Pinocho de Guillermo del Toro – Crítica de la película
Pinocho de Guillermo del Toro va que vuela para reclamar en nombre de Netflix el Óscar de Mejor película animada que le fuera negado a Klaus.
Estaba escrito en la propia premisa. Si la historia trata de un muñeco de madera que cobra vida, nada más indicado que recurrir a la técnica de animación stop-motion para llevarla al cine. En este mundo, qué mejor representación hay del Hada Azul —o del Espíritu del Bosque en este caso particular— si no es aquélla que enarbolan las y los artistas detrás del movimiento y gesticulación de marionetas; seres artificales que, ya vistos en pantalla, convencen al público de que hay un corazón latiendo por debajo de sus corazas artificiales. O más importante aún, una naturaleza humana tan hermosa o tan terrible como la que abrigan los personajes de la película Pinocho de Guillermo del Toro.
Para la realización de su primer largometraje animado, dirigido en mancuerna con Mark Gustafson, Del Toro tergiversa la moraleja del cuento tradicional de Pinocho donde, al final del día, un niño “de verdad” es aquel que obedece y se porta bien. Semejante idea es tomada por el cineasta tapatío cual pedazo de tronco que, con ferocidad, empieza a cortar, tallar y moldear a su antojo. Que esta iteración de Geppetto fabrique la marioneta a través de la ira, el dolor y la brutalidad (¡magnífica secuencia!) es gran indicador de cómo el ganador del Óscar opta por desviarse de cualquier escenario de pureza y santidad. Su adaptación es más visceral; una que lo que menos pretende es encarecer una moral establecida.
También te podría interesar: Pinocho de Guillermo del Toro – Trailer, estreno y todo lo que debes saber
Para sorpresa de nadie, Pinocho de Guillermo del Toro estructura una historia de monstruos con guiños a la mítica criatura de Frankenstein. Y si bien el público no tardará en encariñarse con el muñeco de madera, sus primeros segundos en pantalla ciertamente ostentan una ligera embarrada de horror al mostrarlo como una entidad alebrestada que se retuerce y contorsiona. Pero no, Pinocho no quiere espantar; sencillamente está apenas familiarizándose con su cuerpo y capacidad de movimiento, a la par de que cuestiona qué es todo aquello que le rodea. Así, mediante su tosquedad e insaciable curiosidad, surge la promesa de un viaje fascinante y poco convencional, consistente en explorar las vicisitudes del mundo humano.
Poco tarda el protagonista en toparse con una imagen del Cristo crucificado, y juguetonamente, su primera reacción es imitar la pose de aquella figura; una acción diametralmente opuesta a mirarle con devoción, que fue exactamente lo que hizo el pequeño Carlo, el trágico hijo de Geppetto, minutos antes en la película. Y es que Pinocho no es un “italiano modelo”, sino un alma rebelde; atributo que cobra mayor relevancia por el contexto de esta historia, que es el régimen político de Benito Mussolini, cuando imperaba la clásica consigna fascista —en palabras de cierto personaje de otra película de Del Toro— de “obedecer por obedecer, así, sin pensarlo”.
La disidencia frente a la tiranía es sólo uno de varios temas que toca Pinocho de Guillermo del Toro. Evidentemente la compleja relación de padres e hijos roba reflectores, y de ella nace una conmovedora secuencia musical —la correspondiente a la canción ‘Ciao Papa’— donde un anciano busca incansablemente a su niño, pero también un hombre sin escrúpulos envía a su joven vástago al preámbulo de la guerra.
También te podría interesar: Mejores adaptaciones de Pinocho en el cine y la televisión
Por otro lado, la película no escatima en reflexiones en torno a la vida y la muerte que a nadie dejarán indiferente. Aun así, quizás su principal problema es no hallar satisfactoriamente un punto de equilibrio dentro de su riqueza temática. Por ejemplo, más pudo subrayarse de Pinocho como un símbolo de insurrección, sumado a que hizo falta un tratamiento narrativo de mayor contundencia respecto al asunto de la mortalidad. O mínimo ahorrarse un par de deus ex machina. No ayuda tampoco que el guion decidiera mantener el pasaje de la bestia marina en cuyas entrañas sucede el reencuentro de Geppetto y el títere viviente; una secuencia que (en opinión muy personal) ha resultado anticlimática inclusive en adaptaciones previas.
Asimismo, el concepto del grillo Sebastián viviendo en el torso de Pinocho, a manera de su corazón —que no su conciencia— es sensacional. No obstante, el personaje termina siendo un recurso más al servicio del gag cómico, y no tanto de la narración.
Ya la parte técnica y de la manufactura supone un aspecto impecable que se gana con creces el asombro del público. Las manos detrás de Pinocho de Guillermo del Toro confeccionan no sólo detallados muñecos, sino también paisajes bellísimos y ricos escenarios de la vida cotidiana —en un pueblo italiano de la primera mitad del siglo XX— donde preponderan los ocres y marrones, en contraposición a los azules que caracterizan la magia y el más allá.
También te podría interesar: Guillermo del Toro explica por qué la animación stop motion es la forma cinematografica más pura
Elogiable además es que, en complicidad con animadores sobrecargados de talento y destreza, yace la lente de Frank Passingham. Es decir, el mismo director de fotografía involucrado en Kubo y la búsqueda del samurái (2016) y Piratas: Una loca aventura (2012), cuya visión para resolver extraordinarios movimientos de cámara enriquecen también esta novedosa cinta de stop-motion; un dinamismo que va desde recorrer con soltura un campamento circense hasta alcanzar la escala épica de una lúdica competencia con trasfondo bélico.
Ahora, a estar pendientes de los futuros proyectos de las estrellas de Pinocho de Guillermo del Toro. Muy bonito sería que éstas fueran las marionetas que el galardonado director ha hecho desfilar en alfombras rojas, sin duda. Pero en realidad, tales estrellas son las y los paladines de la animación, incluidos por supuesto los de nacionalidad mexicana; todos aquéllos que pusieron su granito de arena desde Portland y Guadalajara, y que ven siempre en un muñeco una promesa de vida.