Rambo: Last Blood – Crítica
Rambo: Last Blood defrauda las expectativas despertadas aunque ciertamente es entretenida e incluso divertida, a pesar de algunas violentísimas escenas.
La despedida de la pantalla grande de John Rambo, emblemático personaje no sólo en la carrera de Sylvester Stallone sino en la cultura popular, ocurre con Rambo: Last Blood, una película con una campaña intensa de promoción que defrauda en las expectativas despertadas aunque ciertamente es entretenida e incluso divertida a pesar de algunas violentísimas escenas. Si bien es cierto que cada vez es más difícil que las historias sobre hiperentrenados hombres solitarios que de pronto se descosen y arman la de Dios padre en defensa de su patria o de su honor manchado a la mala (como la serie de Jason Bourne o cualquier película con Jeremy Renner) son cada vez más difíciles de consolidar, también es cierto que tienen en Rambo: First Blood (1982) uno de sus ejemplos más conocidos.
La historia de ese joven curtido por la guerra de Vietnam, despojado de sus más elementales derechos por el simple hecho de ser una especie de inevitable cáncer social, que regresa a su patria sólo para darse cuenta que aquello por lo que luchaba se sostenía en una mentira, que es despreciado y que la guerra parece asediarlo adondequiera que se mueva, fue acogida como vehículo patriota y ejemplo del soldado estadounidense. No obstante, la serie sobre el veterano boina verde ha sido, por decir poco, irregular.
Rambo: Last Blood es lo que uno espera. Y no. Tal vez el personaje requería de otra despedida, aunque hay que recordar que el propio Stallone ha dicho que, de tener éxito, haría una precuela.
La historia retoma al ahora septuagenario John Rambo (Stallone) instalado en un rancho de Arizona, donde aparentemente ha pasado varios años, cuidando a su sobrina Gabrielle (Yvette Monreal) y a la abuela de ésta (Adriana Barraza), mientras continúa ocupándose con la crianza de caballos y construyendo un túnel bajo su casa.
A punto de entrar a la universidad, Gabrielle se empecina en viajar a México a buscar a su padre. Y cuando lo hace, las cosas no salen como la chica lo esperaba y acaba secuestrada por una banda que se dedica a la trata de blancas comandada por los hermanos Martínez, Hugo (Sergio Peris-Mencheta) y Victor (Oscar Jaenada). Cuando John la busca, se encuentra con una peligrosa organización criminal cuyos integrantes lo tunden y dejan en la calle. Allí es ayudado por la periodista independiente Carmen Delgado (Paz Vega), quien se lo lleva a su casa para que se recupere.
Lo que sigue es el vendaval de un hombre hambriento de venganza que lleva a los criminales a que lo persigan hasta su rancho, el cual ha preparado a conciencia para acabarlos uno a uno de una forma cruenta en la que la sangre casi brota de la pantalla en una especie de Mi pobre angelito conoce a Corazón valiente. La acción ocurre con una rapidez tajante y contundente y tal vez el hecho de que sean criminales mexicanos los que caen cuando deciden pasarse a Estados Unidos tenga que ver con el contexto actual. Aunque Stallone siempre ha dicho que en ninguna de sus películas hay comentarios políticos. O tal vez si existe un comentario éste tenga que ver con los alcances de la justicia y lo injusto de una sociedad dominada por la violencia y el crimen. De lo que no hay duda es que Stallone se mantiene en una forma envidiable.
Difícil saber si todo el humor que permea la historia es involuntario o no, considerando que el propio Stallone ha hecho una serie de películas en las que se mofa de estos héroes de acción que pulularon en la pantalla a partir de los años ochenta. Y aunque Rambo: Last Blood, dirigida por Adrian Grunberg bajo un guion del propio Stallone y Matt Cirulnick, empieza y termina de una forma similar, mostrando el decaimiento natural de su personaje, también es difícil de creer que este hombre encontrará la paz tan anhelada o que mantendrá controlado al demonio del estrés postraumático que se le sale a cada tanto y que en esta quinta y aparentemente última entrega de la saga lo hace a punta de cuchillos, flechas, armas de grueso calibre, explosiones y mutilaciones a mansalva en un compendio de las cintas anteriores. Ahora lo que ha cambiado también es la motivación. Ya no es ni por la supervivencia ni por la patria, es por la familia.