Locos de amor – Crítica
El filme de Frank Pérez Garland es una comedia musical desangelada, en donde las canciones se incorporan a la trama con calzador.
En 2016 un musical nacional deslumbró a las taquillas peruanas y se convirtió en un rotundo éxito, al grado de parir una secuela. Locos de amor 2, dirigida por Frank Pérez Garland, al igual que su antecesora, cojea del mismo pie que la entrega original. Sigue los mismos pasos de otras cintas corales –como Día de los enamorados o Año nuevo– donde la gran cantidad de personajes impide su correcto desarrollo y éste se suplanta por pequeñas anécdotas con el objetivo de conectar forzadamente sus trayectos e historias.
Sin embargo, esto se complica aún más porque, como se trata de un musical, las interpretaciones de temas de famosas figuras iberoamericanas –incluye éxitos de Miguel Bosé, Alaska y Dinarama, Emmanuel, Yuri y Daniela Romo, entre otros– restan tiempo para el desenvolvimiento de los personajes. Por ende, todos terminan siendo más cercanos al estereotipo y se les desarrolla precariamente; no se les conoce más allá de sus caracterizaciones, profesiones y deseos primarios, los cuales se centran principalmente en su aceptación o rechazo a una propuesta amorosa.
Incluso pareciera como si las canciones se hubieran elegido con antelación y posteriormente se hubieran desarrollado la estructura dramática, los conflictos y situaciones; argumento y música se entremezclan con calzador, tal como ocurrió en el penoso musical mexicano ¿Qué le dijiste a Dios?, basado en temas de Juan Gabriel.
En la secuencia inicial de Locos de amor 2, por ejemplo, tenemos a un par de amantes que tras años de no verse interpretan «¿Cómo te va, mi amor?», de Pandora, y de este “impensado” encuentro se detona su trama, la cual gira en torno a si volverán a darse una oportunidad o no. Junto a ellos se encuentra una mujer desesperada por tener hijos y que ante la negativa de su marido decide separarse; otra mujer adulta obsesionada por vivir una noche apasionada con la ayuda de Tinder; un hombre con tendencias suicidas negado al amor, entre otros.
Tantos personajes con tantos escenarios crean un planteamiento caótico en el que se ofrece demasiada información y se trazan estereotipos que jamás se sacudirán en el resto del filme. Porque, además, los guionistas Bruno Ascenzo y Mariana Silva se empeñan en conectar todas estas historias, restándole naturalidad al desarrollo de los hechos. Pero los problemas con Locos de amor 2 no parten únicamente de su guion superficial –con varios guiños al melodrama–, de sus personajes unidimensionales o de su poco original argumento, también se aprecian en el armado, en su pobre manufactura.
Es cierto que el elenco de esta secuela –Vanessa Saba, Carlos Alcántara, Marco Zunino y Érika Villalobos principalmente– hace un mejor trabajo vocal que su contraparte de la primera entrega, pero los arreglos siguen dejando qué desear por su instrumentalización, la cual tiene un tono más cercano al karaoke y no a una producción cinematográfica profesional. Locos de amor 2 es una comedia anticlimática, con gags promedio y donde los eventos se desdoblan conforme a las reglas de lo preestablecido. No hay sorpresas en el horizonte.