«Hay muchísima tela de donde cortar. Nos podríamos seguir hasta el presente», Gabriel Ripstein sobre el regreso de Un extraño enemigo

En octubre de 2018, en el marco del 50 aniversario de la Masacre de Tlatelolco, arribó al catálogo de Amazon Prime Video una serie mexicana que abordaba aquel funesto acontecimiento y sus antecedentes; eso sí, desde una perspectiva muy singular. En lugar de contar los hechos con rigor documental o con absoluta atención en los integrantes del movimiento estudiantil de 1968, esta producción de Televisa optó por incursionar en un subgénero pocas veces explorado en el cine y la televisión nacional: el thriller político. Y ahora, cuatro años después del éxito de la primera entrega, Un extraño enemigo, temporada 2, llega a nuestras pantallas para estremecernos con su retrato de la perversidad en las altas esferas del poder.

En el rol estelar, está de vuelta el consagrado actor Daniel Giménez Cacho. Él interpreta a Fernando Barrientos, un personaje ficticio —inspirado en el auténtico militar y político mexicano Fernando Gutiérrez Barrios— que como cabecilla de la Dirección Nacional de Seguridad (DNS), sedimenta el camino de Luis Echeverría a la presidencia. Recordemos que la primera temporada de Un extraño enemigo plantea un escenario hipotético en que los actos violentos del verano del 68, mismos que culminaron con la matanza del 2 de octubre, fueron orquestados principalmente por Barrientos, desde las sombras; esto con el objetivo de que su jefe Echeverría (entonces Secretario de Gobernación) deviniera la opción predilecta del mandatario Gustavo Díaz Ordaz para la sucesión.

Ahora, la recién estrenada segunda temporada funge como una ambiciosa secuela de este House of Cards mexicano. Sólo que en lugar de desmenuzar algunos meses de historia, se propuso abarcar seis años completos; un nuevo sexenio en que el protagonista pone a prueba sus capacidades como el maquiavélico titiritero de la vida política de nuestro país.

Una ficción inspirada en hechos reales

En entrevista con Cine PREMIERE, el creador y único director de ambas temporadas de Un extraño enemigo, Gabriel Ripstein, confesó no tener memoria de en qué momento decidió producir una segunda tanda de episodios, ambientada en el periodo de 1970 a 1976, cuando Luis Echeverría ocupó la silla presidencial. Sin embargo, es plenamente consciente de que entre los involucrados en el proyecto «había un impulso de contar la historia de este hombre que se convierte en presidente». Y en eso mismo radicaba el mayor desafío.

«Este apetito de querer abarcar los seis años obligaba dar grandes brincos en el tiempo», expone el realizador. «Entonces era importante entender cómo no perder la tensión dramática cuando de repente cortas y ya son dos años después; entender qué está pasando a nivel del motor dramático de la historia para que aguante. Ese fue un reto importante».

Parte del drama de la segunda temporada recae en las historias íntimas de sus personajes, empezando por Fernando Barrientos, su esposa Esperanza (Karina Gidi) y el hijo de ambos Armando (Pedro de Tavira); una familia fragmentada por la tragedia. A esto se suma la posibilidad de un reencuentro hostil entre Beto (Kristyan Ferrer), quien fuera un agente infiltrado de la DNS en el movimiento estudiantil del 68, y David (Andrés Delgado), uno de sus antiguos líderes que buscará la manera de reintegrarse a la lucha.

Por otro lado, los roces entre Barrientos y Echeverría (Antonio de la Vega) conducirán a una tácita enemistad que —similar a lo sucedido en la temporada pasada— repercutirá en el ámbito social y político de la nación. Siempre bajo la premisa de que Un extraño enemigo no es un documental, sino una ficción inspirada en hechos reales.

El legado de Echeverría

Hablar del régimen de Luis Echeverría implicaba sacar a colación una variedad de acontecimientos verídicos y con fuertes repercusiones en el México contemporáneo. Por ejemplo, la insurrección del Partido de los Pobres en la sierra de Guerrero; la conformación del grupo guerrillero Liga Comunista 23 de septiembre y la gravísima devaluación del peso en el verano de 1976.

«Sentimos que el sexenio estaba cargado de sucesos», nos comenta Gabriel Ripstein. «Que había una progresión y una construcción que daba pie a fenómenos sociales importantes: el surgimiento de la guerrilla urbana, la economía del petróleo… En fin, todas las cosas que marcaron mucho ese sexenio y que marcaron al país a partir de ahí».

Uno de los puntos clave de Un extraño enemigo, temporada 2, es su reconstrucción del Halconazo. Aquélla fue una matanza fraguada por el Estado en 1971 —a través del grupo paramilitar «Los Halcones»— en contra de jóvenes universitarios que se manifestaban en las calles de la Ciudad de México. Ripstein optó por confeccionar un desgarrador plano secuencia que comenzara con los atacantes y después intercalara este punto de vista con el de los estudiantes agredidos.

«Me parecía dramáticamente interesante ser un espectador que va en tiempo real con ellos; ver en los dos o tres minutos que dura el plano todo lo que puede suceder, todas las vueltas que puede dar y todos los personajes que se van pasando la batuta. El Halcón se la pasa a la víctima; la víctima se la pasa a quien le ayuda; quien le ayuda se la pasa a una ambulancia, que nos vuelve sorprender con la fuerza de la represión. Entonces desde que lo escribí, yo sabía que eso era un plano secuencia y estuvo escrito como tal», precisa el realizador.

La mente detrás del presidente

¿Y qué crecimiento previó Gabriel Ripstein para el protagonista de la historia? De inicio, los nuevos capítulos de Un extraño enemigo (a ojos de varios espectadores) quizás terminen consagrando a Fernando Barrientos como un mero símbolo de la ambición, la crueldad y la corrupción en el mundo de la política. Pero en lo que concierne al director, mínimo el personaje interpretado por Giménez Cacho mantiene esa particularidad de no ser la representación ficcional de un único funcionario; más bien, el depositario de diversas características de la clase gobernante en México.

Por otra parte, a raíz del atentado contra la familia Barrientos, Fernando inicia la temporada como alguien lastimado y golpeado, pero que adquirirá una mayor lucidez sobre dónde yace el verdadero poder. ¿Está acaso en la silla presidencial y ante los reflectores? ¿O siempre por debajo del agua?

«Ese trayecto y esa claridad que creo que cobra me parece interesante y me parece que [Fernando Barrientos] evoluciona más allá de un simple político que lo único que quiere es ser presidente, porque creo que al final del día se puede sintetizar mucho así la clase política: lo que más quieren en la vida es ser presidentes. Pero Barrientos quizás no. Y eso me parecía original», nos dice Ripstein.

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Aunque todavía no se discute, una tercera temporada no es descartable. A fin de cuentas, la conclusión de esta segunda entrega «abre la puerta para lo que podría ser el futuro de Barrientos en el siguiente sexenio», en palabras del director. Ciertamente la pandemia por COVID-19 generó un retraso en la producción de Un extraño enemigo, temporada 2, pero no significa que comience a haber un desinterés en darle continuidad al arco del protagonista. Todo lo contrario: hay entusiasmo en torno a la posibilidad de que esta recapitulación ‘thrillerizada’ de la política mexicana se expanda incluso hasta nuestros días.

«Es que hay muchísima tela de donde cortar. Nos podríamos seguir hasta el presente», recalca Gabriel Ripstein. «El sexenio de López Portillo también fue muy interesante; pasaron muchísimas cosas y el país cambiaba. Entonces, de nuevo, gasolina, hay. Es cosa de ir entendiendo hacia dónde evoluciona este personaje».

Los seis episodios de la segunda temporada de Un extraño enemigo están disponibles en el catálogo de Prime Video desde el pasado 29 de septiembre. Entre los nuevos rostros del elenco figuran Erando González (Federico Amaya), Alejandro Nones (Alberto Sicila Falcón), Tomihuatzi Xelhuantzin (Arturo Durazo), Jero Medina (Camilo) y Paulina Dávila (Rosa Luz Alegría).

Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.