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Cine

La sudestada – crítica de la película

20-08-2024, 1:31:26 AM Por:
La sudestada – crítica de la película

Basada en la novela homónima y premiada en BAFICI, la película de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke es una audaz deconstrucción de una masculinidad fría, cerebral y controladora.

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Sin entrar en detalles, comencemos por el final: un baile, irónico y hasta ridículo, y las inevitables carcajadas. No es exactamente la conclusión –ni la reacción– que se espera al momento de sentarse a ver lo que se ha etiquetado como un neo-noir argentino. Pero estos segundos son la culminación de una audacia desplegada por la película La sudestada durante toda su hora y media de metraje.

Mucho menos si pensamos que la película de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, basada en la novela gráfica homónima de Juan Sáenz Valiente, prácticamente toma prestado el inicio de la premisa de Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock. Nuestro protagonista es Jorge Villafañez (Carlos Carrasco), un hombre solitario que es apodado “Sabueso” por su profesión: detective privado. Cuando no está trabajando, siguiendo a la gente, pasa las tardes con sus amigos entre geriátricos juegos de pádel y baños de sol.

Nuestro Sabueso es contratado por un hombre (Edgardo Castro) para investigar el comportamiento extraño de su esposa, de la que se está separando, y quien desaparece por horas. Ella resulta ser Elvira Schulz (Katja Alemann), una veterana y reconocida bailarina devenida en coreógrafa experimental. Y, en efecto, Elvira actúa inquieta y misteriosa: parece padecer un bloqueo creativo, pasa horas en el zoológico y viaja río arriba para perderse en la selva.

La sudestada película

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Hasta aquí las similitudes con el clásico de Hitchcock. La sudestada no es un misterio de dobles identidades, fobias y obsesiones paralizantes. Un misterio sí es, en principio, conforme Villafañez descifra lo que sucede con la mujer. Sin embargo, conforme se desdibujan las líneas profesionales que no deberían ser cruzadas, Casabé y Dieleke entran en otros terrenos: los del thriller, el surrealismo y un tipo de ironía muy sutil.

Cabe observar aquí las dicotomías que plantea La sudestada. La primera, sugerida por el título, es del entorno: la fotografía, de Leonardo Hermo, exalta el paisaje urbano bonaerense, las líneas rectas y estructuras del frío concreto donde habita el Sabueso, igualmente cerebral y gris, subordinado a las ansias de un empleador controlador.

Elvira, en cambio, escapa de un mundo que la sofoca y, al parecer, merma su creatividad. Villafañez la descubre entre los árboles, experimentando, creando y sintiendo. Lo urbano y lo natural no han de complementarse, sino imponerse el uno al otro. Y como sucede inevitablemente ante los vientos capaces de desbordar ríos, lo segundo no puede ser contenido.

Por medio de sus pasajes oníricos, que desafían los preceptos de nuestro protagonista, La sudestada nos presenta tales dicotomías no sólo con el fin de crear humor. Su ironía, y el hecho de que estos contrastes sean encarnados por personajes masculinos y femeninos, puede leerse como una invitación a la reflexión sobre la concepción patriarcal tanto de la libertad, como de la creación y la observación.

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Tanto el Sabueso como la propia película atraviesan una subversión, donde la mirada –cerebral, analítica y, en este caso, de tintes opresivos– es rebasada por el mundo del cuerpo, donde reinan las emociones, los sentidos y la creatividad. El cuerpo expresa, experimenta y ha de rebasar inevitablemente las fronteras de un raciocinio que se autoproclama práctico, pero que sólo observa al mundo y lo entiende dentro de categorías y fines.

Así, el público que espere un misterio convencional de La sudestada podría salir decepcionado de la sala, o percibir su surrealismo mordaz como una provocación banal. Otros mirarán, reirán y –ojalá– saldrán bailando con esa misma libertad casi ridícula.

autor Este no es el droide que estás buscando. Crítico y periodista de cine, actual editor en jefe de Filmelier en México y Brasil. También edita el blog de Film Club Café.
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