Maligno (The Prodigy) – Crítica

 Maligno intenta tener esas atmósferas escabrosas de películas como La profecía, no sólo por optar como protagonista por un niño capaz de mostrarse tierno y cínicamente macabro al momento siguiente (o viceversa), sino por esas ambientaciones grisáceas y frías que apuntan a un comentario de desolación en el que la inocencia infantil cede paso a la maldad más vil.

El trabajo del director Nicholas McCarthy, de quien pudimos ver hace unos años El pacto (2012), un thriller de carácter sobrenatural en el que el entonces debutante demostraba cosas interesantes, mantiene la pauta de combinar elementos del thriller con las convenciones del terror. Así pues, esta historia sobre una inexplicable especie de posesión a distancia está relacionada con los crímenes de un asesino serial abatido tras el escape de una de sus víctimas, poderosa motivación para que este encuentre un huésped en el que resguardarse para concluir su trabajo.

Ese huésped resulta Miles Blume (Jackson Robert Scott, el Georgie de Eso), quien nace unos minutos después de la muerte del asesino. Para sus padres, Sarah (Taylor Schilling, la protagonista de Orange is the New Black) y John (Peter Mooney), su nacimiento es motivo de la felicidad más absoluta, pues su gestación fue complicada. El niño tiene un coeficiente intelectual muy alto, por lo que a la edad de ocho años estudia en una escuela apropiada para sus capacidades.

Sus padres, sin embargo, no advierten que su apatía social se acentúa cada vez más: de un comportamiento extraño en sus hábitos alimenticios pasa por pesadillas en las que habla en húngaro, agresiones violentas a la niñera y un compañero y confesiones realmente atroces. La incapacidad del padre por proponer una solución y el obstinado amor materno acaban por confrontar a la pareja, beneficiando los oscuros intereses del huésped maldito.

Sarah recurre a un especialista llamado Arthur Jacobson (Colm Feore), quien le habla de estas almas que buscan saldar lo inconcluso y le propone ver a Miles. Primero tomándolo de disparate, Sarah al fin cede y pronto las cosas se complican.

Jeff Buhler, guionista de la nueva adaptación de la novela de Stephen King Cementerio maldito y de una nueva versión de The Grudge prevista para 2020, hace que la historia gire alrededor de un tema actual: este desaforado amor por los hijos que cega a los protectores padres a niveles alarmantes. Incapaces de dejarlos sobreponerse a las frustraciones propias de la vida, hacen lo posible por evitarles cualquier sufrimiento, incluso si eso implica pasar por alto atrocidades que perturban y violentan el entorno o tomar decisiones radicales que incluso implican el sacrificio de un tercero.

Jackson Robert Scott entrega una actuación aceptable cargando el peso de la historia sobre sus hombros. Habría que verlo en otro género para conocer otras facetas de este niño. Y aunque se nota que McCarthy tiene ya trabajadas sus atmósferas, también es evidente que le hace falta trascender las convenciones y esta mezcla de géneros que lejos de volverse un sello, está resultando repetitiva. Además del tema del exacerbado amor por los hijos, hay poco nuevo que ofrecer en una trama que se adivina a la distancia, se justifica poco y parece a medio trabajar por parte del guionista. El director cuenta con un par de actuaciones satisfactorias, pero insuficientes en una historia a la que le falta verosimilitud.

Javier Pérez Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".