Tiempo compartido – Crítica
La película premiada en Sundance nos da también la posibilidad de ver a un Luis Gerardo Méndez lejos de su zona de confort, en un papel que nos recuerda el talento que posee y que nos gustaría ver más en la pantalla.
En Halley, su ópera prima, Sebastián Hofmann nos habló de un muerto viviente que no puede ocultar su inminente putrefacción. En Tiempo compartido, su segunda película, el cineasta mexicano nos cuenta sobre otra especie de zombies: aquellos que, en un afán de conseguir lo que creen necesario para ser felices, pierden todo, incluso las ganas de vivir.
Tiempo compartido nos presenta la vida de Pedro (Luis Gerardo Méndez) y Andrés (Miguel Rodarte), dos hombres que, de forma separada, se percatan de que su vida está muy lejos de lo que habían soñado y que hay una fuerza oscura alrededor que les impide mejorarla. Su viaje hacia la locura ocurre en medio de un lujoso y paradisiaco hotel en Acapulco. Ahí, en un mundo en donde las sonrisas son tan perfectas que hasta asustan, el propio Hofmann y su también productor Julio Chavezmontes desarrollan un guion que fue premiado en Sundance 2017 y que da muestra del camino interesante –y quizás hasta necesario– en que ambos emprendedores del cine mexicano están llevando a nuestra industria: lejos de las temáticas y situaciones que han inundado la cartelera nacional en años recientes.
En un elenco que incluye nombres como Cassandra Ciangherotti (El club de los insomnes) y RJ Mitte (Breaking Bad) destaca la presencia de Andrés Almeida, quien se convierte en la gran sorpresa de la cinta. Con Abel, Almeida entrega uno de sus mejores papeles a la fecha, que da muestra de su gran capacidad actoral, y que le valió su primer Ariel a Mejor actor de cuadro. Él es el responsable de empujar a Pedro (Méndez) por un camino de tormento efervescente hasta llevarlo al borde de la locura. Con ello, Tiempo compartido nos da también la posibilidad de ver a un Luis Gerardo Méndez lejos de su zona de confort, en un papel que nos recuerda el talento que posee y que nos gustaría ver más en la pantalla.
Por todo esto podríamos definir a Tiempo compartido como una cinta de grandes riesgos. Con su alta dosis de farsa y aparente perfección ficticia, esta película –nominada a cinco premios Ariel y acreedora a dos estatuillas– demuestra dos cosas que no debemos olvidar: Por un lado, que no hay nada más peligroso que dejarnos llevar por la obsesión de querer tener una vida perfecta. Y por otro, que en México hay historias, talentos y, sobre todo, las ganas de hacer un cine diferente e inteligente que merece ser visto por su público.