Johnny English 3 – Crítica
La tercera entrega de Johnny English es tres veces más absurda que las anteriores... pero no es triplemente más entretenida.
Existen muchas películas que parodian las historias de espías y agentes secretos. Austin Powers, El súper agente 86 y Johnny English son algunos ejemplos. Las situaciones absurdas y divertidas, los diálogos cómicos y las metidas de pata caracterizan a todas estas historias, en donde el actor que protagoniza juega un papel importante para lograr persuadir –o no– al público de quedarse a ver la aventura completa. Cada espectador por separado congenia o se desespera con el humor de Mike Myers, Don Adams, Steve Carell o Rowan Atkinson.
Enfocándonos en este último, los fans de Mr. Bean conocen y adoran los gestos y ademanes del actor que lo interpreta. Y la película de Johnny English que estrenó en 2003 presentó a una especie de Mr. Bean, con ese mismo humor, pero llevado al mundo del espionaje, la acción y las misiones secretas. En 2011, la segunda película de la saga repitió la fórmula y le añadió más acción y explosiones. Y ahora, Johnny English 3 es tres veces más absurda que las anteriores, pero no es triplemente entretenida. Rowan Atkinson tiene el mismo encanto, carisma y las gesticulaciones exageradas de siempre, pero su atractivo se vio afectado por cuatro factores: la fatiga de la saga, los chistes repetitivos, la química entre los personajes y el desperdicio de momentos cómicos potenciales.
Han pasado 17 años desde la primera película y Johnny English es ahora un agente retirado que da clases y que en secreto les enseña a sus pequeños alumnos trucos, gadgets, movimientos y algunas frases que utilizan los agentes del MI7. Esta parte de la trama pudo haber originado una historia diferente a las películas pasadas, pero Johnny English recibe una carta para fungir nuevamente como agente británico. ¿Con qué excusa? Al igual que en las otras cintas, los demás agentes que están mucho mejor capacitados, murieron, desaparecieron o fueron descubiertos y él es la única esperanza. Un ciberataque reveló la identidad de los agentes ingleses encubiertos y el agente English tiene que encontrar al causante de éste y otros hackeos que están sucediendo en el país. Lo «novedoso» en comparación con las anteriores es que Johnny English se rehúsa a utilizar la tecnología para salir adelante. He ahí el meollo a partir de donde salen la mayor parte de los chistes. Y no terminan funcionando.
Para el disfrute de los fans, Johnny English hace equipo de nuevo con Bough (Ben Miller), su ayudante en la primera película con quien logró una gran mancuerna, y quien trata de nivelar y contrarrestar las decisiones torpes que toma el agente. Y hay tres protagonistas nuevos: La Primera Ministra (Emma Thompson), la bella y seductora Ophelia (Olga Kurylenko) y el sabelotodo de la tecnología, Jason (Jake Lacy). A excepción de Emma Thompson cuya presencia y química en relación con los demás se siente adecuada y acorde en prácticamente cualquier proyecto en el que aparezca, Kurylenko y Lacy no encajan del todo en el humor de esta película. Y no por sus actuaciones, sino por la construcción de sus personajes. Ambos se sienten muy alejados del personaje de Johnny English y su mundo. Natalie Imbruglia como Lorna Campbell en la primera película logró construir un vínculo personal y profesional con English. En cambio, ese mismo tipo de relación y coqueteo con Ophelia se siente falso, forzado y distante. Lo mismo con Jason, un joven pedante, gurú de la tecnología que no confronta, ni reta, ni le añade sabor al personaje de English.
Johnny English 3 cuenta con el regreso de Rowan Atkinson y su particular humor adorado entre los fans, pero en medio de circunstancias y chistes repetitivos y fallidos, y una química poco creíble y disfrutable entre los nuevos personajes, la película no renovó el encanto de la primera y menos encontró el propio.