Triste San Valentín

La cinta más íntimamente honesta del año.
¡Un hurra por las pequeñas cintas que aún se las arreglan para ser producidas contra todas las probabilidades y brillan en la temporada de premios! Triste San Valentín, el primer largometraje del documentalista Derek Cianfrance (Dream the Imposible, 2008) es la verdadera definición del cine independiente: una historia ruda bien contada, con interpretaciones crudas y honestas, sin siquiera un indicio de las llamadas “reglas para el potencial comercial”. Incluso la controversia por su clasificación debido a desnudez y contenido sexual (finalmente clasificado en EU como R, aquí C), no inhibió a la cinta.
Capturada en dos temporalidades entretejidas, una parte de la trama sigue el floreciente nuevo amor lleno de optimismo y promesa, mientras la otra detalla la eventual dolorosa desintegración de esa relación. Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams) se conocen por casualidad visitando parientes en un asilo de ancianos. Cindy es una dedicada enfermera con sueños de convertirse en doctora, pero la exhuberancia de romántico empedernido de Dean la seduce y la ciega, al menos por un tiempo, de su falta de ambición o sentido de responsabilidad. Como puede pasar en cualquier relación que no se nutre, lo que parece un amor romántico y adorable en el principio, pronto se convierte en sofocante e incómodo, a medida que el encanto se desintegra. En este sentido, es la cinta más íntimamente honesta del año.
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