Warcraft, la película – Crítica
La adaptación del videojuego Warcraft es un fugaz esparcimiento, carente de personalidad, propuesto como simple premisa para una franquicia.
Antes de la película, el primer videojuego de Warcraft apareció hacia finales de 1994. Desde entonces ha gozado de un éxito sin precedente entre los aficionados. Esto con distintas versiones, además de novelas, cómics, tarjetas coleccionables y demás memorabilia. El videojuego es por igual elogiado como indispensable referencia en The Big Bang Theory, que denunciado como adicción entre adolescentes y jóvenes adultos por el Dr. Phil. De una forma o de otra, Warcraft no ha pasado desapercibido.
Para la película de Warcraft, los realizadores optaron por narrar el origen del antagonismo y hostilidad entre orcos y humanos. Se trata de una agresiva invasión de las hordas de guerreros orcos (cuya apariencia podría estar más emparentada con los ogros) que huyen de su moribundo planeta a través de un portal mágico hacia Azeroth.
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Azeroth es una tierra (¿media?) medieval, que ha logrado una alianza de paz entre sus habitantes. Un mundo con humanos, enanos, elfos y una diversidad de criaturas fantásticas que simplemente se parece demasiado al universo de Tolkien. Demasiado.
Así como el proyecto televisivo de Galáctica: Astronave de Combate debe su existencia misma y estilo visual al éxito de la primera película de Star Wars, Warcraft le debe con creces a El señor de los anillos. Lo que se nos presenta en pantalla ya lo hemos visto. Y lo hemos visto con mucho mayor consistencia.
Por cierto que al igual que Galáctica, la película Warcraft toma el elemento del éxodo como pieza fundamental de su narrativa, además de algunas otras referencias bíblicas muy evidentes.
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Pero no se trata de estar en contra de las películas derivativas. Titanes del Pacífico –por ejemplo- es una de ellas y logró encontrar su propia voz, además de ser una delicia para muchos espectadores. Sin embargo, más que funcionar como una obra por sí misma, la película Warcraft pareciera tener como propósito principal dejar abiertos diversos puntos argumentales para sus (posibles) secuelas.
Se esfuerza excesivamente en plantear situaciones sin resolución, en lugar de contar su propia historia e interesarse seriamente por sus personajes y no dejarlos como simples esbozos.
La película se estrena México una semana después de su apertura comercial en Estados Unidos. La crítica allí ha sido casi unánimemente inmisericorde, así como el público estadounidense, que no la recibió en taquilla como el blockbuster que pretendía ser.
Pese a ello, en China se ha convertido en uno de los filmes más taquilleros, superando incluso la más reciente entrega de Star Wars. Tan sólo este dato convierte a Warcraft en un fenómeno mediático que ya es analizado por especialistas de la maquinaria hollywoodense.
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Más allá de los consensos de la crítica especializada, la disparidad en las reacciones de públicos diversos y hasta la falta de originalidad en sus planteamientos, Warcraft es una película que cumple como efímero entretenimiento.
Hay un verdadero esmero técnico por sus múltiples personajes generados digitalmente y un eficiente uso de la tecnología 3D. Cuenta con algunos personajes interesantes que pudieron ser mejor aprovechados, como el fiero y a la vez honorable Durotan, el jefe de un clan de orcos; o la menospreciada Garona, híbrido entre orcos y humanos. Y desde la butaca, agradecemos también los inesperados giros de tuerca.
Pero no pasa de ser un divertimento pasajero. O más bien palomero, que es como le llamamos en esta tierra que no es ni China, ni Estados Unidos. Ya veremos.