Megalodón (The Meg) – Crítica
Megalodón genera el suspenso que el público espera de una película de un tiburón asesino, tiene destellos de gracia y algunos plot twists inesperados; pero la misma fórmula en diferentes secuencias de la película la vuelve un poco cansada.
Los nodos en la historia de Megalodón generan suspenso durante la primera hora de la película. Además, tiene detalles graciosos que no se sienten excesivos ni forzados. Entre el miedo y los nervios, podría provocar una que otra carcajada. No obstante, las huidas del megalodón –una especie de tiburón gigante extinto hace millones de años– son muy repetitivas y similares, lo que la vuelve un poco cansada los últimos 30 minutos.
Jonas Taylor (Jason Statham), Jaxx Herd (Ruby Rose), Suyin (Li Bing Bing) y el Dr. Heller (Robert Taylor) nunca terminan por sentirse seguros. Están en constante agonía por el acecho del tiburón más grande de la historia y así lo transmiten.
Megalodón cuenta la historia de la tripulación de un submarino que sale en una excursión al fondo del mar para descubrir especies vegetales y animales nunca antes estudiadas. La primera expedición es un éxito, pues llegan al lugar deseado, pero no toman en cuenta los riesgos que implicaría llegar a un lugar desconocido. Esto ocasiona que media tripulación quede atrapada en medio de animales peligrosos y enormes. Es así como Jonas Taylor, un buzo experto en aguas profundas, lidera una operación de rescate que lo hará revivir una época oscura de su pasado.
A pesar de la llegada del ingenioso buzo interpretado por Jason Statham, los personajes nunca se sienten en calma. Constantemente hay estimulantes que mantienen el suspenso de la acecha del animal debido a sus características –como su rapidez, ingenio y tamaño–, así como las condiciones del lugar –elegante, pero muy desprotegido–. Además, el personaje del actor británico tiene algunos diálogos graciosos y cínicos. Statham, cuyo personaje guarda un rencor desmesurado hacia el Dr. Heller por una situación en su pasado, logra generar empatía y tristeza a pesar de la actitud cínica con la que interpreta su papel.
No obstante, la persecución en la superficie con la embarcación a flote se repite en muchas ocasiones y la resolución es muy similar en cada una de ellas. Incluso, una secuencia protagonizada por Jack Morris, antes del final, se siente muy forzada y corta la línea argumental de la historia.
Por otro lado, no tiene algún elemento nuevo que no se haya utilizado anteriormente en películas de tiburones asesinos: turistas en peligro, un rescate heroico por un experto en el océano y mucha sangre derramada entre los cientos de dientes de estos animales.
Por el resto, resulta una película muy entretenida que sorprende con una crítica en boca de Winston Chao, un visionario oceanógrafo, con respecto a la ética del estudio de nuevas especies y el medio ambiente.