¡Nop! – Crítica de la película
Jordan Peele entrega una historia habla de la industria cinematográfica, el sci-fi y nuestra adicción por el espectáculo.
Jordan Peele ha señalado anteriormente que una película como ¡Nop! habría sido imposible de realizar hace unos cinco años: una historia original con un presupuesto considerable y protagonizada por actores de grupos minoritarios (afroamericanos, latinos y asiáticos). Probablemente está en lo cierto, además, hoy por hoy una película de tales dimensiones, basada en una idea original y presentada por un estudio del tamaño de Universal Pictures parece cada vez más y más extraño de ver en la pantalla grande.
Hoy en día las películas que Hollywood produce son apuestas seguras, ya sean basadas en bestsellers, videojuegos, comics o franquicias que han probado ya su éxito. Es la necesidad del público de sentirse seguros, de conocer antes de entrar a la sala de cine de lo que van a ver y así no llevarse tragos amargos por apuestas arriesgadas. Pero Peele, en su película ¡Nop!, juega con un elemento que es natural para el ser humano: la tragedia ajena y el morbo.
¡Nop! nos presenta una pareja de hermanos que debe hacerse cargo del negocio familiar que ha estado presente por varias generaciones. El Haywood Hollywood Horses se encarga de ofrecer los servicios de sus caballos para producciones de comerciales, series de televisión o películas. Sin embargo la tecnología ha orillado a directores y productores a usar efectos visuales sobre animales reales, lo que no son buenas noticias para estos hermanos quienes también se han quedado sin su padre debido a un misterioso accidente que involucró una moneda que cayó del cielo.
Pero en ¡Nop! hay otra historia paralela, la del joven actor Ricky “Jupe” Park, quien de niño sufrió un accidente en el set del programa Gordy’s Home pero que ha sabido sacarle provecho a la tragedia y lucrar con ella ya en su edad adulta.
Jordan Peele presenta en su tercera película ¡Nop!, una nueva crítica, pero que a diferencia de ¡Huye! o Nosotros no es sobre la raza o el privilegio, sino que va un paso más a fondo y pone el dedo en la llaga hacia el público. Nosotros, ¿cómo respondemos ante estímulos que cambian nuestro entorno, que nos regresan a nuestra psicología básica? Esto se logra dimensionar mejor en un flashback que ocurre a mitad de la película y es el referente a lo que ocurrió en el set de Gordy’s Home.
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Pero como es ya característico en el cine de Peele, no todo es denso o dramático, el tema de una amenaza en el cielo se aligera gracias a las actuaciones de sus protagonistas. Daniel Kaluuya evoluciona de una persona de pocas palabras y hermético, a alguien dispuesto a desenmascarar el secreto que hay en el cielo. Mientras que por otro lado, Keke Palmer es la hermana aventurera, alegre, de muchas palabras y dispuesta a ser vista, a ser famosa aunque sea por un momento, aunque sea en el show de Oprah.
Peele juega con la dualidad, como en sus anteriores producciones, en el caso de ¡Nop! es el Hollywood viejo vs el nuevo. Entre lo natural y lo artificial. Y cada uno de los elementos presentados no toma una postura. No sataniza lo digital sobre lo análogo, ni lo artificial sobre lo natural, simplemente presenta estos elementos y cada uno de ellos tiene sus pros y contras, su salvación y maldición en la película.
¡Nop! juega así con la necesidad humana del espectáculo, no sólo de la necesidad humana de presenciar una tragedia sin sentirnos amenazados, sino también la necesidad de ser vistos. La necesidad de protagonizar nuestra propia aventura y poder vivir para contarlo, aunque muchas veces nuestro miedo nos haga decir ‘Nop, esto no es para mí’.
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