Moana: La princesa de Disney que no quiso ser princesa
La aventura polinesia de Disney rompe los moldes y cumple la transición prometida desde Frozen: de princesas enamoradas a heroínas apasionadas. ¿Quién necesita a un príncipe?
En Moana: Un mar de aventuras, la protagonista no es una delicada princesa en busca del amor de su vida. Es una guerrera que tiene que salvar al mundo y cuyo hogar dista mucho de un lujoso reino: las islas del sur del océano Pacífico, tal y cómo eran hace 2,000 años.
Con esta cinta, Disney sigue rompiendo los moldes que tan buenos frutos le rindieron por tantas décadas, y aunque no es la primera vez que lo hace (Frozen: Una aventura congelada resucitó a las princesas, pero se rehusó a usar la fórmula clásica al centrarse en el amor fraternal), parece que la nueva protagonista completó la transición: de las princesas de Disney a las heroínas de Disney.
“Nos soy una princesa”, ella misma le dice a su cómplice, un semidios llamado Maui, en medio de sus aventuras. Y luego se voltea y sigue navegando el océano.
Agua profunda
La riqueza de la cultura polinesia ha despertado curiosidad desde los inicios del cine. El mismo Robert Flaherty, pionero del documental, realizó en 1926 un filme también titulado Moana (el primero para el que se usó el término “documental”, de hecho). En aquel material retrató la vida de los habitantes de Samoa, a través de los ojos de uno de ellos. Dicho héroe llevaba el nombre de Moana, que en lenguaje samoano significa “Agua profunda”.
En este sentido, se trata de un nombre que ahora es más que adecuado para esta heroína de 16 años. Aunque vive en una isla polinesia ficticia llamada Motonui, protagoniza una aventura bien fundamentada en las investigaciones que los creadores John Musker y Ron Clements (Aladdín, La sirenita) hicieron sobre estas civilizaciones durante sus viajes a la región.
Moana proviene de una raza de antiguos navegantes. Pero justo hace 2,000 años, dejaron súbitamente de hacerse a la mar, por una razón que los historiadores no han podido descubrir. Después de un milenio de no tocar las aguas, finalmente volvieron a cruzar el Océano y fundaron Hawái y Nueva Zelanda. Es en esa pausa de navegación en la que se ubica esta historia, que, en realidad, era muy distinta al inicio.
“John Musker comenzó a leer sobre Oceanía y se maravilló con sus historias”, nos contó Osnat Shurer, productora de la película, al reunirnos con ella en Burbank, California. “Vio que la figura de Maui, un semidiós de la región, era muy interesante, así que junto con Ron Clements pensaron que sería el protagonista perfecto para una película épica”.
Musker y Clements, por su parte, coincidieron en que fue hasta que comenzaron con los viajes a las islas del sur del Pacífico para llevar a cabo la investigación de campo, que se dieron cuenta de que Moana debía ser su protagonista.
“En la historia original que teníamos, Maui era el personaje central y queríamos que hiciera equipo con una joven aventurera”, explicó Clements. “Pero después del primer viaje de investigación nos dimos cuenta de que debía ser al revés, pues tenía que ser alguien de la tribu quien los hiciera navegar de nuevo”.
Musker admitió que la ausencia de romance fue una apuesta arriesgada, pero lógica. “Nuestra protagonista no tiene tiempo de un romance por todas las aventuras por las que pasa. Creo que ese debe ser el corazón de cualquier película. Las emociones más allá de los romances”.
Otro riesgo, pero que obedeció a ser leales a la cultura y abrir espacios para talento polinesio, fue la selección de la voz de Moana, quien es interpretada por Auli’i Cravalho, una desconocida salida de un proceso de casting por el que desfilaron miles de participantes.
Viaje al fondo de Moana
Sentados en el teatro Frank G. Wells, dentro de los Walt Disney Studios de Burbank, California, fuimos testigos de algunas escenas que nos adentraron fácilmente en el universo de la nueva guerrera de Disney. Vemos a una pequeña Moana ser llamada por el mar para que navegue. Corte a: se encuentra con Maui, quien tiene una divertida relación con sus propios tatuajes.
Posteriormente, nos guiaron a una bodega acondicionada, donde trabajó parte del equipo de animación. Se trataba de un sitio provisional al que le llamaban Moana Tujunga Office. En los diferentes cuartos había maquetas de Motonui, basadas en los viajes a las islas del sur del Pacífico, y monitores que mostraban cómo fueron creados cada uno de los personajes.
Jessica Julius, directora creativa ejecutiva, nos explicó que el primer paso para hacer esta película lo dieron hace cinco años, cuando contactaron a expertos en el tema para comenzar con la investigación que nutriría a los diversos departamentos de producción. Sin embargo, fue hasta que viajaron por primera vez a las islas del Pacífico que todo tomó forma.
“No hay nada como ir al lugar y experimentarlo: viendo directamente entiendes mejor lo que investigas”, nos comentó. “El primer viaje fue en octubre de 2011. Primero nos enfocamos en las islas de Samoa, Fiji y Tahití. El objetivo era conocer a locales que nos orientaran. Al principio fue todo tipo de gente, luego buscamos lingüistas, antropólogos, artistas, pescadores, tatuadores, gente que ha estado en contacto con las raíces de su cultura, eso le da mucha autenticidad a lo que eventualmente sale en el filme”.
El siguiente viaje fue en mayo de 2014, pero el destino cambió a Nueva Zelanda, con un equipo más grande, enfocado a la investigación de la cultura musical: a final de cuentas, Moana es un musical. Ese viaje coincidió con el Pacific Island Fest, un encuentro que festeja las raíces culturales de la zona y que se hace cada cuatro años: además de música típica de la región, hay bailes, disfraces y gastronomía polinesia. Todo esto se conjuntó para terminar de definir el rumbo que tomaría Moana a nivel técnico, pero el cambio radical en el argumento sucedió cuando el equipo supo acerca de ese lapso de 1,000 años en que los polinesios dejaron de viajar.
“Los habitantes de las islas nunca le han temido al mar, lo ven como una forma de conectarse, no como algo que divide”, nos dijo Jared Bush, uno de los guionistas de la cinta. “Cuando vimos que habían sido navegantes y que lo dejaron por tanto tiempo sin explicación alguna, supimos que ahí había espacio para nuestra historia”.
Quizás había sido una niña de 16 años la que los había regresado al mar….
La controversia de Mini Maui
Entre la gama de personajes de Moana, uno de los que más llamó la atención antes de su llegada a los cines fue Maui. El semidios cuya voz en inglés está a cargo de Dwayne “The Rock” Johnson (de ascendencia polinesia, por cierto).
Este personaje tiene la habilidad de cambiar de forma —puede ser desde un tiburón o un halcón, hasta una lagartija—, es musculoso y su cuerpo está lleno de tatuajes. Sin embargo, este semidiós no es ningún invento de Disney, sino una verdadera deidad. Desde luego, el equipo de animadores se tomó ciertas libertades al crearlo, como basar su físico en atletas o bien, hacer un tatuaje muy particular.
“Maui está cubierto de tatuajes y muchos de ellos hablan de su pasado, pero hay uno que representa una versión de él que se llama Mini Maui”, explica la leyenda de la animación Eric Goldberg, quien, a lo largo de su destacada y extensa trayectoria ha sido responsable de las maravillas de Aladdín, Hércules, Fantasía 2000, La princesa y el sapo, entre otras, además de darle vida a Mini Maui. «Tiene su propia personalidad, es su álter ego, su porrista, pero sobre todo, su conciencia. A Maui le gusta sacar ventaja en ocasiones y Mini Maui está ahí para regresarlo al camino correcto».
Una de las diferencias en Moana con respecto a los personajes de Disney en el pasado es su origen étnico. Una representación que debía ser respetuosa y empática. Según lo reportó Variety en su momento, el disfraz para Halloween de Maui tuvo que ser retirado de las tiendas. Muchas personas encontraron insultante que se utilizara el color de la piel de los nativos de las islas como disfraz. Se trataba de una prenda de cuerpo completo, que cubría a quien lo usara con una suerte de piel oscura llena de tatuajes. Disney se disculpó y retiró el disfraz de las tiendas.
Controversias como ésta son parte de los riesgos al hacer Moana. Una cinta en la que la protagonista no busca el amor eterno, sino saber quién es y el lugar que ocupa en su mundo. Algo muy distinto a lo que Disney nos tenía acostumbrados.
Así, lo que comenzó hace cinco años con un viaje para desarrollar un proyecto animado acerca de un semidiós de la cultura polinesia, se transformó en una aventura épica comandada por una guerrera de 16 años. Moana: Un mar de aventuras, rodeada de espectaculares innovaciones y un toque de controversia, manda un mensaje claro a la audiencia de hoy: no se necesita ser una princesa para tener el mundo a tus pies.
Datos curiosos sobre Moana
Música de lujo. Lin-Manuel Miranda, la sensación de Broadway por su trabajo en musicales como In the Heights y Hamilton, fue el encargado de musicalizar Moana. Y, de paso, de hacer cantar a “The Rock” en la película.
Novata al ataque. John Musker contó que Auli’i Cravalho fue la última persona en hacer la audición para la voz de Moana. De hecho, ni siquiera lo iba a hacer originalmente. Una directora de casting vio un video suyo para otro proyecto y contactó a su mamá para que lo hiciera. Este fue el primer trabajo profesional de Cravalho, quien tenía 16 años cuando la cinta llegó a los cines.
Innovación. Para lograr que tanto el efecto del agua como las cabelleras de Moana y Maui se vieran naturales, los expertos de Disney crearon un nuevo software para alcanzar el realismo que buscaban.
Una versión de este artículo se publicó por primera vez en Cine PREMIERE #267 de diciembre de 2016.