Cannes 2024: The Surfer – crítica de la película protagonizada por Nicolas Cage

Las reconfiguraciones de la masculinidad en los últimos años, motivadas por diversos movimientos sociales, han generado, de manera involuntaria, el surgimiento de líderes de naturaleza sectaria que defienden una feroz idea de lo que es ser hombre, vinculada a cualidades primitivas de adaptación natural y la idea de la supervivencia del más fuerte. Esa es la amenazante ola en la que el cineasta irlandés Lorcan Finnegan se adentra con The Surfer de la mano del ya mítico Nicolas Cage. En la película, el actor interpreta a un hombre adinerado que llega a una playa en Australia tras varios años de vivir en Estados Unidos, decidido a comprar la casa en la que creció.

Al llegar a la playa acompañado de su hijo adolescente, el personaje de Cage, un aficionado al surf que gusta de hacer analogías de vida con el surfismo, se topa con un grupo de aguerridos y violentos surfistas locales que protegen la playa de cualquier persona ajena al pueblo. Son liderados por un carismático e intimidante hombre (Julian McMahon), quien trata de convencer al personaje de Nicolas Cage de que éste no pertenece ahí. Presionado por la propuesta de otro comprador y por el hostil grupo de surfistas, el personaje de Cage va cayendo en un abismo físico y mental que lo consume lentamente.

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La película de Finnegan, quien exploró terrenos similares en su película Vivarium (2019), es principalmente una inmersión en la necesidad psicológica de aprobación masculina, específicamente de los padres y los pares. Presenta una tónica con ecos del surrealismo setentero de películas en las que se explora la fragmentación de la psique, como Images (1972) o 3 Women (1977), ambas  de Robert Altman, así como del violento entorno masculino de otras películas como Deliverance (Boorman, 1972), Straw Dogs (Peckinpah, 1970), y la crudeza presente en la cultura australiana mostrada en Wake in Fright (1971) de Ted Kotcheff, con la que The Surfer comparte una incisiva disección de los códigos de masculinidad.

Considerando el auge que han tenido en los últimos años en redes sociales supuestos “gurus” e influencers que dicen abogar por un sentido de masculinidad primitiva que se ha perdido, aprovechando una ausencia de figuras paternas, los temas de The Surfer cobran una vigencia inesperada que no queda únicamente en lo didáctico. Más bien, hace a su protagonista pasar por una serie de tormentos que lo quiebran tanto física como emocionalmente. Al final, las sectas se quiebran cuando los que consideran débiles toman acción decidida.

Finnegan usa el montaje cruzado, un efectivo trabajo de fotografía que convierte la bella luz del sol en un auténtico infierno, y un control preciso de la feroz presencia de Nicolas Cage para hacer que The Surfer se distinga de sus muchas referencias. Sin quedarse en el plano unidimensional del homenaje, Finnegan hace convincente e incluso perturbador el deterioro que sufre el personaje de Cage, quien fiel a su costumbre, tiene una breve pero intensa pelea con una rata y un atemorizante encuentro con una serpiente, sin contar las numerosas formas en la que es humillado para ser quebrado y así dejar, de una vez por todas, el lugar que él cree suyo. Pero al ver esas seductoras olas y la nitidez de su color azul es imposible no desear montarse en ellas, incluso si en ello se nos va la razón.

Jorge Negrete Cofundador y crítico en la página web Butaca Ancha. Escribe de cine en medios como Tierra Adentro, Animal Político, Forbes y Algarabía. Considera que cada película, independientemente de donde venga y quien la haga, tiene algo importante que decir.