Amor eterno
De la directora Shana Feste, Endless Love escurre suficiente miel y no pierde su condición de drama romántico, pero es mesurada en la tragedia y coherente.
Era 1981 y las expectativas eran altas. Franco Zeffirelli, el legendario director italiano dirigía a la sexy bomba adolescente Brooke Shields en lo que prometía ser una cinta provocadora por su mezcla romántico –erótica en una trama por demás dramática en la que un par de adolescentes se enredan en una relación de amor profundo pero tormentoso, al que se oponen los padres de ella. Pero quizá en un intento por crear su versión de Romeo y Julieta (que con mucho éxito había llevado a la pantalla en 1968) a Zeffirelli se le pasó la mano en la dosis de tragedia al hacer que el protagonista (Martin Hewitt) tomara la incomprensible decisión de incendiar la casa de su amada para que los padres de ella lo aceptaran… El fracaso fue tan estrepitoso, que de no ser porque su canción tema (interpretada por Lionel Richie y Diana Ross) se volvió un clásico romántico, difícilmente alguien recordaría la película.
¿Por qué entonces revivir semejante bodrio ochentero? “No es un remake” –afirma Gabriella Wilde (Carrie), la protagonista de la versión 2014. “Hay puntos de encuentro entre ambas tramas, se conservan los nombres de algunos personajes, pero prácticamente lo único que comparten es el título.” Y así es. Shana Feste, directora de origen indie, toma la película original como una mera base para recontar la historia de una manera más auténtica. Jade Butterfield es una niña rica y guapa que no ha disfrutado de su adolescencia por estar metida en los libros y acompañando a sus padres, quienes aún no se han recuperado de la muerte de su hijo Chris. El día que se gradúa de la prepa Jade conoce a David (Alex Pettyfer) y surge entre ellos un amor de esos que sólo existen en el cine y que hacen suspirar a las adolescentes alrededor del mundo.
Si bien Amor eterno (Endless Love) escurre suficiente miel para provocar un coma diabético y no pierde ni por un momento su condición de drama romántico. Shana Feste es mesurada en la tragedia, coherente en las acciones de sus personajes y atina en aprovechar la historia de amor adolescente desbordado para echar un vistazo fugaz a las relaciones entre amigos, hermanos, padres e hijos y más importante, en lo que le puede pasar al amor después de 20 años de matrimonio. Y es justamente en esta falta de pretensión en donde la película se rescata. Sin duda resultará un éxito entre las chavitas que apenas dejaron atrás a las Princesas y bien puede resultar un excelente trampolín para los incipientes Wilde, Pettyfer y para la misma Feste, que sorpresivamente parece que ha sabido componer lo que Zeffirelli echó a perder.