Rampage: Devastación – Crítica
A pesar de su disparatada premisa y villanos flojos, Rampage deja claro que Dwayne Johnson es uno de los actores más redituables y con mayor química en la pantalla.
El videojuego de Rampage no tiene la popularidad que Tomb Raider o que su Lara Croft. Pero a diferencia del reciente reboot protagonizado por Alicia Vikander, Rampage: Devastación se apoya en la presencia de un actor de la talla de Dwayne Johnson. La pregunta entonces es: ¿cuál tendrá más éxito? ¿A la película de un popular videojuego con un personaje icónico como Croft, con una actriz ganadora del Oscar (pero sin experiencia en el cine de acción)? ¿O a la adaptación de un juego ya no muy conocido por las nuevas generaciones, pero un actor popular de protagonista?
Dwayne Johnson interpreta a Davis Okoye, un experto en gorilas que prefiere a los animales sobre los humanos. Después de un prólogo en el que nos presentan el tono fantástico que tendrá la cinta a lo largo de sus casi dos horas de duración, conocemos al personaje de Johnson. El problema, sin embargo, es que desde hace tiempo los personajes que el exluchador suele interpretar son demasiado similares entre sí y resulta casi imposible distinguirlos de una cinta a otra. Vaya, hasta su apariencia física es la misma.
Viéndolo así, incluso hablar de un Dwayne Johnson Cinematic Universe, resulta no del todo loco… Con un poco de imaginación, fácilmente podemos pensar que su personaje de Jumanji terminó por salir a la tierra y se convirtió en el Davis Okoye y de Rampage.
Decir que la acción nunca se detiene en Rampage: Devastación sería mentir, pues en realidad ésta comienza hasta el segundo acto con los ataques de un lobo y el escape del gorila. Fuera de estos dos momentos, sin embargo, la trama avanza sin pena ni gloria hasta llegar al supuesto clímax. Ni siquiera los villanos humanos –interpretados por Jake Lacy y Malin Akerman– logran emocionar y resultan el punto más débil y lamentable de la cinta. Ambos están totalmente caricaturizados y, aunque esto no es algo siempre malo (recordemos a Joe Pesci y Daniel Stern en Mi pobre angelito), aquí ninguno de los dos tiene el encanto o gracias necesarios para sacarlos adelante.
Los videojuegos de Rampage tampoco ofrecían humanos muy amenazantes, pero por la propia naturaleza del juego, esto nunca fue un impedimento para disfrutarlo. Pero en una superproducción del tamaño de los pectorales de Dwayne Johnson, eso debió haberse pulido un poco mejor.
Naturalmente, los efectos visuales –a cargo de Weta Digital– están cuidadosamente diseñados: desde el lobo y cocodrilo, hasta todos los rasgos de George, el gorila. Este último, como dato curioso, fue interpretado en motion capture por el mismo actor que hiciera de Ryuk en la adaptación de Netflix de Death Note (Willem Dafoe sólo prestó la voz).
El potencial que tenía la cinta para verdaderamente emocionar únicamente se logra vislumbrar en la secuencia de la destrucción de Chicago. En ésta, Johnson –con lo que parece ser vidas ilimitadas, como en un videojuego– se enfrenta a tres bestias destruyendo edificios, incluida la devastación más grande la torre Sears (ahora Torre Willis) que hayamos visto.
Mientras Tomb Raider evoca a la perfección el espíritu del reboot del juego de 2013 con sus secuencias calcadas del interactivo (aunque sin mucha alma), Rampage: Devastación se disfruta únicamente gracias a Dwayne Johnson, a pesar de su guion predecible y sin pretensiones.
Al final, si lo que quieren es ver a tres bestias pelear entre sí en el centro de Chicago con Dwayne Johnson en el medio, Rampage no los defraudará. Aunque para ello haya que soportar unos villanos y un primer acto un tanto pobres.