Watchmen: ¿Quién vigila a los vigilantes?
Dentro y fuera de la pantalla y la página impresa, la larga historia de Watchmen es una de conflicto, pasión y reflejos de la realidad.
La idea original de Alan Moore era matarlos a todos. En 1983, DC Comics acababa de adquirir a la pequeña editorial Charlton Comics cuando recibieron de uno de sus escritores freelance, Alan Moore –quien para entonces ya era conocido por su reinvención de Swamp Thing y su creación V For Vendetta–, una propuesta para una historia que prácticamente eliminaba a todos los superhéroes que acababan de obtener con dicha adquisición. El entonces editor de DC Comics le sugirió inventar nuevos personajes para hacer eso, en lugar de eliminar a los que acababan de comprar.
Con esta sugerencia, el escritor de 30 años se alió con el ilustrador Dave Gibbons y se dispuso a crear una historia situada en una realidad alterna, en la que los superhéroes no supervisados han sido prohibidos. En la trama, la guerra de Vietnam había terminado en 1971 gracias a los poderes superhumanos de Doctor Manhattan –el único ser con habilidades sobrenaturales, adquiridas tras varios experimentos con energía nuclear– y aquellos encapuchados que quisieran seguir operando tenían que hacerlo bajo el estricto ojo de la ley. Así arranca Watchmen –para muchos críticos la mejor novela gráfica de todos los tiempos y la única que ha ganado el premio Hugo en la ya extinta categoría de “Otros formatos”–, tras el asesinato de Edward Blake (alias el Comediante) y la investigación fuera de la ley que inicia uno de sus excompañeros conocido como Rorschach.
Watchmen se publicó unos meses después de The Dark Knight Returns, de Frank Miller: otra de las piezas seminales en el paso de los superhéroes a la madurez. A partir de ese momento, los encapuchados serían mucho más que simples personas en trajes de látex. La frescura aportada por estas dos visiones inspiró a DC a acuñar el término “novela gráfica”, para marcar una diferencia con el mercado de los cómics.
Las ventas de las doce entregas de Watchmen fueron un éxito rotundo, pero lo que pudo ser una absoluta historia de éxito para Alan Moore, pronto se convirtió en una lucha aparentemente infinita. Las letras pequeñas del contrato eran simples, letales y no podían removerse (como la mancha de sangre en el botón amarillo que acompaña al arte clave de su creación): los derechos de los personajes permanecerían en posesión de DC, a menos de que pasara un año de la última impresión. La calidad artística y narrativa que habían logrado Moore y Gibbons fue irónicamente la que los privó de volver a usar a sus propios personajes. ¿Cuántas reimpresiones han existido de Watchmen? Sólo Doctor Manhattan lo sabe con exactitud.
No hay más héroes
Desde entonces y hasta la fecha, la relación de Alan Moore con la industria mainstream de los cómics ha sido, en el mejor de los casos, tensa. Incluso cuando DC se acercó al creativo para hacer las paces y celebrar el 15 aniversario de Watchmen, el excéntrico creador les cerró la puerta en la cara. Y cuando Zack Snyder fue contratado para llevar al grupo de vigilantes al cine en 2009 (con la ayuda de Dave Gibbons, por cierto), Moore dijo que no tenía intención alguna de ver la película. “Hay cosas que hicimos en Watchmen que únicamente podrían funcionar en un cómic y, de hecho, las diseñamos para resaltar cosas que otros medios no pueden hacer”, le dijo a Entertainment Weekly en 2008.
Ese mismo año se lanzó el videojuego Watchmen: The End is Nigh, así como un video musical de My Chemical Romance, una serie de muñecos de la película y hasta café en grano de Industrias Veidt (la compañía del personaje Adrian Veidt). En resumen: fue la pesadilla de Moore hecha realidad.
Hoy, Watchmen ya no consta sólo de aquellos 12 tomos publicados entre 1986 y 1987. Además de artículos promocionales y de toda clase de productos licenciados se han publicado los impresos Before Watchmen –una serie de siete precuelas–, y la secuela Doomsday Clock –que terminará de publicarse este año–, en la que los personajes interactúan con otros miembros de DC, como Superman, Batman y Flash.
Alguien tiene que salvar al mundo
En 1986, un padre recién divorciado le dio a su hijo de 12 años una copia de Watchmen y le dijo: “No estás listo para esto”. Al ver al Comediante ser arrojado de su departamento una y otra vez, el niño sólo pensó: “Sí lo estoy, porque esto fue escrito para mí”. Años más tarde, en 2002, ese niño recién cumplía los 29 años y sostenía la mano de su padre en el hospital. El tubo que le ayudaba a éste último a respirar le acababa de ser removido y el joven le pedía a los dioses, al “cósmico” número 42 de The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy y hasta al mismo Doctor Manhattan, que su padre no sufriera.
Ese joven eventualmente cumpliría los 38 años como uno de los productores más codiciados de la industria del entretenimiento: Damon Lindelof (Lost, Star Trek: En la oscuridad). A su oficina finalmente llegó la oportunidad de llevar aquella novela gráfica a la pantalla chica. Él se negó primero, pero dos años después la oferta llegó de nuevo. “No es algo que Alan Moore querría”, dice haber pensado en ese momento. “Watchmen debe vivir en los cómics, no en otro medio”. ¿Cuál fue el punto de quiebre que lo convenció? La libertad creativa que le ofreció HBO a un año de que su serie estrella, Game of Thrones, llegara a su fin.
Nada es insoluble. Nada es inútil.
La versión de Lindelof de Watchmen toma lugar 30 años después de la novela gráfica y aunque sí “juega” con algunos personajes originales –Silk Spectre, Ozymandias y Doctor Manhattan–, la historia general es completamente nueva e introduce a nuevos integrantes: Sister Night (Regina King), Looking Glass (Tim Blake Nelson) y el Jefe Judd Crawford (Don Johnson).
“Leí The Case of Reparations, de Ta-Nehisi Coates y ésa fue la primera vez que escuché sobre el Black Wall Street”, dijo Damon Lindelof durante el TCA en Los Ángeles este año. El suceso al que hace referencia se trata de una serie de disturbios en Tulsa, Oklahoma, sucedidos en 1921, en los que un grupo de personas blancas atacó a la comunidad negra. “Cuando comencé a pensar lo que Watchmen iba a ser, pensé que el material original era muy político. Trataba sobre lo que estaba pasando. El equivalente en 2019 a la crisis nuclear de aquella época irremediablemente es el tema de raza y la vigilancia en nuestro país”, concluyó.
Mientras en 1985 Alan Moore abordó los temas que le preocupaban a la sociedad en ese momento (como la Guerra Fría y los mandatos de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Gorbachov), la nueva versión de Watchmen se inserta decisivamente en un contexto que incluye al Estados Unidos de Donald Trump, la Rusia de Vladimir Putin, y a la tecnocracia de personalidades como Elon Musk y Mark Zuckerberg.
Visualmente, la serie también tiene conexiones con el material original, sin llegar a ser una réplica explícita. “La paleta de colores en [el impreso de] Watchmen es única, pero sabía que no buscaríamos emularla”, nos dijo la directora Nicole Kassell, quien realizó algunos de los episodios. “Sin embargo, más adelante hay un par de secuencias que tienen todo el color. Era increíble entrar en esos sets y decir ‘ok, esto es Watchmen’. Constantemente busqué darle regalos a los fans y transmitirles lo mucho que honró el trabajo de Dave Gibbons y lo mucho que me inspiró”.
“¿Qué tratamos de decir? ¿Por qué hacemos esto?”, se pregunta Lindelof sobre su tratamiento de los temas raciales en la serie. “Mi deseo es que estas preguntas se respondan a lo largo de los nueve episodios. Que el público se dé una idea mejor. No hay respuestas sencillas, así como no hay grandes soluciones a los problemas de ahora. En una típica película de superhéroes, los buenos ganan, los aliens malos regresan a su planeta y todos son felices. No se venció al supremacismo blanco. No ha ido a ningún lado, ahí sigue, pero se siente muy bien esa victoria”.
Al final podría decirse que todo salió bien… Pero la historia dentro y fuera de Watchmen bien podría resumirse con una frase del Doctor Manhattan: “¿Al final? No hay un final. Nunca hay un final”. Ni para los temas que políticamente dividen al mundo, ni para el deseo de los fanáticos por más contenido. Para suerte de DC –y para desgracia de Alan Moore–, así seguirá siendo, porque mientras un comediante muera en Nueva York, siempre habrá algo mucho más grande por desenmascarar.