El arte de ser padre: The Kid, la obra maestra de Charles Chaplin
En El chico, Charles Chaplin construye un personal ensayo sobre sus traumas inmediatos y las penurias de su infancia.
Durante los años posteriores a su estreno -100 para ser exactos- se ha dicho incansablemente que El chico, de Charles Chaplin, es indudablemente su mejor película. Sin embargo, dicha aseveración responde a que detrás de su creación está de por medio la creatividad de un artista que desnudó por completo su alma en lo que fuera su primer largometraje en forma y quizás su más exitoso. A lo largo de su existencia, el filme ha sido grabado en la historia como una de las mejores comedias que trajo al frente un método narrativo que ha sido usado en exceso hasta nuestros días, por su funcionalidad más que por la mera replica.
El chico de Charles Chaplin comenzó a existir en 1921, durante un periodo que ocurrió entre enero y febrero del mencionado año. No queda muy claro, pero tal parece que la primera vez que una audiencia pudo ver la película, fue un 16 de enero. Más tarde, con un estreno limitado y un paseo por festivales, la película se sometió al juicio del público en un par de ocasiones más, antes de llegar de manera masiva -por lo menos- al público estadounidense para finales de febrero.
Previo a su estreno los ejecutivos del estudio encargado de financiar el filme estaban nerviosos. Los costos ascendieron un poco más de lo necesario y además se trataba del primer largometraje de Chaplin. Sin embargo, más allá de esas cuestiones, Charles Chaplin, al igual que casi todos los genios del séptimo arte, era un obsesivo de la perfección, razón de que el rodaje se extendiera por poco más de cinco meses. Una temporalidad totalmente inusual para los estándares de la época.
Para fortuna del estudio, la espera se vio recompensada con un éxito de crítica y taquilla sin precedentes. No pasado un año de su estreno, El chico y el encanto de Charles Chaplin, ya habían dado la vuelta al mundo. Eran escasas las ciudades en las que la película no se había proyectado todavía. Y es que la historia, tan graciosa como tierna, de un hombre de pocos recursos que adopta a un niño abandonado, y que más tarde se convierte en una de las duplas más adoradas del cine, inevitablemente encandiló al público.
El chico inicia con una mujer indecisa y desesperada que en un arranque de nervios abandona a su neonato en la calle. Es entonces que el personaje de Chaplin lo encuentra y a pesar de sus repetidos intentos por deshacerse de él, finalmente resuelve en adoptarlo. Aproximadamente seis años más tarde, ambos son padre e hijo en toda regla, pero además son un fabuloso equipo de pillerías. Mientras el niño se aboca a destruir las ventanas de las casas de los adinerados, aparece el hombre inmediatamente después fingiendo casualidad, para ofrecer sus servicios como reparador de cristales.
Ambos comparten una suerte de complicidad y relación fraternal, que transmite una química inmediata a la pantalla. Detrás de ello existía la relación inigualable entre Chaplin y el pequeño actor llamado Jackie Coogan, que fue descubierto por el director en un espectáculo de vaudeville, en el medio del bache creativo más oscuro que alguna vez sufriera el legendario comediante.
Detrás de dicha etapa de oscuridad hay una historia más compleja, y tanto por ese motivo, como por otros relacionados con el pasado e infancia de Charles Chaplin, es que se puede asegurar que El chico es su obra más personal. Aquella en la que vertió las inquietudes acumuladas a lo largo de su vida. Provistas por una infancia similar a la de su personaje y a la etapa convulsa en su vida que sanó durante el proceso de hacerla.
La obra más personal de Chaplin
El historiador y biógrafo Kenneth S. Lynn, escribía (vía) en el estudio que realizó sobre Chaplin que «si su trabajo en la película fue una distracción para él, también es verdad que ésta fue forjada en el crisol de su vida interna. En su comedia, su melodrama y su pathos, El chico es un ensayo, cargado de fantasía, sobre su propia historia personal”. Y es que el filme sabe aprovechar las virtudes de los elementos de comedia que divierten al espectador, para más tarde rematar el corazón con el melodrama cercano a la tragedia.
Precisamente a dichos géneros se acogió la infancia de un Chaplin que a corta edad conoció lo que era ser arrancado de los brazos de su madre. Que supo lo que era vivir gran parte de su infancia entre hospicios e irremediablemente con un sentimiento de abandono. El comediante declaraba más tarde en entrevistas que desde que recorría en solitario las calles, sabía que sin duda se convertiría para su adultez en un gran actor.
Sin embargo, el golpe más fuerte que devino en la creación de la película fue la pérdida de su primogénito recién nacido. En octubre de 1918 se casó a regañadientes con la actriz de 17 años Mildred Harris, quien le engañó al convencerlo con un embarazo que resultó falso. A pesar de aquello, la pareja contrajo nupcias y más tarde, en efecto, esperaban la llegada de un pequeño.
Durante aquella etapa de infelicidad, atado a una vida que no había planeado para sí, el cineasta se encontró de frente con un bloqueó creativo que le frustraba y alimentaba su actitud negativa hacia la vida. Si bien la llegada de un bebé podría haber cambiado las cosas, Mildred dió a luz a un pequeño que murió a los tres días por una malformación en el intestino. La respuesta de Chaplin, fue ponerse a trabajar tan sólo diez días después de haber enterrado a su hijo, en una película que contaría una historia en donde su personaje del vagabundo adoptaría a un niño abandonado.
Chaplin sabía que para dicho propósito necesitaría a un infante como ningún otro. De hecho el director estaba acostumbrado a contratar actores que lograran imitar casi a la perfección todos sus gestos y movimientos. Una compulsión en la que demostraba que si por él fuera, actuaría en todos los papeles y llevaría cabo por propia cuenta cada proceso de sus obras. Para su fortuna, en Jackie Coogan encontró al cómplice perfecto, el cual igualaba en carisma y talento sus capacidades histriónicas.
Coogan fue el único actor en una película de Chaplin, que puede presumir de haber compartido realmente el protagonismo. Su peso en la película es tan grande que rápidamente se convirtió en una estrella. A la fecha es inolvidable la escena en la que rompe desgarradoramente en llanto, al momento en que lo separan de su padre. Para conseguir tal reacción, el padre real del actor amenazó a su propio hijo con enviarlo en la vida real a un orfanato si no lloraba para la escena.
Como demuestra la anterior anécdota, las decisiones de los padres de Coogan se recuerdan como cuestionables. Hicieron con premura una mina de oro a costa de su hijo y casi con la misma rapidez la gastaron. Cuando Coogan cumplió la mayoría de edad se encontró con que sus padres habían malgastado arbitrariamente la mayoría de los ingresos que obtuvo por su trabajo. Al episodio le siguieron demandas y batallas legales que ganó irremediablemente, pero que no solucionaron sus problemas financieros.
Si algo bueno surgió de aquello, fue la creación de la Ley Coogan, una especie de mandato preventorio que protege a todos los infantes estrella de perder las ganancias de su trabajo. A partir de allí, un 30% de sus ingresos habrían de guardarse y acumularse en una cuenta bancaria, a la espera de su mayoría de edad. Dicho decreto fue uno de los logros accidentales de Coogan, quien más tarde perdió su momentúm al dejar atrás su etapa de infancia.
No obstante, la suerte estuvo de su lado, pues muchos años más tarde recuperó la fama al interpretar a uno de los personajes más icónicos de la cultura popular: el tío Lucas en la sitcom de los sesenta Los locos Adams.
El legado de El chico y Charles Chaplin
A la fecha se recuerda a The Kid como una de las obras más logradas de Charles Chaplin, sólo quizás igualada por El gran dictador (1940), que llegó casi veinte años más tarde. Pero más allá de la historia detrás de su creación, el filme es uno de los más grandes logros de la comedia cinematográfica. Uno que logró combinar adecuadamente las risas con el lado más emocional y hasta entonces desconocido de Chaplin.
El hecho de que se tratase de su obra más personal, conllevó a que su manufactura fuera impecable y el camino que se recorriera para su creación estuviera bajo el yugo de un perfeccionista. Más que en ninguna otra película, Chaplin repetía las tomas hasta el cansancio para obtener los resultados deseados. Para el término de la filmación el material rodado eran de poco más de 120 mil metros de negativo en 500 rollos, que equivalían a casi 50 veces la totalidad de la película.
Con The Kid, Charles Chaplin encontró en Jackie Coogan el hijo que había perdido. Y el cariño que tuvo por el pequeño a lo largo del rodaje, es algo que se transmite fuera de la pantalla. El público quedó encantado con la química de los personajes, los efectos visuales que hacen eco de los trucos de George Meliés y la sutil crítica social que ejerce.
Una suerte de homenaje a la infancia solitaria, a los niños huérfanos del mundo y sobre todo a sus propias vivencias. El vagabundo vive con el niño en un pequeño cuarto de ático arreglado apenas con algunos adornos recuperados de basureros. Probablemente un escenario inspirado en el pequeño cuarto del número 3 de Ponwall Terrace en el que Chaplin vivía con su madre y su hermano en Londres.
«Había sátira, farsa, realismo, naturalismo, melodrama y fantasía, pero slapstick crudo y sentimiento, la premisa de The Kid, era algo innovador”, confiesa Chaplin en su autobiografía. Después de todo al inicio de la película un letrero advierte que se trata de una película para obtener una sonrisa, o quizás una lágrima.
Actualmente la película puede ser encontrada en catálogo de la plataforma MUBI.