Morenita el escándalo
Nada se puede rescatar de este filme. Nada.
Cierto tipo de películas mexicanas son herederas de los melodramas que desde la década de los 50 han saturado las pantallas televisivas del país. Estos filmes ofrecen recursos narrativos repetitivos, tramas inverosímiles y, peor aún, argumentos conservadores que se convierten en instrumentos ideológicos tradicionalistas. Ejemplos sobran. Desafortunadamente, Morenita (ópera prima de Alan Jonsson Gavica) se inscribe en este paradigma.
Mateo (Horacio García Rojas), un joven que adiestra palomas mensajeras, se ve obligado a poner a sus animales a disposición de narcotraficantes, con el propósito de conseguir dinero para operar a su abuelo enfermo (Ignacio López Tarso). El suceso deriva en una serie de complicaciones que orillan al protagonista a robar el cuadro de la Virgen de Guadalupe, ubicado en la Basílica de la ciudad de México. A partir de entonces, la cinta se convierte en un ridículo relato sobre la fe y la esperanza de la comunidad religiosa mexicana (el espectador pensará que el problema se arregla restituyendo la imagen con una réplica.) De igual forma, los acontecimientos derivados de la fábula principal, fragmentan la estructura de la cinta hasta convertirla en una narración moralina en el peor sentido. Nada se puede rescatar de este filme. Nada.
–Abel Cervantes