Los mensajeros 2: El espantapájaros
La cinta cumple con creces lo que promete. Uno va a lo que va.
Uno de los grandes atractivos del cine de terror –y del cine de género, en realidad– es la admirable eficacia con que genera expectativas. Uno sabe a lo que va. De ahí que aquello de genérico pueda ser sinónimo de cliché y de falta de originalidad, pero también una promesa, y la condición para que el así llamado espectador se vea o no defraudado.
Secuela a una cinta muy menor del género –y que, por lo menos en los Estados Unidos, se estrenó directamente a video–, El espantapájaros ha visto retrasado su estreno por varias semanas. Quien escribe tuvo la oportunidad de verla en la misma semana en que se estrenó El hombre lobo, y no debería sorprender a nadie saber que, de las dos cintas, ésta resulta mucho más satisfactoria. Y es que, mientras aquella prometía ser digna heredera de una larga y prestigiosa tradición, aquí la historia de John Rollins –un desafortunado granjero que se encuentra al borde de la desesperación y que así accede, casi sin querer queriendo, a suscribir un fáustico pacto con el esperpento del título– cumple con creces lo que promete. De nuevo, uno va a lo que va.
Y resulta hasta reconfortante el acompañar a Rollins en cada uno de esos momentos obligados, del descubrimiento del inquietante espantajo a la infaltable escena en que la vecina desnuda sus generosos pechos. ¿Y por qué? Porque la cinta consigue satisfacer no sólo las expectativas del público, mínimas como puedan resultar, sino que lo hace con habilidad, y creando genuino suspenso en una historia en la que el dilema moral, a fin de cuentas, resulta más propio de un drama en toda regla.
En donde la cinta no cumple es en su promoción. El trailer de la película está compuesto en su mayoría por escenas de la primera cinta, en las que convenientemente aparece —y mucho—Kristen Stewart. ¿Caerá alguien en la trampa?