Maestro – Crítica de la película de Bradley Cooper
Maestro no es tan convencional como su concentrada fragancia a "Oscar-bait" haría sospechar. Mínimo se resiste a caer en la complacencia del melodrama, y confirma que con Leonard Bernstein, es mejor que sea su música la que hable.
Hay personas cuyo paso por este mundo las vuelve auténticas leyendas. Gente que es “más grande que la vida”, diría la expresión, y tal cual, ése es el título de un documental que desmenuza la trayectoria del compositor y director de orquesta estadounidense más prominente del siglo XX. Más recientemente, este mismo personaje de la vida real inspiró una película biográfica dirigida, coescrita y estelarizada por Bradley Cooper, que en cambio se titula Maestro, una designación no menos honrosa para aquel genio creativo que dejó una marca imborrable en el mundo de la música, el cine y el teatro. Él se llamaba Leonard Bernstein.
Maestro empieza con un hombre avejentado que toca el piano en un ambiente hogareño, teniendo de público un periodista y un par de camarógrafos. Segundos después, la música se detiene y Leonard Bernstein (Cooper), con ojos llorosos, declara lo mucho que extraña a su difunta esposa. Enseguida, la película nos hace retroceder varias décadas para que atestigüemos, primero, el momento en que Bernstein salta a la fama como conductor de la Filarmónica de Nueva York, y más importante aún, la noche en que conoce a Felicia Montealegre (Carey Mulligan), con quien años después contraerá matrimonio y cuya primera aparición a cuadro es probablemente uno de los planos más bellos de Maestro.
El corazón de este segundo largometraje de Bradley Cooper como director yace justamente en la relación de “Lenn” y Felicia. Ese fue el enfoque prometido antes de que las cámaras comenzaran a rodar y es lo que el resultado final pone de manifiesto. Sin embargo, tristemente aquel corazón no late con suficiente fuerza ni con el fervor que cabría esperar de un producto con el sello Bernstein.
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Hacer biopics no es tarea sencilla, eso es obvio, más incluso cuando se trata de personalidades que, como ya decíamos líneas arriba, son más grandes que la vida. Hay demasiadas cosas que deben depurarse antes de obtener el material estrictamente necesario para el guion; es decir, pasajes concretos que sea posible condensar en una película de dos horas (poco más, poco menos) y que a la vez permitan dibujar a detalle uno o varios aspectos del sujeto retratado. Se trata de que el público aprecie un panorama general de quién es (o fue) aquella figura histórica, mediante una pequeña muestra y desde una óptica específica.
Dicho lo anterior, es muy válido que Cooper (Nace una estrella) y su coguionista Josh Singer (En primera plana) hayan optado por explorar específicamente la relación de tres décadas y el crecimiento conjunto que hubo entre Bernstein y Montealegre, en aras de compartir una “verdad” o mínimo una interpretación de las personas que fueron en vida. Hasta podríamos darles puntos extra por hacerlo desde cero y no a partir de, por ejemplo, un libro versado sobre los tejes y manejes de aquel matrimonio. Pero el gran problema de Maestro es que, ni habiendo ubicado las piezas adecuadas, halla el modo de armar apropiadamente este rompecabezas.
En sus ansias de perfección —de mostrarse ante la industria como un “maestro” por derecho propio—, Cooper se pierde en un mar de solemnidad y de viñetas desarticuladas que lejos están de construir una narrativa fascinante y reveladora. El resumen de Maestro en Wikipedia se compone exactamente de la misma información que el público obtendría al ver el largometraje, transmitida de una manera igualmente plana. De este verborreico Lenny, deviene difícil encontrar una frase memorable, o un diálogo (romántico o enardecido) con Felicia que resuene y trascienda.
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Las actuaciones estelares están lo suficientemente afiladas como para perforar el guion y exprimir el poco néctar de naturalidad que hay en cada escena y parlamento. El trabajo de Mulligan —nunca hay falla— es de lo más sobresaliente, al moverse ella con facilidad dentro de un amplio rango de emociones (vuelve sumamente dolorosos sus últimos minutos en pantalla), mientras que con Cooper, resulta evidente una ardua labor de mímesis que se sostiene a ratos, pero que no cuaja del todo, en especial porque el rostro de su personaje jamás deja de sentirse artificioso.
Ahora bien, el departamento técnico de Maestro es lo que termina por sacar a flote este barco. El atractivo repertorio musical —consistente en obras originales de Bernstein o que él interpretó a lo largo de su carrera— vino acompañado de un impecable tratamiento sonoro, en pos de una experiencia satisfactoriamente inmersiva en momentos clave, como lo es el concierto en la Catedral de Ely (o sea, la secuencia por la que esta película será recordada).
Por otro lado, el cinefotógrafo Matthew Libatique (El cisne negro) sube el podium en calidad del jugador más valioso de esta producción. En una relación de aspecto 1.33:1 —que es la que predomina en toda película—, el tres veces nominado al Óscar nos regala imágenes nítidas y armoniosas, sea en color o en blanco y negro, que ciertamente nos transportan a otro tiempo y espacio.
En cuanto al montaje, la falta de ritmo en Maestro es prueba fehaciente de sus deficiencias. Aun así, destaca una especie de jugueteo en la primera sección de la película, donde las aparatosas transiciones y cambios de escenario se amoldan al espíritu amoroso y apasionado de Lenny y Felicia, en los años mozos de su relación.
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Ultimadamente, ¿vale la pena darle una oportunidad a Maestro? No será la favorita de nadie y al apreciarla al lado de otras cintas biográficas más propositivas narrativa y cinematográficamente queda muy mal parada. Pero Maestro no es tan convencional como su concentrada fragancia a “Oscar-bait” haría sospechar. Mínimo se resiste a caer en la complacencia del melodrama, y confirma que con Leonard Bernstein, es mejor que sea su música la que hable.
¿Dónde ver la película Maestro?
Maestro está disponible en el catálogo de Netflix.
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Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
