Violentas mariposas, ganadora de Mejor actriz en el FICM 2024: «Vivimos en un México donde los jóvenes son pensantes, críticos y chingones»
En entrevista con Cine PREMIERE, el director Adolfo Dávila nos cuenta sobre qué motivó su brutal ópera prima, galardonada en el magno evento morelense.
En la 22° edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM 2024), una de las cintas galardonadas dentro de la Sección de Largometraje Mexicano fue Violentas mariposas, ópera prima de Adolfo Dávila. Por medio de ella, el director se propuso plasmar en pantalla grande una estremecedora narrativa en la que la juventud en México no es indiferente a la criminalidad ni a la impunidad dentro de un sistema corrompido.
El premio del que Violentas mariposas fue acreedor en el FICM 2024 fue el Ojito a Mejor actriz. La receptora de esta distinción fue Diana Laura Di, una novel actriz originaria de Baja California Sur y que en esta película —su debut en cine— encarna a Eva, una joven abogada de la CDMX que de día intenta llevar justicia a mujeres violentadas, mientras que de noche es una apasionada cantante de punk.
El argumento de Violentas mariposas parte del encuentro de Eva con Viktor (Alejandro Porter). Él es un estudiante de Filosofía con alma de poeta, hijo de un periodista asesinado y que suele pintar mensajes contestarios en espacios públicos. Entre ambos, emerge una historia de amor que no tarda en agrietarse, a causa de la represión y el abuso de las autoridades. Será decisión de ellos si dejarse someter o tomar el asunto en sus propias manos.
En el marco del FICM 2024, Adolfo Dávila habló con Cine PREMIERE sobre cómo llegó a sus actores principales y de qué manera utilizó la música para el proceso de casting. También reflexionó en torno al espíritu revolucionario de los jóvenes y el diálogo que entabla su película con Güeros de Alonso Ruizpalacios y Esto no es Berlín de Hari Sama.
CP: Viendo la película, me fue imposible no pensar en aquella frase tan recordada de Salvador Allende sobre que «ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica». ¿De algún modo estas palabras también resonaban en ti mientras escribías Violentas mariposas?
Siempre he coincidido con esa idea. Sin duda, gran parte de la motivación de la película fue hablar de jóvenes así. Pareciera que esa idea se ha disuelto, que se han ido estas ideas revolucionarias y de cambio que son propias de la juventud y que si no existen ahí, ¿entonces en qué momento? Mientras pasa la vida, mientras pasa el tiempo, nos vamos acoplando al sistema. Yo creo que el capitalismo tiene ese don ‘maravilloso’ de consumir las ideas y los pensamientos de las personas y volvernos cien por ciento materialistas y dependientes.
Entonces para mí sí había una motivación fuerte de dibujar a unos chavos que fueran rebeldes, contestatarios y críticos. Que tuvieran una visión propia del mundo y una noción de cambio propia de su edad. Es como esa transición entre la adolescencia y la edad adulta en donde todavía hay un momento de esperanza, pensaría yo, antes de que te consuma el sistema. Y ahí es donde yo quería ubicar a mis personajes.
CP: En el corazón de Violentas mariposas, está la abogada punk y el filósofo poeta, a quienes Diana Laura Di y Alejandro Porter interpretan con mucha entrega. ¿Cómo llegaste a estos actores y qué fue lo que más te convenció de ellos?
Llegar a los protagonistas fue un proceso largo y tedioso, sobre todo para el personaje de Eva. Era complicado encontrar a alguien que la interpretara, porque es un papel que tiene muchos matices, de una mujer con un carácter muy fuerte y una personalidad muy definida, pero a la vez debía ser joven y —lo más complicado de todo— tenía que cantar. Yo quería que [quien la interpretara] realmente cantara. Me daba mucho miedo la idea del doblaje o del playback. Sentía que eso le iba a quitar credibilidad a la película.
Hice casting a muchas actrices que intentaron cantar o entender el punk, y ése fue otro proceso muy complicado. Yo les dejaba como tarea: ‘Tráeme una canción punk y cántala’. Pero no entendían ni que era el punk. Me traían algo de Guns N’ Roses y a mí me salían ronchas. No tenían ni idea de cuál era la música que se estaba contemplando. Además de no cantar, traían estas malas referencias. Entonces hubo un cambio de rumbo y decidí buscar cantantes en vez de actrices. Es decir, cantantes que pudieran actuar [y no al revés]. Ahí es donde apareció Di, que vino a apoderarse del personaje y a poner su increíble voz en todas las canciones. No sólo pudo cantar las dos canciones de punk, sino también esta espectacular canción de jazz [tres composiciones originales que suenan en la película].
Y en el caso de Porter, él es un estudiante de actuación muy talentoso, con mucha naturalidad, con una gran capacidad de aprender diálogos y de entender al personaje. Fue muy fácil trabajar con él. De verdad es un virtuoso con mucho futuro para la actuación porque le es muy natural. La cámara lo adora y el crew también. Todos morían por él.
CP: Algo que me fascinó justamente del personaje de Eva es esta dualidad que se manifiesta a partir del punk y del jazz. Al final, ambos géneros musicales son disruptivos, pero poseen matices muy diferentes. ¿Qué puedes decirme sobre esta especie de conversación que hay en tu película entre uno y otro?
Mi intención era dibujar a un personaje que viniera de una cultura musical y que tú no esperarías que tienda hacia el punk. [Uno pensaría] que alguien que tiene conocimientos musicales y un cierto virtuosismo —en su caso, en la voz— no va a hacer esa música que es ruido. Pero esa música que es ruido es la que le permite a ella expresarse, gritar, desahogarse, salir de esa normalidad.
La primera vez que Eva encuentra a Viktor y lo invita a su casa a oír música, le pone un disco de jazz y él le pregunta: ‘¿Pues qué no eras punk?’, por esta creencia de que una cosa impide la otra, cuando en el caso del personaje femenino, no es así. Ella trae una riqueza musical y yo siento que hoy en día, mucho del punk —sobre todo en la Ciudad de México— viene con mucho virtuosismo. Viene con jóvenes que realmente tienen conocimiento musical, que ejecutan instrumentos o vocales de una manera mucho más trabajada de lo que fue el punk de antaño. Y no deja de ser punk. O sea, el cantar bien o el tocar bien un instrumento no te quita lo punk. Es más una actitud; una postura.
CP: Pienso que podría haber un diálogo entre Violentas mariposas y Esto no es Berlín (2019) de Hari Sama, que también ahonda en el tema de la juventud rebelde y la cultura underground en CDMX, pero en los años ochenta.
Sí. Hari trabaja más hacia el pasado y hacia temas de sexualidad. Aquí [en Violentas mariposas] hay una intención de ubicarse en un presente ficticio, que no recrea ninguna realidad en específico y es más bien como una amalgama de realidades que se viven en nuestro país. Tratamos también de incluir música mexicana contemporánea en el soundtrack, además de canciones originales que no fueran este punk necesariamente agresivo que te hace huir, sino que albergaran esta posibilidad de empatía con el público, tanto en la letra como en la música.
CP: Leí en otra entrevista que Güeros (2014) de Alonso Ruizpalacios de algún modo influyó para que tú quisieras hacer esta película. ¿Podrías platicarme un poco más sobre eso?
Fue un comentario que no me encanta. Para nada se trata de hablar mal del trabajo de Alonso. Al contrario, él me parece un gran cineasta. Sin embargo, siento que su película [Güeros] representa un común denominador donde los chavos ya no son rebeldes. Son chavos que están ahí y que se pasean por una asamblea universitaria, pero no se involucran. Son personajes completamente diferentes a los míos. Como que están apaciguados. Y acá no. La intención [de Violentas mariposas] era quitar esa pasividad y mostrar una juventud mucho más proactiva, mucho más pensante. Y en el caso de la película Esto no es Berlín —que también mencionabas—, ahí hay un enfoque mucho más hacia la sexualidad de los personajes y hacia la fiesta. No necesariamente hacia una postura de pensamiento que era lo que a mí me interesaba exponer.
Creo que vivimos en un México donde los jóvenes son pensantes, críticos y chingones. No tenemos una juventud pasiva ni adormecida como podría creerse. O quizás sí, en buena parte, a causa de esto que hablábamos sobre la sumisión y la carencia de rebeldía que viene aunada con el materialismo, el capitalismo, la música pop, las películas y las telenovelas superficiales. Si pensamos en un swiftie, es probable que no sea una persona rebelde y contestataria. Simplemente se asume dentro de una manada.
Siento que hace mucha falta promover la identidad [de cada persona]. Eso es lo que nos hace más libres y propositivos. Si tú no le das al joven esa herramienta —que es el pensamiento que citabas de Salvador Allende—, si tú no le das o alimentas esa revolución dentro de ellos, entonces creas un país sumiso.
CP: En tu película, Viktor se muestra rebelde mediante la poesía y la pinta ilegal de mensajes contestatarios en espacios públicos, incluido el metro de la CDMX. Últimamente, cada vez que veo una película filmada en alguna estación o vagón de metro, me pregunto si fue difícil conseguir los permisos o si hubo algo de «guerrilla» (sin permiso previo) detrás. ¿Aquí cómo sucedió?
A pesar de que sí obtuvimos un permiso para poder filmar en el metro, nos tuvieron muy castigados. ‘Tienen tres horas y sólo pueden entrar a estas dos estaciones’. Y nos dieron las estaciones más feas de toda la ciudad. Yo les decía: ‘No, yo quiero ésta, ésta y ésta’. Pero insistían: ‘Imposible, tienen tres horas’. Y nos la súper cumplieron. ‘No pueden pintar en el metro, ni tampoco pueden faltarle el respeto a la autoridad’. O sea, esa escena del policía en donde los jóvenes le faltan el respeto a la autoridad no puede ser posible… ¡Por favor! ¿Pues en qué país vivimos? Aquí no hay nadie que le tenga respeto a la autoridad, porque aparte no se dan a respetar.
Pero esa escena [en la que Viktor pinta una frase en el muro de una estación] tuvimos que recrearla —y esto espero que no me meta en problemas— de una forma de “guerrilla”. En cuanto [los supervisores del metro] se voltearon tantito, nosotros hicimos todo el gesto del trazo de cada letra. Pero no hubo pintura. Le pedí al actor que escribiera con el spray en la mano, pero sin aventar pintura. Esa la pusimos en posproducción.