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Cine

Sopladora de hojas

17-05-2017, 9:20:31 AM Por:
Sopladora de hojas

La ópera prima de Alejandro Iglesias Mendizabal es como sus personajes: imperfecta, pero muy carismática y entretenida.

Cine PREMIERE: 3.5
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Hay algo definitivamente atractivo en esa época de adolescencia tardía –al filito de la adultez–, caracterizada por una infancia que agoniza en tardes aletargadas y ociosas, pero llenas de expectativa y hasta de angustia por lo que viene después. Es como si el tiempo se ralentizara justo antes de que uno empiece a andar por la vida a paso acelerado. Esos momentos suelen ser aún mejores cuando se tiene la suerte de compartirlos con camaradas, igual de perdidos e indecisos. Generalmente, a la hora de rememorar los momentos representativos de crecer, son esos los que vienen a la mente y no las graduaciones, los cumpleaños o los exámenes profesionales: esas tardes de nada, de videojuegos, de cascaritas, de caminatas o pláticas sin rumbo, a las que uno vuelve en la mente a lo largo de los años una y otra vez.

Ése es el espíritu que el novel director Alejandro Iglesias Mendizábal logra capturar en su comedia y ópera prima Sopladora de hojas, favorita del público en prácticamente todo festival que pisó. De la mano de tres jóvenes, y de sus dimes y diretes sin fin (entendido éste último como finalidad), la trama dividida en 9 pequeños capítulos se libera de las imperfecciones tonales y argumentales por el universo que crea alrededor de ellos, inmediatamente creíble e inmersivo, y sobre todo –y a falta de un término más técnico y rimbombante–, simpático. Se agradece principalmente la simpleza de la historia: tres amigos pasan horas de un sábado en búsqueda de unas llaves, que se pierden cuando uno de ellos se avienta a uno de los muchos montículos de hojas secas que hay en un parque.

Inevitablemente, las horas “perdidas” y el limbo que generan nos recuerdan a esa tarde azarosa de Temporada de patos, de Fernando Eimbcke. Aunque Iglesias Mendizábal y su coguionista (y cinefotógrafo) Luis Montalvo no empatan el nivel de la puesta en escena de Eimbcke –ni la introspección o reflexión sobre el tiempo que genera su lenguaje audiovisual–, también presentan, de cierta forma, un coming of age de sólo un día y una “hangout movie”: sus personajes se enredan y se resuelven en este parque, que es como la tierra intermedia entre la niñez y el ser adulto, entre su indecisión y las eventuales determinaciones que cada uno sabe que tiene que tomar (qué hacer con la novia, con la escuela, con ese amor en silencio). Desde el inicio, la cinta se compromete a mostrar, mediante un pedazo de vida, lo que significa estar creciendo y, al igual que Temporada de patos, logra retratar con modestia una aparente banalidad, que no es para nada trivial una vez filmada.

Sin embargo, sus mejores armas y ventajas son bastante diferentes, mucho más afines a las que utiliza, por ejemplo, Somos Mari Pepa (Samuel Kishi, 2013) o hasta una que otra de The Kings of Summer (Jordan Vogt-Roberts, 2013): la actuación de sus tres actores y la frescura de su dinámica, el timing cómico y la constante sensación de complicidad casi “de mosqueteros” para con una causa que parece superficial. Es cierto que Sopladora de hojas podría prescindir de algunos personajes secundarios y de un par de capítulos, así como del dramatismo y el salto de tono al drama que de pronto llena su último acto, pero vale la pena verla como una promesa. Sus tres actores jóvenes, Paco Rueda, Fabrizio Santini y Alejandro Guerrero definitivamente lo son. Sopladora de hojas es como sus personajes: imperfecta y a tiempos atolondrada, pero muy carismática y especialmente entretenida. Nos da esperanza en el futuro, tanto de sus adolescentes como de la comedia mexicana.

autor Periodista, editora en Cine PREMIERE y bailarina frustrada en sus ratos libres. Gustosa del cine, la literatura, el tango, los datos inútiles y de la oportunidad de desvelarse haciendo lo que sea.
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