Carrie
La adaptación de la novela homónima de Stepen King funciona para el target al que se dirige. La protagoniza Chloë Grace Moretz y Julianne Moore.
En 1976, Brian De Palma convirtió su adaptación de Carrie en una película de culto, y ahora es el turno de la directora Kimberly Peirce de hacer lo mismo con una nueva generación. Después de todo, la directora no es exactamente una novata en el tema del bullying –su Ópera prima fue Los muchachos no lloran–, uno de los elementos centrales aquí.
Basada en la novela homónima de Stephen King, la película sigue la historia de Carrie White (Chloë Grace Moretz), una adolescente tímida y víctima del acoso escolar, que pronto descubre tener poderes de telequinesis. Su madre Margaret (Julianne Moore) es una mujer profundamente religiosa y la relación entre ambas es tensa.
Para las nuevas generaciones, esta versión de Carrie cumple en entretener a la audiencia, sin embargo sólo se queda ahí. Y es que a pesar de que el script, del guionista de la cinta original de 1976, Lawrence D. Cohen, junto con Roberto Aguirre-Sacasa (Glee), captura la esencia del personaje principal, no hay profundidad en su historia y esto impide crear una genuina conexión con ella. Al final del día, a la audiencia poco le importará el destino de Carrie, pues realmente no la conoce. Quizá si viéramos más de la vida de Carrie durante su niñez, así como la conflictiva relación con su madre, esto podría haber sido evitado.
Por su parte, la actuación de Chloë llega a caer en la teatralidad, y esto es especialmente notorio en el clímax de la cinta. Y es que a pesar de que hemos visto a Chloë demostrar su talento en películas como Kick-Ass o Déjame entrar, en Carrie nunca llega a convencer a la audiencia de que es una chica tímida. Una interpretación más sutil funcionaría mejor para introducirnos a la trama. Esto nos muestra una falla dentro de la dirección, quizá Kimberly Peirce intentó emular lo logrado por Sissy Spacek y lograr un visual impactante e icónico como el de la película setentera, desafortunadamente falló en su cometido.
Aun así, las escenas con la dupla Moore-Moretz son sobresalientes y logran ser lo suficientemente escalofriantes e intensas como para merecer el precio del boleto. Y a pesar de que el uso CGI es notorio en un par de ocasiones, al final, la película funciona para el target al que se dirige.