Grandes héroes – Crítica
La animación de Disney y Marvel, Big Hero 6, le pone corazón al mundo de superhéroes y presenta a una nueva estrella: Baymax.
Grandes héroes (Big Hero 6), la nueva película de animación en 3D de Walt Disney, es el carismático resultado de una gran fusión: de universos, estilos, culturas y sensibilidades.
Por un lado, representa la 1era vez que Disney produce una historia con personajes salidos de las arcas de Marvel –desde que la adquirió en el 2009– y, por lo tanto, retoma el explosivo mundo de los superhéroes, pero con relaciones entrañables. En un astuto movimiento, los directores Don Hall (Winnie the Pooh) y Chris Williams (Bolt Un perro fuera de serie) rescatan a uno de los equipos de héroes menos conocidos de la empresa de comics y presentan con libertad su propia versión: una con paisajes futuristas, un protagonista que bien podría haber salido de un manga y un robot blanco de encanto “Michelin” que se roba el show.
Grandes héroes – que contó con el apoyo de creativos de Marvel– está también ambientada en una amalgama de culturas. Se desarrolla en San Fransokyo, una ciudad que funde el imaginario occidental con el asiático, como si en lugar del Océano Pacífico existiera una tierra futurista de trenes bala, colinas, cerezos y rascacielos. El arte es un guiño a la multiculturalidad, mezcla del animé y la animación occidental, que desde el inicio invita al ojo a descubrir las divertidas aleaciones de 2 mundos.
Y es en esta fusión de geografías en donde vive Hiro Hamada, un adolescente genio dedicado a las peleas callejeras de robots, que decide entrar a la universidad cuando conoce el laboratorio de su hermano Tadashi, un estudiante y científico. Sin embargo, un incidente cambia el rumbo de su vida y lo deja sólo en compañía de Baymax, un robot de vinil programado para un sola cosa: curar.
Este tierno asistente médico, de animación y doblaje destacados, es la estrella de la película de Grandes Héroes. Aunque su evolución carece de la fuerza y de las brillantes secuencias de personajes como Wall-E, su comedia física inocente ocupa los mejores momentos. El encanto familiar de Disney recae en él y en su relación con Hiro, mientras el resto de la historia sigue el arco característico de la mitología de superhéroes. Un villano se apodera de un invento poderoso y, para detenerlo, el robot y su dueño buscarán la ayuda de otros científicos, amigos de Tadashi.
Así nace este grupo de bienhechores, que celebra el universo “nerd” y la ciencia. Después de todo, ¿quién necesita caer en una sustancia radioactiva si uno puede crearse sus propios poderes? Esta lección es refrescante en el mundo Marvel y, aunque la aventura en sí es un poco genérica, la presencia de Baymax y de lo que representa (la empatía) logra darle personalidad a las persecuciones y batallas. Además, el 3D es muy disfrutable, tanto por las texturas de la animación, como por la acción y los vistosos escenarios.
De esta forma, Big Hero 6 abre una puerta al mundo de superhéroes para los pequeños –olvidados por el universo Marvel– y, al mismo tiempo, ofrece una salida al resto de los espectadores, que desean una historia heroica más cálida, simpática y sencilla. Baymax, por lo pronto, llegó para quedarse.