Todas las pecas del mundo – Crítica
El cast de Todas las pecas del mundo hace un buen trabajo, sin embargo, en sus acciones se nota cierta incomodidad propiciada por percances en la edición.
El cine no ha permanecido indiferente a los estragos del primer amor. Sin ir muy lejos, en 2017 Luca Guadagnino llevó a la pantalla grande la novela de André Aciman, Call Me by Your Name. En Llámame por tu nombre, Oliver y Elio nos permitieron rememorar los prístinos encuentros idílicos con el sujeto de afecto a partir de un ejercicio de memoria e introspección. Todas las pecas del mundo se aferra a este par de calificativos tanto en su hechura e historia, pero su resultado está lejos de la memorabilidad conseguida por el director italiano.
Apela a la nostalgia al ubicar sus acciones en 1994, año fundamental en la historia del país. Había culminado el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, Luis Donaldo Colosio había sido asesinado, la crisis económica se cernía sobre los bolsillos de la población –si es que no los había golpeado ya–, y el Tri estaba en Estados Unidos en plena Copa del Mundo. Salvo este último aspecto, los demás acontecimientos pasan desapercibidos en la película de Yibran Asuad, editor de cintas como Güeros, Museo o Bayoneta.
Si bien lo que él pretendía mostrar era la manera en que los niños-adolescentes se sumergen en su propio mundo al margen de las calamidades que absorben al mundo adulto, deja la premisa inconclusa. Únicamente ecos mundialistas resuenan en el fondo o al margen de la trama principal, pero el resto de las desavenencias del país se guarecen tras un escudo invisible.
Lo que orienta y canaliza los esfuerzos de Todas las pecas del mundo son los caprichos de José Miguel (Hanssel Casillas, bien en su papel), un chico que inicia clases en una nueva escuela a mitad de año, pues él y su familia se mudan a causa del trabajo de su padre: es piloto. Ahí se enamora perdidamente de Cristina (Loreto Peralta), mientras que entabla amistad con Liliana (Andrea Sutton). Entre ellas, José Miguel y Kenji (Luis de la Rosa) se entabla un cuadrado amoroso que permite romper algunas de las “reglas” establecidas dentro de las comedias románticas adolescentes.
En ese aspecto, el guion coescrito por Yibran Asuad, Javier Peñalosa (Camino a Marte) y Gibrán Portela (La jaula de oro) es osado. Tiene un protagonista antipático, caprichoso, obsesivo y egoísta, que instrumentaliza a quienes se encuentran a su alrededor para conseguir sus propios propósitos. En el tercer acto, incluso, sorprende con algunos giros de tuerca, y, como ocurre en El cuento del lunático, de Woody Allen, perpetra un discurso sobre inconformidad infinita a la vez que ofrece lecciones difusas. Rompe tabúes al hacer apuntes incómodos sobre relaciones impropias lideradas por figuras de poder, aunque se queda a medio tintero.Vamos, hasta se aleja del tema del bullying escolar.
Los contratiempos en Todas las pecas del mundo, sin embargo, provienen de la ejecución del guion. El cast hace un buen trabajo, sin embargo, en sus acciones se nota cierta incomodidad propiciada por percances en la edición, lo cual llama la atención, pues Asuad tiene una amplia experiencia en este renglón y ha realizado trabajos destacados en su carrera. Hay elementos narrativos incomprensibles, la historia carece de ritmo y falla al generar interés tanto en los protagonistas como en su contexto, ese que debería sentirse para que ellos pudieran permanecer ajenos y sumidos en esa burbuja llamada secundaria.