Mentiras mortales

Richard Gere es la perfecta elección para interpretar a un engreído millonario, pero este drama/thriller se queda corto en su ejecución.
Si eres los suficientemente rico, ¿puedes comprar tu libertad sin importar lo que hayas hecho? Ése es el dilema moral que se encuentra en el centro de este drama/thriller que habla sobre las faltas en la ética que, sin duda, ocurren en Wall Street mucho más seguido de lo que nos enteramos en los noticieros.
Demasiado encantador como para odiarlo, Richard Gere es la perfecta elección para interpretar el papel de Robert Miller en Mentiras mortales, un engreído millonario que se encarga de administrar fondos de protección que utiliza para hacer fraudes. Los “estafados” son cómplices por miedo a lo que sucedería si llegaran a delatar a Miller y porque también reciben beneficios de sus negocios sucios. Además de eso, Robert engaña a su esposa (Susan Sarandon), pero eso sí, siempre saliéndose con la suya. La única persona que está dispuesta a enfrentarlo es su hija y contadora de la empresa (Brit Marling). Ésta es la mejor parte del filme que, en general, es un ambicioso y logrado esfuerzo por parte del director primerizo Nicholas Jarecki, quien también escribió el guión. Él logra una producción que rivaliza a los grandes estudios sin siquiera contar con los mismos recursos. Pero la historia se queda corta, se siente artificial y es caricaturesca en algunas de sus subtramas –como la de Tim Roth en su papel del implacable detective y la innecesaria distracción que acaba siendo la amante (interpretada por la antigua modelo de Victoria’s Secrets, Laetitia Casta).
El tema es actual y los detalles que nos da sobre los altos mandos en los corporativos y los financieros millonarios son fascinantes. Aun con esto, al final se queda corta en comparación de otras películas recientes que hablan de lo mismo como: Demasiado grande para caer, The Company Men, El precio de la codicia y hasta Wall Street El dinero nunca duerme.
