Fuimos a Comala a ver a un tal Pedro Páramo, pero nos recibió la fuerza de Susana San Juan
Visitamos el set de la adaptación de la novela de Juan Rulfo justo cuando el director Rodrigo Prieto se disponía a filmar una de las escenas más cruciales: la muerte de Susana, el gran amor de Pedro Páramo.
Vine a Comala no a encontrar a mi padre, pero sí a Pedro Páramo, la adaptación cinematográfica del relato de Juan Rulfo. Sin embargo, este Comala no se encuentra en Jalisco, geografía de la que se componen los paisajes rulfianos, sino en un set de los Estudios Churubusco, en la Ciudad de México. Al mando de estos terrenos no se encuentra el legendario cacique que da nombre al libro, sino el cineasta Rodrigo Prieto, también una leyenda: consiguió su primera nominación al Óscar en 2006 como cinefotógrafo de Brokeback Mountain (Dir. Ang Lee) y le siguieron otras tres en el mismo rubro, gracias a su trabajo en cintas dirigidas por Martin Scorsese (Silencio, El irlandés y Los asesinos de la luna). Ha trabajado también con Alejandro González Iñárritu, Pedro Almodóvar y Greta Gerwig, e incluso en los videos musicales de Taylor Swift.
En su regreso a México, el cineasta y su equipo nos reciben en la novena de diez semanas de rodaje, repartidas entre locaciones de San Luis Potosí y un set construido en estos estudios. “Filmar en México ha sido reencontrarme con mucha gente y con esa energía y pasión de los técnicos mexicanos, que es inigualable”, mencionará Prieto durante nuestro encuentro. El aire huele a madera y en el ambiente se respiran las prisas de cumplir con las agendas de grabación, pues hoy se filma una de las escenas más trascendentales para esta historia: la muerte de Susana San Juan, el evento que marca la destrucción de un pueblo entero.
Ilse Salas y Manuel García-Rulfo me reciben a mí y a otros periodistas en el set antes de dedicarse por completo a ponerse el traje de Susana San Juan y Pedro Páramo y nos comparten un poco de cómo fue su experiencia en esta película, la primera de Rodrigo Prieto como director, y la adaptación de la que muchos consideran la novela más importante de la literatura mexicana.
“Cuando me piden que recomiende un libro a amigos que son extranjeros, les digo que traten de leer a Rulfo porque, para mí, es la voz de México. Siento que cuando lees a Rulfo entiendes y ves a México, lo que es, las raíces, las culturas, los problemas sociales y lo complejo que es. Obviamente para mí llevar el apellido es algo muy personal y crecí con eso. Pero sí, para mí Rulfo es México”, explicó el actor, quien es familiar del escritor. “Yo tenía una dislexia fuertísima entonces lo leí pero nunca capté nada, hasta que la releí a mis veintitantos años. No me quiero colgar del apellido ni nada, pero sí fue algo muy presente en la familia, hacíamos lecturas, se hablaba mucho de lo que era la novela, en el rancho hablábamos de los muertos y fantasmas y recurríamos a la novela”.
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Por su parte, Ilse Salas se ha reencontrado con el libro y sus interpretaciones al momento de crear a su personaje. “Yo recordaba a Susana San Juan como el gran amor de Pedro Páramo. Entonces mi ego de actriz dijo: ‘Sí, acepto ser el gran amor de Pedro’. Luego lo leí y vi que es el símbolo de un montón de cosas y representa una figura femenina que me duele muchísimo. Y adquirió otra dimensión, la obra y los personajes”.
Para sumar a la construcción de este universo, se recrearon con precisión cada uno de los detalles, desde los tintes naturales en la ropa, hasta la medida exacta de los rebozos y sombreros usados por los personajes, ubicados en el contexto de la Revolución Mexicana. Se confeccionaron más de 400 enaguas y 700 huaraches en modelos de aquella época y región; se consiguieron telas de varios estados de la República y se hicieron textiles con telares y bordados a mano en una labor de vestuario encabezada por Anna Terrazas (ganadora del Ariel por su trabajo en Bardo).
En el diseño de producción participó Eugenio Caballero (ganador del Óscar por Dirección de Arte en El laberinto del fauno) junto con Carlos Y. Jacques (seis veces nominado al Ariel y ganador por La habitación). Juntos construyeron los detalles del calor, bonanza y decadencia de Comala, y los espacios más representativos de los personajes, como la habitación de Susana, adornada con cortinas de terciopelo azul y una imponente cabecera dorada. Aunque a cuadro será imperceptible, la mesita de noche tiene pequeños frascos de medicamentos y las sábanas están decoradas con detalles bordados en azul cielo. El vestuario del personaje está codificado en las mismas tonalidades, que no solo remiten a sus ojos aguamarina, sino también a la idea del mar, la fluidez y la libertad.
En la novela y en la película, Susana San Juan conoce a Pedro Páramo en la infancia y forman un lazo que se rompe cuando ella deja el pueblo. Treinta años después, y ya como un hombre poderoso, Pedro consigue que vuelva, pero ella ha enviudado y vive inmersa en su mente, desafiando las autoridades que intentan someterla.
“Me identifico con su rebeldía, porque sí siento que es una punk de verdad. Y su rebeldía viene de un profundo dolor. Por ejemplo, con la religión, como está cuestionando y burlándose de un sistema poderosísimo en ese entonces. Me conmueve. Yo tenía muchas discusiones con Rodrigo, no me gustaba que la pusieran tan débil, ¿por qué siempre en una cama?, fue una discusión y otra. Y la que gané fue mostrar que es una mujer que no le tiene miedo a su vulnerabilidad, no le tiene miedo a llorar”, sostiene Ilse Salas, quien reveló que tomó inspiración de múltiples tesis universitarias y sus lecturas del personaje, así como de la película Camille Claudel 1915 (Dir. Bruno Dumont).
El resultado es un personaje intenso e indescifrable, que desde la enfermedad y hasta su último aliento se niega a doblegarse a los protocolos y expectativas de la religión y el matrimonio.
García Rulfo agrega: “El personaje de Pedro está basado en que Susana no le corresponde, y por más que la tiene en su casa, no puede entrar. Y lo que vivieron de niños no lo puede volver a sentir, por más que quiera no puede volver a tener a esa Susana. Y también habla mucho del patriarcado: el lado masculino de no tener, no poseer, y eso revienta todo».
Los actores coinciden en su gratitud por haber contado con la compañía de un equipo talentoso y la guía de Rodrigo Prieto, a quien califican como un director con humildad y sencillez. Además, consideran que su ojo como fotógrafo lo llevaba a prestar atención a detalles del ambiente, en conjunto con el trabajo actoral.
“Mi énfasis ha sido emocional», comenta Rodrigo Prieto, «el lado visual se me da automáticamente, entonces mi énfasis han sido los personajes, la historia, cómo contarla, qué partes de la historia contar. Así como Juan Rulfo la editó y la editó, hemos tenido que tomar decisiones de qué dejamos, qué enfatizamos, qué quitamos. Y, a nivel visual, cada momento y cada escena ha sido preguntarnos cuál es la mejor manera de contarla con la cámara. La parte fotográfica también la compone la atmósfera y qué hace la cámara para contar las cosas que importan”.
Es hora de dejar este mundo de fantasmas, texturas, ocres y madera, pues el rodaje continúa en el set de Pedro Páramo.
“Ya me voy a maquillaje a quitarme lo sana”, se despide Ilse Salas antes de regresar una última vez a Comala.