Aún estoy aquí – Crítica de la película

Basada en una historia real, la más reciente cinta del brasileño Walter Salles pone en despliegue su habilidad como narrador.
La película Aún estoy aquí es el cuento de dos Estados: uno que quita y otro que retribuye. Uno represor y otro que garantiza todas las libertades. Un Estado “malo” y un Estado “bueno”. Se puede acusar de maniqueísta al cineasta brasileño Walter Salles, particularmente sobre su postura política, claramente liberal demócrata. Pero el tratamiento que el cineasta brasileño hace de la desaparición de Marcelo Rubens Paiva (Selton Mello), un arquitecto que vivía en Río de Janeiro y que fue secuestrado por el ejército de la dictadura militar brasileña de la década de los 70, adopta una mesura prudente que no se libera en una catártica violencia sino en momentos precisos de demoledora fuerza.
Se podría decir, como en otros casos, que la película Aún estoy aquí pertenece tanto a su cineasta como a su actriz principal. Fernanda Torres, quien se hizo acreedora al premio a la Mejor actriz en el Festival de Cannes en 1986 por la película Eu Sei que Vou te Amar (Jabor, 1986) y recientemente al Globo de Oro como Mejor actriz dramática por su papel como Eunice Facciolla Paiva, la esposa de Rubens Paiva que luchó incansablemente para que se aclarara su desaparición.

Con una presencia silente y haciendo gala de una extraordinaria gama emocional contenida principalmente en miradas y sonrisas forzadas, Fernanda Torres es más que meramente el rostro de la película Aún estoy aquí, sino que es también cuerpo y espíritu. Sus decisiones actorales son las que marcan el ritmo de la película, evadiendo siempre cualquier tipo de estridencia o desplante. El personaje de Eunice contiene tanto la furia que se desborda en amor por sus hijos, mostrando un valor que bajo la mirada de Salles se vuelve indispensable para sobrevivir una dictadura: la resiliencia.
Torres encarna esa resiliencia pero no mostrando una cara abnegada, sino buscando pequeños momentos de normalidad en medio de una crisis, como quien quiere tener un plácido día de campo en medio de un incendio forestal. Basta con ver la escena en la heladería en la que tras conocer el destino de su esposo, Eunice lleva a sus hijos por un helado, haciendo una pálida imitación de una escena similar con la familia completa al inicio de la película.
Eunice ve a sus hijos reír y disfrutar su helado mientras desliza su mirada hacia otras mesas en las que hay parejas, amigos y personas que disfrutan de un goce tan banal que en tiempos de durísimas restricciones y privaciones, se vuelven sumamente valiosos. La banalidad de la escena conmueve tanto a Eunice que sus ojos se inundan pero no suelta ni una lágrima.
Eunice, como muchas otras mujeres en su posición, busca proteger a su familia de su propio sufrimiento. No comparte en ningún momento su pesar con sus hijos y mantiene una estoicidad que a veces parece rayar en la negación. Cuando están realizando un reportaje sobre su caso y uno de los periodistas pide una foto, Eunice le pide a sus hijos que sonrían, como si esa sonrisa fuese un último vestigio de dignidad ante los rampantes atropellos de la dictadura.

Dentro de la filmografía de Salles, la película Aún estoy aquí demuestra el oficio obtenido trabajando en producciones hollywoodenses como su adaptación de la novela On the Road (2011) de Jack Kerouac o en el remake de horror japonés Dark Waters (2005). Pero incorpora un fuerte sentido político presente en Central do Brasil (1998) y Diarios de motocicleta (2004). Con estas dos últimas, Aún estoy aquí comparte un espectro político que parece haberse diluido en los tiempos contemporáneos.
Ante el incontenible ascenso de los movimientos de extrema derecha en diferentes partes del mundo y su radical renacimiento en muchas partes de Latinoamérica, la película Aún estoy aquí busca reafirmar la necesidad de un Estado que proteja y otorgue garantías básicas. Salles cree con fervor en el poder del Estado, tan es así que lo único que otorga paz a Eunice después de años de resistencia, lucha y sufrir persecución por parte de militares, es un documento oficial: un acta de defunción firmada por el Estado brasileño. Mientras Salles hace un cuento político, Fernanda Torres lo eclipsa recreando y no interpretando a Eunice.
En la primera parte de la película, antes de su desaparición, Rubens juega con su hija más pequeña en la playa. Deciden enterrar el diente de leche que ella acaba de perder y ella le dice que será imposible encontrarlo de nuevo. Rubens la insta a que crea en él- “ya conté los pasos de aquí a la casa” le dice- y entierran al diente, cuando ella se distrae, Rubens saca rápidamente el diente y lo guarda. La niña se queda con la fantasía de un tesoro perdido, que le es devuelto por su madre cuando la familia debe dejar Rio de Janeiro.
Un acto de magia que da paz y sensación de cierre. Si se puede encontrar un diente en la inmensidad de una playa, se puede recuperar un cuerpo, real o simbólico, de un país entero para poder recordarlo hasta que el tiempo disperse su recuerdo en el aire. Seguir ahí para poder irse.
