Un monstruo de mil cabezas
Gracias a una emocionante narrativa, y al trabajo de su protagonista, la cinta de Rodrigo Plá es de lo mejor del cine mexicano en los últimos años.
¿A dónde te puede llevar tu desesperación? Ésa es la
pregunta que te ronda en la mente tras ver Un
monstruo de mil cabezas. Y es que la historia que presenta tiene como eje central la
impotencia de una mujer enamorada que no dudará en acosar a una persona o en
amagar a otra con tal de salvar la vida de su esposo.
Sonia Bonet (Jana Raluy) es una mujer que ve morir
lentamente a su pareja por culpa de la burocracia. Su compañía de seguros no
quiere aprobarle el tratamiento médico que podría salvarle la vida y la
profunda desesperación que esto le provoca la orilla a buscar la manera de
vencer al sistema… no importando que lo logre con pistola en mano.
Hablar del cine de Rodrigo Plá es mencionar la dupla
creativa que ha consolidado con su guionista de cabecera –y esposa–, la
escritora Laura Santullo (algo así como lo que Arturo Ripstein ha logrado con su cónyuge Paz
Alicia Garciadiego). Para esta nueva colaboración –quizá su más destacada– el
cineasta retoma el libro homónimo de su pareja para construir una de las
mejores películas mexicanas de los últimos años.
Uno de los elementos que más destaca es la actuación de su protagonista,
la nominada al Ariel Jana Raluy, quien entrega una actuación entrañable e
impactante. Jana logra construir un personaje que poco a poco se va
deteriorando pero que, al mismo tiempo, sigue luchando por salvar a su esposo.
Es muy interesante ver como con sus palabras –y a ratos tan sólo con la mirada– ella logra transmitir esa
impotencia ya mencionada.
Además, el resto del elenco logra entregar actuaciones a la
altura. En un cast que incluye nombres como Sebastián Aguirre, Emilio
Echevarría, Daniel Giménez Cacho, Nora Huerta Noé Hernández, entre otros, imaginarán el nivel actoral que presenciamos.
También es digno de reconocer la emocionante narrativa que
Rodrigo Plá logra plasmar en esta película. Imaginemos a Un monstruo de mil cabezas como un enorme tablero de ajedrez en el
que su director sabe cómo mover las piezas a su favor. La cinta presenta un manejo de cámara muy
interesante que, a ratos, te adentra por completo en una situación y que, en
otros, te mantiene lejos, como si se tratara de una mirada curiosa que presencia
algo desde lo lejos.
El diseño sonoro se conjunta a la perfección con esto para
que vayas recibiendo lo que podría ser calificado como una serie de pistas. A
ratos, ves lo que sucede pero no sabes con certeza qué es lo que pasa. Escuchas
algunas palabras, pero tu imaginación es la responsable de conectar los puntos
que están entre una secuencia y la siguiente.
Es así como Un
monstruo de mil cabezas logra convertirse en una cinta provocadora que
aprovecha todos sus recursos para ir aumentando el nivel de nerviosismo y
ansiedad por conocer lo que sigue. Quizás eso es lo que provoca al final una
pequeña sensación de inconformidad al no ver qué más sucedería en la vida de
Sonia Bonet, de su hijo Darío (Sebastián Aguirre) y de todas las personas que
lo rodean.
Sin duda, cuando alguien hable de un cine de calidad, con
una narrativa emocionante y de un nivel de producción impecable, se remitirá a Un monstruo de mil cabezas. Como dije al
principio, de lo mejor del cine mexicano en los últimos años.