El viaje de Teo – Crítica
Esta cinta mexicana teje una historia emotiva de narración tranquila que alude una realidad triste y cruda.
En 2007 se hicieron dos cintas que abordan un tema similar: el largo viaje de un infante al norte del país para ingresar ilegalmente al país vecino. En La misma luna de Patricia Riggen, un pequeño viaja a Estados Unidos para buscar a su madre que trabaja allá de empleada doméstica. En la película de El viaje de Teo, un pequeño y su padre pretenden cruzar la frontera, al intentar el último mejores condiciones de vida después de años de cárcel y no ver al hijo.
De mayor sobriedad en su registro melodramático y desprendido del humor fácil de la primera, la película de El viaje de Teo apuesta a dos elementos temáticos bien trabajados: la ausencia paterna y sus repercusiones en los hijos, y la búsqueda de una identidad infantil a través de la solidaridad y la amistad.
A Damián Alcázar (padre de Teo) sólo lo vemos durante los primeros minutos de la cinta, pero su ausencia inicial y definitiva sirven de referencia dramática acerca de una figura esencial en la infancia y cómo su desaparición dificulta el cobijo y la alimentación amorosa. Las aventuras infantiles (la relación entrañable de Teo y Chuy), los encuentros solidarios de Teo (con María, Alejandro y Oaxacas) y el posible puente de identificación con la cultura y tradición originales (una trompeta que pasa de mano en mano), tejen una historia emotiva de narración tranquila que alude una realidad triste y cruda: las decenas y decenas de niños que diariamente son regresados de Estados Unidos a México después del intento infructuoso de atravesar la frontera.