Maestras del engaño – Crítica
Anne Hathaway y Rebel Wilson protagonizan una comedia disparatada con titubeos formales y comicidad cuestionable en Maestras del Engaño.
Pareciera como si Anne Hathaway hubiera desarrollado un interés por papeles criminológicos. Poco tiempo pasó desde Ocean’s 8: Las estafadoras (Ocean’s 8), su debut como timadora, para refrendar la profesión en Maestras del engaño (The Hustle). Nuevamente tiene poder femenino a su lado: la comediante Rebel Wilson, un torbellino australiano con su cuerpo, acciones y diálogos, y quien se roba la atención en esta comedia disparatada.
Al menos el clan liderado por Sandra Bullock –quien interpretó a la hermana de Danny Ocean en 2018– se apoyaba en el star power de su elenco: Cate Blanchet, Helena Bonham Carter, Sarah Paulson y más, e incluso en una fórmula preestablecida. Hathaway y Wilson carecen de este amparo al convertirse en Josephine Chesterfield y Penny Rust, respectivamente. Una aprovecha su belleza para conquistar millonarios fingiendo superficialidad e ignorancia; en su opinión “ningún hombre creerá que una mujer es más inteligente que él”. La estrategia de Penny, por el contrario, es analizar si la víctima es un patán que la menosprecia por su sobrepeso. Cada una comparte secretos y armas bajo la manga para finalmente unir esfuerzos por un mismo “bien común”.
Maestras del engaño sustenta tesis peligrosas para el momento que corre, patentando, incluso, cierta estrechez de mente. Fomenta la rivalidad entre mujeres, incapaces de tenderse la mano, impulsadas por celosía y ambición. ¿Retrógrada? También. Exalta igualmente la idea de la mujer como símbolo de tentación, codicia e interés; ente frívolo con un signo de dólares en la frente, un puñal en la mano y dócil únicamente cuando es de su conveniencia. Una especie de reelaboración de la femme fatale, pero sin el respaldo discursivo del noir. Por otro lado, el hombre es reducido a un ser ignominioso, manipulable, fácilmente timado, de honradez ausente. En pocas palabras, una charola de clichés.
La ópera prima de Chris Addison, productor de la serie de HBO, Veep, destaca con titubeos formales las drásticas diferencias de sus protagonistas. Mientras la Josephine de Anne Hathaway –algo sobreactuada– es sofisticada, inteligente, culta y hambrienta de sevicia; Penny se regocija en su desinterés por los buenos modales y formas, principal manantial de humor escatológico y desenfrenado. Claro, Hathaway añade bastante de su cosecha del segundo acto en adelante, cuando cada una pone sus cartas sobre la mesa.
La efectividad de la comedia de Maestras del engaño es inestable. A veces atinada, a veces tan fraudulenta como sus protagonistas. En buena parte se debe a un catastrófico guion, el cual conduce ciertas situaciones desproporcionadas a terrenos del absurdo, pero también a un pobre desarrollo de sus personajes. Se intuyen las escenas en busca de comicidad, pero su desempeño es fútil. De tal forma, el resultado es decepcionante pese a lo atractivo de la mancuerna Hathaway-Wilson y el sorpresivo giro final, porque hasta al mejor estafador se le va la liebre. El crimen no paga.