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Cine

De naturaleza violenta – Crítica de la película

11-10-2024, 1:21:21 PM Por:
De naturaleza violenta – Crítica de la película

Este slasher escrito y dirigido por Chris Nash es, en papel, una de las propuestas más interesantes del subgénero en años, pero su ejecución es más divisiva que efectiva.

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El slasher, no puede negarse, es uno de los subgéneros preferidos por los fans del terror. Es, por ello, también uno de los más explotados y derivativos. A cada Norman Bates le sigue un Leatherface, le sigue un Michael Myers, le sigue un Jason Voorhees… Una larga cadena de violencia e historias que, inevitablemente, terminan por tornarse genéricas, entumecedoras, y de las que es casi imposible distinguirse si no es a punta de brutalidad extrema. La película canadiense De naturaleza violenta (In a Violent Nature), escrita y dirigida por Chris Nash, es un loable intento por demostrar la existencia de terrenos fértiles para, por lo menos, continuar con la experimentación de sus convenciones, ya por demás conocidas.

Afirmación hecha con plena conciencia de que sí, la película De naturaleza violenta es otra historia de un bestial asesino enmascarado cuya furia es desatada sobre el grupo de adolescentes incautos en turno, cada uno ejecutado de una forma más despiadada que el anterior (no es un spoiler: ésa es la descripción de casi todo slasher). Sin embargo, Nash toma una decisión conceptual que, desde el guion, transforma la focalización narrativa de su película. Y, con ello, nuestra percepción sensorial y hasta la alineación de nuestras simpatías.

La película De naturaleza violenta.

Incluso, durante la mayoría del metraje, la cámara es intransigente con esta declaración de intenciones. La película De naturaleza violenta inicia con un plano detalle de un relicario, pendiendo en algún lugar de un bosque. Voces masculinas conversan casualmente sobre leyendas de un crimen cometido en la región, y luego, una mano entra a cuadro y roba el relicario. Las voces se van y, después de unos segundos de silencio, el plano se abre. Entonces se revela que el pequeño estuche hacía más que sólo marcar una tumba en las ruinas de una torre de vigilancia. El daño está hecho: de la tierra emerge una mole silenciosa de piel pútrida, un leñador zombi, y la cámara no le abandonará casi nunca.

Es como si Nash se hubiese planteado “¿qué pasaría si toda Halloween (1978) fuese como su prólogo?”. Esta decisión, casi en automático, cambia nuestra percepción del monstruo. Sí, será perpetrador de barbaridades cuyos detalles son mejor reservados para la sala de cine, pero también se revela ante nosotros como una entidad cuyo descanso es perturbado sin razón. (“Ay, estos chamacos estúpidos que toman lo que no es suyo”). Cual alma en pena, vaga por el bosque en busca de su relicario, sin detenerse ante nada ni nadie que se interponga. Al otro lado de la pantalla, seremos testigos de todo el viaje, con todo y hasta los detalles más tediosos e innecesarios.

Como dispositivo narrativo, seguir al monstruo en (casi) todo momento tiene repercusiones interesantes y efectivas. A través de su perspectiva vamos conociendo, casi a cuentagotas, el mundo en el que estamos: guardabosques, cazadores furtivos, adolescentes idiotas de campamento, más detalles sobre la leyenda en cuestión que revelan un devastador crimen y el trágico final de una comunidad, cuya víctima podría o no ser nuestro protagonista. Cuando las cabezas comienzan a rodar, esta perspectiva crea un sentido de anticipación distinto, singular: sabemos que sucederá. Las incógnitas son el método de ejecución, si la víctima se percatará para poder luchar y cuánto resistirá antes de sucumbir a su desagradable destino. Es en estos contados momentos que la cámara se separa del depredador para situarnos en los zapatos de la presa. Y, por lo general lo hará con prolongados planos secuencia que exaltarán la tensión.

La película De naturaleza violenta.

El mismo recurso se utiliza en los momentos “entre asesinatos”. Así, estos crean un ritmo contemplativo que le ha merecido a De naturaleza violenta el calificativo de película slasher por vía de Tarkovsky. Temáticamente, y en un nivel superficial, quizá sería más apta una comparación con el húngaro Béla Tarr, quien a menudo ha sido citado diferenciando su cuerpo de trabajo y el del ruso por cómo representan la naturaleza. En las películas de Tarkovsky, “la lluvia purifica a las personas. En las mías, sólo crea lodo”. El mundo, en Tarr, es indiferente ante la desgracia.

La naturaleza, presentada como implacable, imparcial y amoral en la película de Nash, juega un rol crucial y opresivo en la narración. El monstruo sólo es una encarnación de su fuerza, que demanda retribución al ser molestada. No es sólo la imponencia de esta mole inmortal lo que perturba. Es también la fría quietud del agua ante la muerte, el canto incesante e indiferente de incontables pájaros mientras un ser vivo despedaza a otro. O el silencio de la noche roto, sin consecuencia, por gritos desesperados de auxilio.

El gran problema de Nash es que consigue este efecto gracias a un diseño sonoro impecable y rico en texturas. Pero no siempre lo logra con la fotografía. Las imágenes rara vez alcanzan la elevación poética de Tarkovski, ni de Tarr, ni de Malick (a quien el director ha citado como influencia). De hecho, en más de una ocasión, aparecen vacías de significado, llenando el espacio entre una muerte y otra con el mismo encanto que un videojuego en tercera persona, pero sin la posibilidad de presionar un botón para agilizar las cosas. Inevitable pensar, como niño pequeño viajando por carretera en el auto de sus padres: “¿cuánto falta?”.

La película De naturaleza violenta.

Y podría parecer un despropósito pedir significado a un slasher, quizá la menos pretenciosa y más inocua de las ramas del terror. Sólo que, con su forma, la película De naturaleza violenta pone de manifiesto unas intenciones más elevadas. Sin embargo, forma sin fondo es puro efectismo, y aunque Nash siembra algunas ideas sobre la amoralidad impávida de la naturaleza (un cambio de enfoque refrescante para el subgénero, a menudo plagado de moralidad juiciosa hacia adolescentes calenturientos), no logra profundizar lo suficiente para hacerlas germinar.

Lo que nos deja, una vez más, con un relato muy somero, casi como pretexto para una serie de ejecuciones brutales que, eso sí, pueden resultar genuinamente ingeniosas y hasta divertidas. El asunto, para quienes vayan en busca de un slasher promedio, será conciliar el hecho de que éste demanda contemplación para sumergirse en su atmósfera desoladora. Advertidos están los espectadores más cortos de paciencia.

 

autor Este no es el droide que estás buscando. Crítico y periodista de cine, actual editor en jefe de Filmelier en México y Brasil. También edita el blog de Film Club Café.
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