa Kirby torna fascinante con su férrea interpretación.

Ahora bien, la inmersiva ambientación y el meticuloso diseño de producción de Arthur Max no suelen trastabillar en una película de época de Ridley Scott, y Napoleón no es la excepción. La banda sonora original de Martin Phipps asimismo resulta una hipnótica acompañante en todo momento, sea en las situaciones más íntimas o en aquéllas de tensión y explosividad bélica. Tema aparte una alusión musical a Orgullo y prejuicio, de Joe Wright, que no pasará desapercibida.

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Ultimadamente, de lo mucho que se le ha reprochado al épico largometraje de Ridley Scott, las inexactitudes históricas son lo de menos. Dentro del rubro de la ficción, las licencias creativas están siempre a la orden del día, en aras de apoyar la visión o propuesta de un director que en realidad no tiene por qué apegarse forzosamente a lo que asumimos como verdadero. La cronología puede tergiversarse, al igual que todo conocimiento avalado en los anales de la historia, siempre y cuando haya un propósito, que en este caso podría ser la sátira o el estudio de las motivaciones, los demonios internos y demás rasgos de una de las figuras más trascendentes de la historia de Occidente. El problema es que Napoleón no tiene ni idea de a qué aspira. 

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autor Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
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