Annie
Este remake es ligero y sin mayores pretensiones, pero aunque entretiene, falla en el plano musical.
Annie (Quvenzhané Wallis) es una niña huérfana que vive bajo el techo de Miss Hannigan (Cameron Diaz), una mujer cruel y alcohólica. Disfruta estar con sus compañeras del orfanato y suele evadir su dura realidad cantando, pero su sueño más profundo es encontrar a sus padres biológicos para vivir con ellos. Sin embargo, sus planes cambian drásticamente cuando un multimillonario la invita a vivir en su mansión un par de semanas para beneficiar su campaña política.
Remake del musical clásico de 1982, basado a su vez en una historieta publicada en 1924, Annie demuestra que rehacer una película puede ser un arma de doble filo: se emplea una fórmula que ya se probó exitosa, pero está condenado a ser comparado con la versión original. Y, claro, esta versión no es la excepción.
La historia original impresa tiene un aire depresivo y un fuerte (aunque disfrazado) tinte político. La versión fílmica de 1982 –a cargo de John Huston, director legendario y ganador de varios premios Oscar– es menos deprimente y da mayor protagonismo a la música, pero sigue resultando algo tediosa y difícil de digerir.
La versión moderna de Annie es mucho más ligera. Ella deja de ser una pelirroja simpática para convertirse en una niña con mucha más onda, afroamericana y poseedora de un increíble afro (y es interpretada por la nominada más joven a los Oscar por su papel en Una niña maravillosa). Miss Hannigan, interpretada por una poco convincente Cameron Díaz, se convierte en una sex symbol decadente, y el magnate es un ambicioso hombre de negocios encarnado por Jamie Foxx.
Sin embargo, en el plano musical no termina de convencer. En la mayoría de los musicales clásicos (incluida la versión original de Annie) las canciones son protagonistas y la historia es el hilo conductor, pero con este remake no sucede así. Aunque los arreglos son atinados –la música es fresca y los ritmos que se funden con los sonidos de la ciudad seguro harán sonreír a más de uno–, queda la sensación de que las canciones son meros adornos de la historia, es decir, prescindibles. ¿Será que simplemente no logran transmitirnos mayor emoción?
Annie es ideal para matar el tiempo en domingo y para ver en familia. No es “the next big thing” en musicales, ni pretende serlo, es más bien una película ligera, sin mayores pretensiones, que cumple su función de entretener pero que no pasará a la historia del cine. Lo sentimos, Annie: te queremos, aunque sea sólo para pasar el rato. Ya saldrá el sol mañana.