El demonio neón – Crítica
Con The Neon Demon, Nicolas Winding Refn provoca al espectador con su delirante música y fotografía.
Nicolas Winding Refn ha demostrado que no es un director para todos. Incluso con una de sus películas más populares, Drive, divide al público: quienes esperen ver una cinta de acción se sentirán decepcionados al sólo encontrar dos pequeñas secuencias de persecución que duran no más de tres minutos.
Con El demonio neón no es para más, su obra sobre el mundo del modelaje, el narcisismo alrededor y lo vacío que puede resultar la belleza exterior, todo bajo tonalidades magentas, no titubea a la hora de marcar su ritmo. Jesse es una chica inocente que llega a Los Ángeles con los sueños de convertirse en una modelo famosa, y es así que su belleza le va abriendo caminos y rápidamente se vuelve la envidia del resto de sus compañeras.
Alguna vez Winding Refn mencionó que Drive era su versión de un cuento de hadas de los hermanos Grimm y El demonio neón pertenecería también en este apartado, donde Jesse es la dulce Cenicienta -irónico que Fanning haya interpretado a una inocente princesa en Maléfica– mientras que el resto del reparto se debate entre las malvadas hermanastras y demás amenazas, pero con la pequeña diferencia de que la modelo no cuenta con hada madrina que la ayude.
La fotografía de la argentina Natasha Braier (XXY, The Rover) aprovecha el uso de los vacíos, los claros y los oscuros, todo combinado con las luces neón, ofrece un contraste en cada toma. Winding Refn se apoya así de todo un equipo de diseñadores de vestuario, producción y sonido. Exactamente otro departamento que vuelve a sorprender y sostenerse por sí solo es la música.
Con un score de Cliff Martínez y una selección musical que incluye a Sia y Sweet Tempest, El demonio neón ofrece una atmósfera de suspenso y misterio a través de sintetizadores y largas notas que acompañan a Jesse durante su viaje. Mismo que podría dividirse exactamente en la primera hora, de dos que consta la película, en donde Elle Fanning demuestra sus capacidades histriónicas a base de miradas, silencios y movimiento corporal.
Sin embargo, El demonio neón peca por momentos de esa pretensión que tanto critica, de ese vacío existente en el mundo de la moda. El triángulo como figura central y motor para despertar a Jesse puede sentirse brusco y hasta exagerado, pero nuevamente estamos antes un retorcido cuento de hadas.
Salvo la aparición de una vestuarista que contrasta con la imagen de una de las modelos, todos en El demonio neón son actores bellos, altos, delgados, desde los dueños del motel donde se queda Jessie, hasta la camarera que los atiende en un restaurante, al final se desdibuja esa crítica hacia «todo en el mundo del modelaje es hermoso» al usar el 99% de su reparto salido de las mejores vitrinas de Hollywood.
The Neon Demon es un viaje pausado en espiral hacia lo oscuro del ser humano, hacia la violencia más brutal que puede existir dentro de bellos recipientes, con unos delirantes últimos minutos que no buscan otra cosa sino no dejar a nadie en el cine indiferente.