Mujer Maravilla 1984 – Crítica de la película
Patty Jenkins entrega una película al más puro estilo del Superman de Richard Donner.
Sin duda, la década de los ochenta es una de las mejores en la historia del cine. Por un lado, Hollywood comenzó a explorar y explotar el concepto del gran blockbuster llevando a la pantalla historias que se convirtieron en un evento cinematográfico en las salas de cine. Por el otro, el cine de género (como el terror o sci-fi) se vio beneficiado por el boom del video casero. Incluso hubo películas que fueron grabadas en este formato, aunque eso significara (en algunos casos) un guion poco trabajado.
En su primera secuencia, la película Mujer Maravilla 1984 nos regresa a Temiscira, en donde vemos a la pequeña Diana Prince competir contra otras amazonas en una suerte de competencia olímpica. Sin embargo, algunos factores le demostrarán a Diana que a veces no se puede tener todo lo que se quiere y hay que hacer sacrificios.
Decir que Patty Jenkins fue la primera mujer en dirigir una película de superhéroes sería pasar por alto el trabajo de gente como Lauren Montgomery (Superman: Doomsday, Green Lantern Fist fight, Superman/Batman Apocalypse, entre otros títulos) o Lexi Alexander quien hiciera Punisher War Zone para Lionsgate en 2008, pero que se enfrentó al mundo sinfín de conflicto de intereses entre creativos y estudio. Sin embargo, también es importante decir que con su segunda película en solitario de Mujer Maravilla, Jenkins ha perfeccionado la narrativa de Diana Prince.
Sean fans o detractores, a Zack Snyder hay que agradecerle el casting de Gal Gadot como la amazona para Batman vs Superman. No obstante, es gracias a Gadot y Jenkins que el personaje muestra una humanidad pocas veces vista en un personaje de cómics –sea hombre y mujer–. Esto queda claro en la secuela, en donde tenemos a una Diana en paz con el mundo y que ha dejado de ser el «pez fuera del agua» que conocimos en Mujer Maravilla. Sin embargo, ella no deja de añorar su pasado, específicamente a sus amigos y también al amor de su vida.
Gal Gadot y Patty Jenkins nos presentan una superheroína humana. No tiene ni el dramatismo lúgubre de Batman –quien se encierra en su baticueva– ni la desfachatez de Aquaman, quien se la vive disfrutando la vida sin responsabilidades. Desde su primera secuencia, vemos algo que no es común en el cine de superhéroes mainstream: nuestra heroína llora y una figura adulta no la detiene, ni tampoco le remarca eso. Simplemente deja que el personaje se exprese y sienta, sin reprimirlo ni señalarle ‘la importancia de llorar’.
Ésa no es la única vez que Jenkins nos muestra esa clase de detalles en pantalla. En otro momento, el hijo de Maxwell Lord (Pedro Pascal) llora frente a él y aquí es todavía más sorprendente que el villano no reprima ni le recalque al niño nada sobre sus emociones. Es Patty Jenkins quien también le dice a la audiencia: es normal llorar, no es ni un acto de cobardía, ni algo que debamos recalcar, simplemente hagámoslo cuando lo necesitemos, está bien y es sano.
Viendo Mujer Maravilla 1984 en un todo, es curioso y a la vez se agradece, que un detalle como el del llanto pase de forma tan sutil en una película que en otras secuencias parece alargar hasta el punto de la exageración momentos que pudieron ser más emblemáticos. Sin hacer spoilers de ésta, imagínense que una película de Superman nos lo mostrara volando por primera vez en una secuencia larguísima, con él únicamente surcando los cielos, nosotros viendo lo que él ve y todo con un score que sólo recalca más la emoción que deberíamos estar sintiendo. Nada sutil todo el asunto.
Y ese es otro detalle que temería arruinarles si se dan cuenta: de los 150 minutos que dura la película, son contados los momentos que no tienen música de fondo. Así sea el score de Hans Zimmer –que está siempre a la altura de lo que se espera del alemán– o canciones del soundtrack, aunque no esperen algo como Suicide Squad de David Ayer y decenas de títulos ochenteros de fondo. Simplemente se hubieran agradecido algunas escenas que se apoyaran en el trabajo actoral del reparto y no dependieran del score.
De cualquier forma, Patty Jenkins logró formar un gran reparto con importantes actores, no sólo Gal Gadot quien con Wonder Woman ya es como Hugh Jackman y Wolverine: una misma. Chris Pine, Kristen Wiig y Pedro Pascal entregan papeles muy naturales y cada uno con interesantes arcos que se desarrollan a su tiempo. Lo dicho: con un reparto así, había momentos que no requerían necesariamente un score extra.
Superman de Richard Donner fue estrenada en diciembre de 1978, pero prácticamente vivió su éxito en 1979, un año antes de los ochenta. Las siguientes películas del kryptoniano tuvieron su gloria en esa década, la misma en que está situada Mujer Maravilla 1984 y, aunque no hay ningún cameo o mención especial a eso, Jenkins le hace el mejor homenaje a ese tipo de cine a través de la narrativa de la misma película. Estamos ante una Wonder Woman que podría ser compañera de Christopher Reeve: con ese tipo de humor a veces inocente, en una sociedad estadounidense que se sentía libre, pero que vivía bajo el régimen republicano tradicionalista de Ronald Reagan.
La primera película de Mujer Maravilla tiene un tercer acto que se convierte en un genérico desenlace típico del cine de superhéroes mainstream donde se agarra a madrazos al villano. Sin embargo, aquí Patty Jenkins sigue fiel a lo que nos presentó a lo largo de la película y enfrenta a Diana a un conflicto más humano, una problemática que no necesariamente se arregla a golpes, pero que requiere de sacrificios, diálogo y empatía. Naturalmente tenemos secuencias de acción y pelea a lo largo de este último acto, pero también hay lágrimas de por medio, y eso está bien y es sano.
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