Una ronda más – Crítica de la película
Sin caer en mensajes moralinos o crítica mordaz, Vinterberg celebra la vida con un buen trago.
En 1998, Thomas Vinterberg escribió y dirigió su ópera prima: Festen o La Celebración. En aquella, el patriarca de la familia (en la celebración de su cumpleaños número 60) es acusado de haber abusado sexualmente de su hija e hija cuando ambos eran pequeños. Lo que podría convertirse rápidamente en un drama oscuro y denso, a través de los ojos de Vinterberg más bien resulta en una comedia negra sobre las consecuencias de estos terribles actos. Una ronda más, su más reciente película, y por la que ganó el Óscar a Mejor película extranjera este año, toma el mismo camino de la comedia oscura.
En la película Una ronda más, el director danés vuelve a abordar una especie de celebración, pero ahora su aproximación es mucho más peligrosa. Como si el abuso sexual infantil no fuera suficiente, aquí estamos ante la crisis de mediana edad que viven cuatro hombres que deciden hacer un experimento social en aras de la ciencia. Todos beberán una determinada cantidad de alcohol al día, con el fin de encontrar una mayor felicidad y dinamismo.
Lo primero que resalta en la película Una ronda más, es la sutileza con la que Vinterberg aborda este tema sin caer en la moraleja o los prejuicios. Algo que fácilmente sucedería en manos de cualquier otra persona detrás de cámaras. Y no sólo hablando de la industria hollywoodense -aunque esta cinta ya tendrá su remake-, sino incluso del cine latinoamericano o europeo: abordar la ingesta de alcohol como punto de partida de una historia puede ser algo sumamente arriesgado y caer rápidamente en el melodrama o la comedia burda.
En la película, Vinterberg vuelve a hacer dupla con uno de los mejores actores de daneses de su generación: Madds Mikkelsen. El dúo vuelve a reunirse después de La caza (2012), pero ahora bajo un espectro diferente aquel filme. Mikkelsen interpreta a un hombre que, a sus 40 años, siente que su vida está fuera de rumbo y, conforme charla con sus amigos en una cena de cumpleaños, todos se dan cuenta de que llevan una carga que no han podido soltar.
Una característica de la película Una ronda más es que el consumo de alcohol no es el hilo principal, sino su fotografía. El director se hizo de los servicios del fotógrafo noruego Sturla Brandth Grøvlen, quien anteriormente había capturado una obra abismalmente diferente a la cinta de Vinterberg: First and Last Men, ópera prima y terminada de manera póstuma del compositor islandés Jóhann Johannsson. En ésta se relata lo que fue del planeta Tierra una vez que los humanos dejaron de habitarla, todo ello narrado por Tilda Swinton.
First and Last Men es una obra en blanco y negro de un ritmo pausado, mientras que Una ronda más no oculta aquella celebración de la vida mientras los personajes descubren las bondades del alcohol. No obstante, la película no es un mero pretexto para alcoholizarse, pues Vinterberg sabe que está jugando con fuego con sus personajes y a cada uno lo desarrolla de manera distinta.
Es así que Madds Mikkelsen nos lleva de la mano de este autodescubrimiento de su personaje. Nos demuestra que el ser humano siempre debe permitirse un constante aprendizaje e incluso una deconstrucción de sí mismo para poder avanzar. Los personajes de la película Una ronda más llevan un peso invisible (hasta para ellos mismos) sobre los hombros. Pero una vez que lo sueltan, al fin se permiten ser libres.
Claro que hay consecuencias en este experimento. Claro que hay resultados que arroja este estudio que no serán del agrado de estos caballeros. Pero, al final, permitieron que la curiosidad los llevase a terrenos que no conocían. Una curiosidad propia de los más jóvenes y que se pierde conforme vamos creciendo. No en balde Vinterberg escribió este guion con la ayuda de su hija, quien le enseñó la cultura de la bebida que existe entre los jóvenes en Dinamarca. A cuatro días de comenzar el rodaje, su hija murió en un accidente y el director reordenó sus ideas para que la película dejara de ser una historia sobre la celebración del alcohol y más una reafirmación de la vida. El cineasta danés llevó su dolor y su pena a un baile que celebra que estamos aquí… aunque sea por un instante.
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