Un amor inseparable (The Big Sick) – Crítica

Una comedia romántica original que genera risas sin trivializar el dolor.
El título oficial de Un amor inseparable –The Big Sick– hace referencia a la frase en inglés “the big suck”, es decir, esa cosa que es horrible. Una de tantas trabas en la vida que son desagradables, que son incómodas. Como el racismo, las expectativas de una familia que te quiere como algo que no eres, el fracaso profesional, y los corazones rotos. O la enfermedad y la muerte, dos elementos que son tan parte de la vida que quizás es sólo porque existen que ésta cobra significado.
De todo esto se trata Un amor inseparable, la historia que el comediante de stand-up Kumail Nanjiani (Silicon Valley, Portlandia) escribió con su esposa, Emily V. Gordon, basándose en su propio e improbable romance. Sería fácil describirla como una comedia romántica, pero justo su éxito –y lo que le agradecemos en una época inundada de fórmulas y poca innovación– radica en que no sigue alguna fórmula tradicional. Desde aquel título original, hasta los protagonistas que reflejan una moderna diversidad alejada de los estereotipos (aunque no significa que no lidien con ellos en la trama), todo en esta película exuda originalidad.
Kumail se interpreta sí mismo como un aspirante a comediante de Chicago que una noche invita a salir a la chica que le gritó desde el público. Su enamoramiento se desarrolla como el de cualquier comedia romántica –con montage musical incluido–, hasta que las verdades comienzan a salir. Él le ha escondido a Emily (Zoe Kazan) que su familia, todos musulmanes pakistanís tradicionales, esperan que él termine en un matrimonio arreglado. O como se le conoce en Pakistán: matrimonio. Al poco tiempo, la vida (como suele suceder en las historias reales, que no se guían por fórmulas de un libro de guionismo) continúa con sus incomodidades y Emily es diagnosticada con una enfermedad que pone su vida en riesgo. En ese momento entran a la película Ray Romano y Holly Hunter, ambos excepcionales como los padres de Emily con quien Kumail tendrá que aprender a convivir.
El tratamiento que Nanjiani y Gordon –quienes además producen cada semana el podcast sobre videojuegos The Indoor Kids– le dan al guion, complementado por la puesta en escena del también comediante y actor en la serie de Netflix Wet Hot American Summer, Michael Showalter, pudo ser trágico y pesado. Sin embargo, el verdadero éxito es su habilidad y destreza para hablar de algunos de los temas más complicados de la vida desde una perspectiva ligera, con mucho humor. Un humor que arranca carcajadas sin trivializar y que también genera lágrimas, sin manipular. Es la perspectiva de alguien que ha dedicado su vida a hacer reír a otros, a contar sus historias más personales con la intención de poner ese reflector sobre la vida misma. No para entender el “por qué?” o el “¿cómo?”, el “¿por qué a mí?” (¿y por qué no a ti?), sino el “¿y ahora qué?”, “¿A dónde vamos de aquí?”. A donde duela menos, supongo, ese permanente big suck.
