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Cine

La leyenda de las momias de Guanajuato

30-10-2014, 12:37:03 PM Por:
La leyenda de las momias de Guanajuato

La 3a entrega de la saga de leyendas populares de Anima Estudios mejora un poco en humor, doblaje y tono.

Cine PREMIERE: 3
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Tras derrotar a La Llorona, Leo San Juan y sus amigos pensaron que sus aventuras sobrenaturales habían llegado a su fin, pero estaban equivocados. Tal como Anima Estudios lo prometió, a esta heterogénea pandilla le faltaba una 3a misión por cumplir, y qué mejor escenario para vivirla que las entrañas de una ciudad del Bajío mexicano. 

La leyenda de las momias de Guanajuato continúa así la saga de terroríficas fábulas populares, que la productora mexicana lanzó en el 2007 –con La leyenda de la Nahuala– y con la que incursionó en un sector inexplorado: los filmes animados de terror para niños, con un imaginario tradicional.

Para esta 3a entrega, Alberto “El Chino” Rodríguez toma nuevamente la silla de director y presenta una animación solvente, que mantiene la calidad técnica de La leyenda de la Llorona, pero que ofrece un humor con un poco más de filo, más pícaro y menos bobalicón, lo que se extrañaba en las anteriores. Quizá se deba a que su héroe es ahora un adolescente, tal como la audiencia infantil que lo vio nacer hace 6 años.

Esta vez, Leo (Benny Mendoza), Teodora (Mayte Cordero), Don Andrés (Andrés Couturier), Alebrije (Rafaél Inclán) y las calaveritas de azúcar viajan a Guanajuato en busca de su amiga Xóchitl, quien desapareció después de ir a comprar charamuscas. Ahí conocen a “Luis”, un pequeño vigilante que les sirve de guía, justo cuando los muertos, inexplicablemente, han regresado a la vida. Sus indagaciones los llevan a toparse con la malicia de Rosseau y, en el caso de Leo y de Andrés, con el amor.

Aunque sigue tratándose de un filme más para chicos que para grandes, La leyenda de las momias de Guanajuato es más inclusiva en sus bromas con el público adulto. Como sucedió con su antecesora, destacan las vistas de los recovecos guanajuatenses, aunque siempre nocturnas. El guión recupera con éxito el alma del lugar: su historia minera, sus callejoneadas, sus iglesias, etc.

El tema de esta secuela son los muertos vivientes, pero, desafortunadamente, es la que menos impulsa las atmósferas de terror, que tanto atractivo le dieron a la aventura de la Llorona. Más bien, las “momias” son el pretexto para situaciones chuscas y hasta tiernas, cuidadosas de no asustar a los pequeños. De hecho, el enemigo es otro, un villano cuya historia hace un poco de ruido en el final.

Y ese sigue siendo el contratiempo de esta saga: el argumento. Aunque el tratamiento de personajes y el doblaje han mejorado (6 años no pasan en balde), el hilo de acontecimientos sigue un poco descuidado, pues se centra más en lograr una caricatura inofensiva, que en ser un relato con personalidad. Con filmes como Frankenweenie y Coraline y la puerta secreta por ahí, ya no basta con retomar mitos populares, llenarlos de bromas blancas y perderse en el camino. 

autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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