Me estás matando Susana
La película protagonizada por Gael García Bernal es una adaptación sin pretensiones de la novela Ciudades desiertas, que nos invita a reirnos de nosotros mismos
No hay balazos, muertos ni narcomenudeo, sólo un actor venido a menos en busca de salvaguardar su «honor» y recuperar al amor de su vida a la vez que toma un caudal de malas decisiones. Me estás matando Susana tampoco es una comedia romántica cliché, sino el bosquejo de una pareja que se manda en más de una ocasión a la «chingada», como se repiten Eligio (Gael García Bernal) y Susana (Verónica Echegui). Son un matrimonio disparejo y disfuncional, desgastado por la convivencia del día a día.
Como un cínico desvergonzado, Gael explota nuevamente su vena cómica, pero de una manera más natural y menos estereotipada que cuando interpretó a Tato en Rudo y Cursi. Definitivamente, se aleja del acento forzado de un pueblerino que triunfa en el futbol mientras lucha incansablemente por cumplir su patético deseo de ser un exitoso cantante de banda, cuyo mayor e hilarante éxito es «Quiero que me quieras».
Eligio no. Más bien es el retrato de un mexicano moderno que se ve mejor que otros compatriotas, a decir de un taxista estadounidense. Eligio es “cafre” al conducir, gandalla en las calles, inmune al reglamento de tránsito y con bastantes síntomas clave del «machito» mexicano. En su matrimonio, por ejemplo, sólo él puede ser infiel, su mujer no debe seguir sus pasos ni ser medida bajo el mismo estándar.
Y aunque sí, la cinta cae en lugares comunes, también es refrescante porque todos conocemos a un Eligio o tenemos un pedacito de él. Sus reacciones desenfadadas se potencian con un cínico humor mexicano y ligero que únicamente aspira a entretener. Es una adaptación sin pretensiones (se basa en la novela Ciudades desiertas de José Agustín) y justamente por eso funciona.
Me estás matando Susana debe su nombre a que un buen día nuestro protagonista llega a casa con la intención de hacer una fiesta de «contrabando» pero descubre que su esposa no está y que además se llevó buena parte de sus pertenencias; el clóset compartido perdió un inquilino. Tras un fallido “coco-wash”, eventualmente acepta que su mujer lo ha abandonado y decide ir en su búsqueda. Lo que enfrentará no estaba en sus planes, pues se trata de una aventura en otro país y hablada en español, inglés y «pocho».
Con esta película, Roberto Sneider, el aclamado director de Arráncame la vida, vuelve a comandar en la silla máxima, sitio vacío desde 2008, pues al parecer así de espaciados le gustan sus proyectos. Previo a Arráncame… únicamente había filmado Dos crímenes en 1995 y ahora dejó pasar ocho años para volver al ruedo.
A diferencia del drama criminal de su filme debut y del rigor visual de la novela de época de Ángeles Mastreta, aquí vemos a un Sneider juguetón que envuelve a su elenco en un mismo tono desenfadado. Esta comedia es ligera, pero aprovecha para mofarse del estereotipo del mexicano –en especial ante la mirada gringa– y para criticar veladamente algunos de sus defectos, como la falta de higiene de sus ciudades, su carencia de civismo o el machismo latente y arraigado culturalmente sin importar el estatus social. Con este trabajo el director nos alienta a reírnos de nosotros mismos como sociedad e individuos. ¿Están dispuestos a aceptar la invitación?