Las tinieblas – Crítica
Pocas veces el cine de terror hecho en México está ejecutado con la eficacia, elegancia y nervio que exhibe Daniel Castro en su segunda película.
Quizá sea injusto colgarle a Las tinieblas el letrero de cine de terror, aunque en más de un sentido, lo sea. Con influencias y ecos tan diversos que van de El castillo de la pureza (1972) a las neblinas místico-espirituales de Andréi Tarkovski, el segundo largometraje del (muy) joven egresado del CCC, Daniel Castro Zimbrón es un tratado sobre una de nuestras pocas verdades realmente universales: no hay mayor miedo que tenerle miedo al miedo.
Filmada en su totalidad en una cabaña apartada, en medio de un bosque de montaña, Las tinieblas cuenta la historia de una familia encabezada por un padre (Brontis Jodorowski) que mantiene a sus tres hijos encerrados, permitiéndoles solo con máscaras anti-gas y rifles. El mundo parece haberse detenido después de un evento devastador, apocalíptico, que nunca llegamos a conocer. Algo se agita en el bosque: una presencia, un terror sin nombre sin rostro. Cuando el hermano mayor (Fernando Revell) desaparece entre los árboles, el menor (Aliocha Sotnikoff, nominado a un Ariel por su interpretación) desafía al padre para buscar a su hermano y salvar a su hermanita, pero… ¿salvarla de qué? ¿de una bestia que nunca han visto de frente? ¿de la locura? ¿o de algo aún más aterrador, real y próximo, como el miedo hacia alguien que debería protegerte?
Aunque bien dotada de atmósferas inquietantes, ansiedad, terrores latentes y un tétrico diseño sonoro, Las tinieblas puede verse ante todo como un relato coming of age sobre la pérdida de la infancia y el descubrimiento del miedo y la madurez en un entorno tan claustrofóbico y enigmático como una cabaña de pesadilla, como la violenta provincia mexicana de años recientes… o como la propia adolescencia.
No es un entorno desconocido para el cine mexicano contemporáneo: cineastas como Fernando Eimbcke (Club Sándwich), David Pablos (Las elegidas y también co-autor del guion de Las tinieblas), Alonso Ruizpalacios (Güeros) o Michel Franco (Después de Lucía) han puesto el ojo en las dificultades de crecer y entrar en la madurez: un tránsito a veces aterrador, vivas o no con un padre trastornado en una cabaña en medio del bosque. Pero es esta segunda película de Castro Zimbrón, que obtuvo el Premio del Público en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) la primera que desarrolla un conflicto como éste mediante una premisa de thriller sobrenatural, con aires postapocalípticos. A Zimbrón no le interesa revelar al monstruo ni atar los cabos sueltos de su cuento macabro, sino hacernos navegar en inquietud para sugerir que, finalmente, las bestias anidan dentro de nosotros mismos.
Hay en Las tinieblas una atmósfera y motivos que evocan con fuerza a la recién estrenada Viene de noche (It Comes at Night) de Trey Edward Shults, pero también a la ola de relatos postapocalípticos que brotan por doquier en el cine y la literatura de años recientes, de El último camino (The Road, 2009) a Niños del hombre (Children of Men, 2006) o el cine de Jeff Nichols. Quizá la mayor y mejor distancia de Zimbrón respecto a aquellas es que, sin echar mano de zombies, infecciones ni amenazas nucleares, teje un relato en donde el miedo y la desesperación son los únicos enemigos tangibles. Escrita y ejecutada con una precisión que sorprende en un cineasta casi debutante, Las tinieblas es una incursión afortunada en un género de rara fortuna en el cine nacional y es, desde ya, uno de los estrenos mexicanos que prometen marcar el año en curso.