Frozen 2 – Crítica

Una de las particularidades que hizo a Frozen: Una aventura congelada (Frozen) una experiencia tan especial para los amantes de las historias del estudio del ratón fue la manera en que rompió con los clichés y estereotipos de sus propios proyectos y la figura de las princesas establecidas desde Blanca Nieves. Chris Buck y Jennifer Lee enfatizaron estos aspectos en el renglón romántico. Buena parte del encanto de Frozen también yació en la vulnerabilidad de Elsa y su posterior reconstrucción. Observamos a una princesa que experimentaba desazón, soledad e incluso una semillita de depresión para, posteriormente, florecer pese a sus inseguridades –línea argumental que se mantiene en Frozen 2 y es uno de sus aciertos–.

Por otro lado, Anna simbolizó un cambio en el tratamiento de las figuras reales de Disney. En un principio concebía el amor como un concepto idealizado encarnado en una persona a la que ni siquiera conocía: Hans. Pero más tarde cobra conciencia sobre la importancia de la familiarización con el otro. La película removió la venda de los ojos en torno a los requerimientos del amor romántico y expandió el universo de los lazos fraternales del estudio del ratón: un vínculo entre hermanas puede ser tanto o más poderoso que un beso de amor.

La primera entrega, no obstante, dejó algunas preguntas sin resolver. Las más importantes, probablemente, giraban en torno a el origen de los poderes de Elsa y el misterio detrás de la desaparición de sus padres –existe incluso una teoría de que las protagonistas son medias hermanas de Tarzán–. Estas incógnitas a resolver son parte primigenia de Frozen 2.

Ahora encontramos a las hermanas más establecidas. Elsa ya abrazó su destino como Reina de Arendell, y Anna mantiene una vacilante relación con Kristoff. La cinta explora uno de los peores gérmenes a los que puede enfrentarse una relación: la falta de comunicación y las marañas existenciales que de se derivan de esta ausencia –hay una secuencia musical irónica y satíricamente ensamblada sobre este punto, y la cual corre a cargo de Kristoff–. Pero cuando Elsa comienza a escuchar un sonido tan mítico y encantador como las sirenas de Ulises en La odisea, volvemos al punto de partida de la entrega inicial. Elsa quiere combatir los males en solitario y Anna busca ayudarla en la medida de sus posibilidades.

Frozen 2 rompe nuevas cadenas en torno a las historias de princesas al explorar cómo ese “felices para siempre” es una leyenda, pues la relaciones requieren de trabajo, atención, esfuerzo y sacrificio. Pero también cómo el ensimismamiento puede ser detrimental para el amor. La cinta define el camino de las dos hermanas y explora la importancia del trabajo en equipo sin caer en vicios de dependencia. Cuando el equilibrio ocupa el trono las situaciones fluyen con cadencia.

Visualmente, la animación de Frozen 2 está mejor que nunca: el manejo de los elementos de la naturaleza, de las texturas, el cabello de los personajes y su ropaje es inaudito, aunque en el renglón musical queda a deber. No existe una canción tan emblemática como fue “Libre soy”, y el ritmo llega a verse aquejado en más de una secuencia porque los números musicales son menos impactantes.

Con Frozen 2, no obstante, Chris Buck y Jennifer Lee apelan al tema del equilibrio tanto en las relaciones entre hermanas como de pareja, lo cual, hasta cierto punto, abona al declive de los cimientos feministas que la primera entrega esbozó al adentrarse en los vínculos entre hombre y mujer. Es en la relación entre las hermanas, en cambio, donde la historia brilla con esplendor: el amor entre una y otra nunca es manchado por las villanías de la rivalidad, la ambición o el protagonismo. No, su amor permanece tan prístino y claro como el hielo emanado de las manos de Elsa; es blanquecino, es puro, es poderoso.

Mabel Salinas No soy la Madre de los Dragones, pero sí de @Enlabutaca; desde ahí y en Cine PREMIERE estoy en contacto con las buenas historias. Melómana, seriéfila, cinéfila, profesora universitaria, y amante de las bellas artes. Algún día escribiré una novela de ciencia ficción. ¡Unagui!