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Cine

Sexy por accidente – Crítica

01-06-2018, 10:28:30 AM Por:
Sexy por accidente – Crítica

El carisma de Amy Schumer no alcanza para levantar esta cinta.

Cine PREMIERE: 2
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Sexy por accidente es una película positiva, sin dudarlo, que se apoya por completo en la fuerza arrasadora de su protagonista, la neoyorquina Amy Schumer, y en la capacidad actoral de Michelle Williams. Sin embargo, aunque las dos hacen su mejor esfuerzo por trascender sus personajes en alguna medida caricaturescos, es insuficiente para mantener a flote este relato edificante de empoderamiento femenino. Es un mensaje puesto en pantalla sin frescura ni originalidad, y con la desventaja de estar más manoseado que las agarraderas tubulares del metro de la Ciudad de México. Las posibilidades, que en la secuencia inicial parecían prometedoras, se desvanecen conforme avanza la trama, al punto de volver tedioso un running gag que podría haber dado para más, sobre todo en esta época de recrudecimiento y combate de la discriminación.

Amy Schumer interpreta a Renee Bennett, una treintañera insegura y con autoestima baja que trabaja para la firma de cosméticos de alta gama Lily LeClair. Pero su oficina no está en el edificio corporativo de la Quinta Avenida de la compañía, sino en un muladar ubicado en algún sótano de un local en el Barrio Chino. Ahí trabaja con Mason (Adrian Martinez), el tipo que se encarga de sistemas y que incluso puede trabajar sin pantalones. El máximo sueño de Renee es conocer la sede de la compañía y lo consigue cuando el sistema se cae y ella tiene que llevar los reportes para la junta. Ahí se entera de que hay una vacante para recepcionista, y aunque en principio no quiere aplicar, decide hacerlo cuando se golpea la cabeza luego de caerse de una bicicleta fija después del speech motivacional de la instructora de un gimnasio de moda. Ella, influida por Quisiera ser grande, desea verse bella, pues está inconforme con su apariencia. Cuando despierta y se ve en el espejo, está convencida de que luce completamente diferente y entonces se despierta en ella un arrojo que nunca había sentido, pues siempre había mantenido un bajo perfil de los que otros se aprovechaban (la escena en la barra del bar o la de la vendedora mezquina que la saca de la tienda son ejemplos).

Los directores Abby Kohn y Marc Silverstein tienen el acierto de no mostrar nunca cuál es ese ideal que imagina la protagonista, así como jamás decir abiertamente que un cuerpo estilizadamente delgado, como el de las otras empleadas de Lily LeClair, es mejor que el que tenemos la mayoría. Sin embargo, se infiere por el comportamiento de ella cuando las mira.

En su nuevo empleo, cuya contratación se debe a una medida de inclusión tomada por el lanzamiento de una línea económica, las ideas que expresa Renee encuentran resonancia por la necesidad que tiene Avery LeClair (Williams) por entender a la nueva clientela. Williams se la pasa bomba con este personaje, sin duda una caricatura de los estereotipos de belleza, llenando algunos huecos de la historia con su sola presencia. Y es que la película no se sostiene. El argumento se agota y, sin imaginación, se vuelve repetitivo, cansino e inverosímil. El cambio de Renee, de esa persona invariablemente amable a una ególatra capaz de lastimar a sus amigas incondicionales, es tan predecible como poco eficaz para el desarrollo dramático. La relación que sostiene con Ethan (Rory Scovel) es un intento por enganchar a la audiencia, pero se queda a medias.

Schumer se esfuerza y tiene un carisma natural para la comedia, como ya lo ha demostrado en diversas oportunidades, como fue el caso de Esta chica es un desastre (2015). Es seguro que muchos nos podremos identificar con su personaje, pero el insistente mensaje de que la confianza en uno mismo basta y sobra se diluye por la insistencia de los cineastas por hacer de esta cinta una historia sobre el empoderamiento femenino y contra los estereotipos (de belleza, sociales o lo que sea). Son tantos y tan manidos que uno entiende que sólo se reducen a subirse a un barco en el que hace mucho tiempo zarparon los libros de autoayuda. Las posibilidades de hablar de la marginalización debido a la discriminación por la apariencia física, que se intuyen por la oficina del sótano o por la ya referida escena de la vendedora, se esfuman con rapidez tal vez por confundir banalización con aligeramiento.

Hay una curiosidad que no debe pasarse por alto: es una coproducción chinoestadounidense.

autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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