Si yo fuera tú – Crítica
Una de las mejores decisiones que tomó Alejandro Lubezki en su ópera prima fue elegir a Sophie Alexander-Katz y Juan Manuel Bernal como sus protagonistas.
La familia Lubezki lleva el arte en las venas, en especial el cine, y por ello ahora Alejandro Lubezki –sí, el hermano mayor de “El Chivo”– hace sus pininos en un largometraje de ficción con Si yo fuera tú. En su haber tiene varios cortos –como Lección relámpago y Pizzas– y un documental de corte político: El ingeniero, en el cual, cámara en mano, seguía a Cuauhtémoc Cárdenas en sus travesías políticas en 2011, su contacto con la gente, sus altercados con Vicente Fox y los engranajes políticos de la época.
Para este filme pone en pausa sus inquietudes sociales y le da paso a las humanas gracias a la historia de Claudia y Antonio, interpretados por Sophie Alexander-Katz y Juan Manuel Bernal, quienes son las joyas de la corona de esta comedia sobre el intercambio de cuerpos. Ellos componen un matrimonio que, a primera vista, parece estar en un punto de quiebre: se muestran desinteresados uno en el otro; él se encuentra absorto en su trabajo, mientras que desdeña las clases de ballet que ella imparte, e incluso podría haber un tercero en discordia.
Sin embargo, gracias a las “travesuras” de la nana de la familia (la siempre encantadora Isela Vega) y un evento cósmico-místico terminan cambiando de cuerpo, así que para guardar las apariencias optan por reemplazar al otro. ¿Qué tan difícil podría ser si ya llevan muchos años de casados? ¿En realidad se conocen como creen? Por medio de este incidente se dan cuenta de las implicaciones de estar en el cuerpo de su cónyuge y la relevancia –o problemas– de aquello a lo que le dedican su tiempo.
Si yo fuera tú inicia como cualquier otra comedia del subgénero: con un acercamiento a los personajes y sus vicisitudes. Hasta ahí todo encaja en los parámetros de la generalidad y lo que hemos visto en incontables historias sobre el tema, desde Este cuerpo no es mío, Si fueras yo, hasta la animada Your Name o la francesa Uno en el otro. En lo que se distingue esta apuesta mexicana es que una vez que el conflicto se detona.
Pareciera como que Sophie Alexander y Juan Manuel Bernal nacieron para interpretar a Claudia y Antonio, la comicidad de las escenas recae en la manera como utilizan el lenguaje corporal, la forma en que se paran, caminan, interactúan con otros y entre ellos pese a que Bernal alcanza a rozar el exceso. Pero es Sophie quien se roba el show al encarnar a un hombre –no cualquiera, sino su esposo– confinado al cuerpo de una mujer cuyos poros exudan feminidad, y quien debe andar con tacones de punta y ser amoroso con su exasperante suegra.
Hay una escena particularmente divertida en Si yo fuera tú, donde la pareja protagónica baila cuando Antonio se encuentra en el cuerpo de Claudia y debe dirigir a su esposa atrapada en una corporeidad masculina. Este momento es el epítome de la aceptación del otro, pues, por encima de todo, esta película es una invitación a la empatía, a la comprensión de todo aquello que nos parece lejano o intrascendente, porque puede ser crucial para alguien más.
En ese sentido, Si yo fuera tú también propone una conversación en torno a la disparidad de género, a la erradicación de los micromachismos o de considerar lo femenino como una condición inferior. Lo hace a través del arco de los personajes y la forma en que una mujer se desenvuelve en el mundo de su marido –que no necesariamente es exclusivamente masculino– y cuando él interactúa en el universo de su esposa (sus clases de ballet). Todo ello tiene lugar en una comedia que si bien no revoluciona las reglas del subgénero, sí hace aportaciones significativas.