Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw (2019) – Crítica
Aunque le sobran unos 30 minutos, la película le ofrece a los fans de la franquicia lo que exactamente esperarían de estos dos personajes.
Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw. A estas alturas ya son nueve producciones de la saga de Rápidos y Furiosos. Éste es el primer spin-off de la serie y llega con dos personajes que han demostrado ser verdaderos imanes de taquilla. Por un lado, Jason Statham hizo de Megalodón un éxito el año pasado y, por el otro… bueno, Dwayne Johnson ya no necesita presentación. Universal Pictures decidió explotar (mas no explorar) sus personalidades como Hobbs y Shaw para una película que contiene todo lo que los fans de la franquicia podrían esperar.
Idris Elba interpreta al villano Brixton, quien es una especie de Robocop/Superman que desea un virus para poder controlar el mundo. Sin embargo, la especialista agente del MI6 Hattie Shaw (Vanessa Kirby) lo esconde al estilo de Misión Imposible II: en su sangre. Es entonces que comenzamos una carrera contra el tiempo para detener las amenazas de Brixton y salvar a Hattie.
El escritor de la cinta, y quien ha sido el responsable de toda la saga a partir de Rápidos y Furiosos: Reto Tokio, ha dicho que quería que Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw se sintiera como una película del subgénero buddy cop. Es decir, algo muy al estilo de aquel cine de los 80 con parejas disparejas que no pueden trabajar juntas, como 48 horas (Eddie Murphy & Nick Nolte), Arma mortal (Mel Gibson & Danny Glover) o Tango y Cash (Sylvester Stallone & Kurt Russell). En éstas, el principal atractivo era ver la química de estos protagonistas. En esta película es química es, sencillamente, tremendamente natural.
Lejos está ese primer encuentro entre Hobbs y Shaw en Rápidos y Furiosos 7, en el que el personaje de Statham arroja a su rival de un cuarto piso y lo manda al hospital. (“No me arrojaste, yo me lancé salvando a mi compañera”, le dice Hobbs en Rápidos y Furiosos 8). Ahora estas dos montañas de músculo, testosterona y cero grasa corporal hacen equipo, pero sin olvidar aquella «amistosa rivalidad» que les lleva a lanzarse insultos cada que pueden. O lo que es lo mismo: cada segundo.
Y ésa es la mayor virtud de la película, pues aunque sus secuencias de acción están perfectamente coordinadas; sus explosiones son meticulosas, y sus peleas están coreografiadas a la perfección… es una película de verano como muchas otras. Lo mejor de Hobbs y Shaw es la química que tienen estos dos personajes y cómo van entregando una serie de bromas, groserías y ofensas el uno sobre el otro.
El hecho de que lo mejor de esta película de acción sean las secuencias que carecen de ésta, podría jugar en su contra. Sin embargo, incluso en algunas de estas aparatosas escenas de persecuciones o explosiones, ellos encuentran la forma de insultarse el uno al otro. Esto hace más llevaderas sus dos horas con quince minutos, porque sí: es demasiado tiempo, por más que haya buena química.
Sin embargo, son sus últimos 30 minutos los que se sienten más forzados. Aquí nos encontramos en el terreno de la película genérica de acción, sin el encanto que le vimos al principio. Naturalmente las leyes de la física se rompen desde el primer minuto y todo es exagerado, pero esto aumenta in crescendo hacia su último acto y se acerca mucho al ridículo. Pero en una producción así, sabemos a lo que vamos.