¡madre! – Crítica
Darren Aronofsky entrega una de sus películas más arriesgadas con un sinfín de metáforas y secuencias perturbadoras.
Desde el título mismo, ¡madre! (mother!), sabemos que estamos ante algo diferente. Darren Aronofsky decidió nombrar su más reciente película sin utilizar mayúsculas y con signo de admiración (dos, en español), pues según ha dicho, ésta fue la primera palabra que escribió a la hora de preparar el guion, el cual terminó en apenas cinco días. Esas seis letras y el signo al final fueron el detonante de lo que sería su obra más arriesgada.
Jennifer Lawrence interpreta a una mujer que vive junto a su esposo (Javier Bardem). Ella se dedica a arreglar su hogar mientras él es un poeta con bloqueo creativo. Eso, hasta que aparece un inesperado invitado (Ed Harris) y lentamente las cosas comienzan a tomar un rumbo inesperado para la mujer que habita la casa.
Todo alrededor de ¡madre! es vivido a través de los ojos del personaje de Lawrence, cada secuencia, cualquier escena y todas las tomas son de la madre en cuestión. Si no estamos en close ups, hay una toma sobre el hombre o es el punto de vista (P.O.V.) de ella. Fácilmente el 99% de la película es Jennifer Lawrence con tan sólo un par de tomas generales. Darren Aronofsky convierte así al personaje femenino en protagonista absoluto y nosotros, los espectadores, somos testigos de todas y cada una de las interrogantes y misterios que van apareciendo dentro de la casa.
Al principio la protagonista tiende a pecar de inocente, ingenua e incluso hay algunos momentos que podrían desesperar al público por lo pasiva que se mantiene ante lo que le ocurre. Pero ¡madre! es una de esas películas con diversas capas de interpretación: desde el deseo de fama, sus consecuencias, los sacrificios que uno hace por amor, hasta mensajes mucho más complejos que incluyen religión, muerte, trascendencia y hasta conflictos bélicos de nuestra actualidad. Todo ello dentro de cuatro paredes y un techo.
El resto del elenco, compuesto además por Ed Harris y Michelle Pfeiffer, está a la altura de Lawrence y Bardem.
La metáfora que Darren Aronoskfy le da a ¡madre! está ahí, presente y clara, unos detalles más a la vista que otros, pero cada uno de ellos igual de inquietantes. A la par de sus tres actos narrativos, la analogía sirve para dividir la película en dos partes claramente diferenciadas. Y es ahí donde algunos podrán encontrar una muy marcada pausa que corta el ritmo y tensión que venía presentando el director. El antiguo libro, una pausa y luego las nuevas escrituras, la época actual.
Uno de los máximos choques presentados en la trama es el amor que sienten los personajes, pues mientras Lawrence ama, admira y apoya incondicionalmente a su esposo, éste necesita algo más y cuando aparece en un sinnúmero de formas, lo acepta, lo abraza y perdona las fallas que tenga este amor en todo momento, aunque esto signifique pasar por encima de la madre.
La filmografía de Aronofsky ha presentado momentos perturbadores: ya sea Winona Ryder apuñalándose en El cisne negro, un personaje haciéndose una lobotomía en Pi, el órden del caos o la orgía en Réquiem por un sueño, y madre! no se queda atrás en este plano. Aquí se trata del último acto de la película, donde por alrededor de 40 minutos el director neoyorquino presenta al hombre en su estado más violento, más inverosímil, más animal. Son momentos que nos recuerdan al plano secuencia bélico de Alfonso Cuarón en Los niños del hombre y, aunque hay unos minutos de descanso, Aronofsky ofrece un momento muy impactante… algo que es rara vez visto en el cine de terror y sin duda algo que jamás se había mostrado en una película de un gran estudio de Hollywood. Ésa imagen y ese audio sin duda darán de que hablar en el futuro. ¿Gratuito? ¿Necesario? Esas preguntas quedarán resueltas en la mente de cada espectador.
Técnicamente la película no falla en nada. La fotografía está sumamente cuidada y estudiada. Y no es para menos, pues cada toma fue estudiada preparada durante tres meses en ensayos previos a la filmación, en donde el director, Lawrence, Bardem, Harris, Pfeiffer y el fotógrafo Matthew Libatique, literalmente se encerraron en un almacén para estudiar la posición de la cámara y lograr el efecto perfecto. El diseño de sonido resulta estremecedor, mientras que los efectos visuales son imperceptibles (Aronofsky ha declarado que ésta película tuvo un proceso de postproducción mayor y más uso de CGI que su drama bíblico Noé).
Paramount Pictures y Protozoa (la compañía productora de Aronofsky) han hecho algo que hoy por hoy se agradece: arriesgarse. Así se le considere una película «mediana» o «independiente», ¡madre! es una apuesta, y una muy importante para todo ese público que pide nuevas tramas y nuevas historias en tiempos donde la mayoría de los estrenos comerciales masivos son de superhéroes o parte de franquicias interminables. Aunque recauden poco dinero –o incluso pierdan–, estas aventuras se agradecen, pues es muy poco el cine que todavía logra sorprendernos. Este año ya llevamos al menos tres, Baby Driver, ¡Huye! y el apocalipsis que puede encerrar una simple y sencilla casa en el campo en ¡madre!.